"...HIJITOS, LES ANUNCIO PARA QUE SE PREPAREN, PARA QUE CAMBIEN SU FORMA DE VIVIR..."
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión
Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad.
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014
martes, 26 de agosto de 2025
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Biblioteca Agustín Del Divino Corazón
(Para los nueve primeros jueves de mes)
Os llamo a ser fieles, los primeros jueves de mes Septiembre 9/09 (4:30 p. m.) María Santísima dice: Hijos míos: María, Madre de la Adoración y de la Reparación, os llama a rendirle todo el homenaje de alabanza y de gloria que Jesús se merece, presente en la Sagrada Hostia, invención de su Amor Divino para no dejaros solos. Él es vuestro amigo, vuestro hermano, vuestro padre. Pensó en todos los hombres y por eso se ha quedado en todos los Sagrarios del mundo entero. María, Madre de la Adoración y de la Reparación, os llama a que desagraviéis el Corazón Eucarístico de Jesús, los primeros jueves de mes, porque es profanado en las especies eucarísticas del Pan y del Vino. María, Madre de la Adoración y de la Reparación, os llama a que seáis almas eucarísticas, almas que sientan la necesidad de hacerle compañía a Jesús viviente en el Tabernáculo de su Amor Divino; almas a las que el ruido del mundo les asfixia, mientras que los silencios de Dios les atraen. María, Madre de la Adoración y de la reparación, os llama a que os unáis a la oración de los Santos Ángeles y junto con ellos entonéis los más bellos himnos. María, Madre de la Adoración y de la Reparación, os llama a ser verdaderos adoradores del silencio, adoradores que se extasían frente al Corazón Eucarístico de Jesús. Adoradores que sienten la necesidad de permanecer, los primeros jueves de mes, sumidos en profunda contemplación; contemplación que los lleva a disfrutar, por adelantado, los deleites del Cielo. María, Madre de la Adoración y de la Reparación, os llama a reparar por todas la ofensas Eucarísticas que recibe Jesús, presente en la Hostia Sagrada; ofensas que son menguadas, si os unís a su dolor; ofensas que son alivianadas, si os esforzáis en darle todo el amor que no recibe de las creaturas; ofensas que son sanadas, si atendéis a mis ruegos de Madre. Madre que desea lo mejor para su Hijo. Madre que padece su mismo sufrimiento, porque su Sagrado Corazón siempre permanecerá unido al mío. Madre que os favorecerá arropándoos a todos, bajo los pliegues de mi Manto Celestial. Madre que intercederá por vosotros, porque fuisteis dóciles a mis insinuaciones de Amor Santo. Pasos: 1. Coronilla de reparación al Corazón Eucarístico. 2. Acto de reparación del mes respectivo. 3. Consagración al Corazón Eucarístico de Jesús (pág. 35). Coronilla de Reparación al Corazón Eucarístico Diciembre 18/09 (1:30 p. m.) Jesús dice: En un Rosario. En vez del Padre Nuestro: Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente; os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo presente en todos los Tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes, de los sacrilegios y de las indiferencias con los cuales es ofendido; por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María os pido por la conversión de los pobres pecadores. En vez del Ave María (diez veces): V. Dios mío yo creo, adoro, espero y os amo. R. Y os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. En vez de Gloria: Por siempre sea adorado, mi Jesús Sacramentado. Al final de la coronilla, repetir 3 veces: V. Corazón agonizante de Jesús: R. Reparo toda irreverencia contra vuestro Corazón Eucarístico. Amén.
ACTOS DE REPARACIÓN 1.
Os estoy esperando Septiembre 9/09 (10:00 a. m.) 1. Jesús dice: Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: miradme sumido en la más abrupta soledad; mi voz se pierde en el Sagrario; mi voz rebota en los corazones de pedernal; corazones reacios a mi presencia; corazones cerrados para recibir mis gracias; corazones absorbidos de amor terrenal; amor que de momento les hace vibrar su corazón; amor que aparentemente les colma, les rebosa el espíritu; amor que después dejará huellas, cicatrices. Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: interrumpid mi silencio con vuestra oración; os estaba esperando; deseaba veros, abrazaros, susurraros palabras de amor. Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: suavizad mi dolor con vuestra compañía; muy pocos han venido a visitarme. Me hallo prisionero por amor a vosotros. Soy el Mendigo del Amor que tan sólo recibe migajas de cariño. Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: abrid vuestros labios y decidme muchos: te amo. Mi Corazón Eucarístico palpitará de amor; os cubriré con mis rayos y con la llama de mi Amor Divino. Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: escuchad mis gemidos, mis ruegos; busco almas generosas que vengan a adorarme, pero no las encuentro; busco almas caritativas que vengan a sanar mis Sagradas Llagas, pero pasan de largo; mi dolor no las conmueve. Almas reparadoras que habéis venido al Tabernáculo de mi Amor Divino: traedme almas a uno de los Aposentos de mi Divino Corazón; almas que deseo cubrir con mis besos y con mis abrazos; almas a las que les purificaré su corazón en los Ríos de agua viva. Almas a las que les haré sentir mi presencia como susurros de brisa suave; almas a las que alimentaré con el maná de Ángeles; almas que recobrarán vigor, salud; almas que no volverán a sentirse desprotegidas porque caminaré junto a ellas. Septiembre 9/09 (10:30 a. m.) Alma Reparadora: Corazón Eucarístico de mi Jesús: aquí estoy frente a vuestro Tabernáculo de Amor Divino. EscuchéL
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domingo, 3 de agosto de 2025
REVELACIONES A LA MADRE EUGENIA ELISABETTA RAVASIO
Superiora General de la Congregación Nuestra Señora de los Apóstoles.
¡He aquí finalmente el día para siempre bendito de la promesa del Padre Celestial!
Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca, muy cerca de la llegada del Padre mío y Padre de todos los hombres.
¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías espirituales! tengo sed de oírlo y de verlo!
Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande que he podido constatar que hasta ahora nunca había estado tan confiada con alguien.
Esta armonía cesó por un instante y he aquí el cortejo de elegidos, de querubines y de serafines, con Dios nuestro Creador y Padre nuestro.
Postrada, con el rostro en el suelo, hundida en mi nada, recité el Magníficat. Enseguida el Padre me dijo que me sentara con El para escribir lo que había decidido decirle a los hombres.
Toda la corte celestial que lo había acompañado desapareció.
El Padre se quedó solo conmigo y antes de sentarse me dijo:
Mira, ¡pongo en el suelo mi corona y toda mi gloria para tomar la actitud de un hombre común!"
Después de haber tomado la actitud de un hombre común, poniendo su corona y su gloria a sus pies, puso el globo del mundo sobre su corazón, sosteniéndolo con la mano izquierda, y se sentó junto a mí. ¡Sólo puedo decir algunas palabras, ya sea sobre su llegada y sobre la actitud que se dignó asumir, ya sea sobre su amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para expresar lo que El me hizo entender.
"¡Paz y salvación -dijo- para esta casa y para el mundo entero! ¡Que mi potencia, mi amor y mi Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia la salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!
1) Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí, y para hacerles comprender que mi alegría está en el ser conocido y amado por mis hijos, es decir, por toda la humanidad presente y futura.
Asimismo, yo me complazco, me alegro, viniendo en medio de los hombres, obra maestra de mi creación.
Y así, a veces tuve que usar la severidad para reprenderlos, no para castigarlos -porque eso sólo habría causado un mal mayor- para alejarlos del vicio y dirigirlos hacia el Padre y Creador, a quién, ingratamente, habían olvidado y desconocido. Más tarde, el mal sumergió tanto el corazón de los hombres, que me vi obligado a enviar plagas al mundo para que el hombre se purificara por medio del sufrimiento, la destrucción de sus bienes y hasta la pérdida de la vida: fue el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las guerras del hombre contra el hombre, etc.
Siempre he querido quedarme en este mundo entre los hombres. Y así, durante el diluvio estaba cerca de Noé, el único justo de ese entonces. También durante las otras plagas encontré siempre un justo con el cual morar y, a través de él, viví en medio de los hombres de aquel tiempo, y así fue siempre.
El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por mi infinita bondad hacia la humanidad. Y entonces continuaba escogiendo algunas almas en las cuales me complacía para que, por medio de ellas, pudiera deleitarme con mis criaturas, los hombres.
Le prometí al mundo el Mesías. ¡Qué no hice para preparar su venida, mostrándome en las figuras que lo representaban hasta mil y mil años antes de su venida!
Porque, ¿quién es este Mesías? ¿De dónde viene? ¿Qué hará en la tierra? ¿A quién viene a representar?
El dijo: ((¿No saben que es necesario que me ocupe de las cosas de mi Padre?" (Lc. 2,49). ((He venido sólo para hacer la voluntad de mi Padre". ((Todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los concederá ", y más adelante, dado que vino para glorificar al Padre y hacerla conocer a los hombres, dijo: ((Quien me ve, ve a mi Padre". ((Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí". ((Nadie viene al Padre si no es por medio de Mí" (Jn. 14,6). ((Quienquiera que esté conmigo está también con mi Padre". ((Rezarán así: Padre nuestro, que estás en los Cielos... ". ¡Oh hombres!, concluyan que por toda la eternidad he tenido solo un deseo: hacerme conocer y amar por los hombres, deseando incesantemente estar con ellos.
¿Quieren una prueba auténtica de este deseo que tengo y que apenas he explicado?
¿Por qué le ordené a Moisés que construyera el tabernáculo y el Arca de la Alianza si no es porque tenía el deseo ardiente de venir a vivir, como un Padre, un hermano, un amigo de confianza, con mis criaturas, los hombres? Y a pesar de esto me olvidaron, me ofendieron con culpas innumerables. Sin embargo, para que recordaran a Dios, su Padre, y el único deseo que tiene de salvarlos, le di mis mandamientos a Moisés para que teniéndolos y cumpliéndolos se acordaran del Padre infinitamente bueno, todo absorto en la salvación de ellos, salvación presente y eterna.
Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres se hundieron en el error y en el temor, considerando que cansaba mucho el cumplir con los mandamientos, así como los había transmitido a Moisés. Hicieron otras leyes, que iban de acuerdo con sus vicios, para poder cumplirlos más fácilmente. Poco a poco, con el temor exagerado que tenían de Mí, me olvidaron siempre más y me llenaron de ultrajes.
Para mí, nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí Yo mismo:
¿Me detendré por esto? No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande.
No me detuve allí: reconocerán que los he amado más que a mi Hijo predilecto, por así decir, o para decirlo todavía mejor, más que a mí mismo.
Lo que les digo es totalmente verdadero: que si hubiese bastado una de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a una criatura que amo, en vez de sufrir Yo mismo en mi Hijo. Nunca he querido hacer sufrir a mis hijos.
Esto es, en breve, la historia de mi amor hasta mí venida, por medio de mi Hijo, en medio de los hombres.
Todo lo he hecho por amor
Miren, en esta historia estamos sólo en el primer día del primer siglo, y quisiera conducirla hasta nuestros días: hasta el siglo XX.
¡Oh!, ¡cómo los hombres han olvidado mi amor de Padre! ¡Y sin embargo los amo muy tiernamente! En mi Hijo, es decir, en la persona de mi Hijo hecho hombre, ¡qué no he hecho todavía! La divinidad se veló en esta humanidad, se hizo pequeña, pobre y humilde. En mi Hijo llevé una vida de sacrificios y de trabajo.
¡Recibí sus oraciones para que el hombre tuviera un camino trazado y caminara siempre en la justicia, para que llegase hasta mí, con total seguridad!
Cierto, puedo comprender muy bien la debilidad de mis hijos. Por esto le pedí a mi Hijo que les donara los medios para levantarse después de las caídas. Estos medios los ayudarán a purificarse de los pecados, para que sean todavía los hijos de mi amor. Principalmente son los siete sacramentos y sobre todo el gran medio para salvarse que es el Crucifijo, que es la Sangre de mi Hijo, que en cada instante se derrama sobre ustedes, siempre y cuando lo quieran, ya sea con el sacramento de la penitencia, ya sea con el santo sacrificio de la Misa.
Mis queridos hijos, desde hace veinte siglos los colmo de estos bienes con gracias especiales y, sin embargo, el resultado es pobrísimo.
¡Cuántas criaturas mías, hijas de mi amor por medio de mi Hijo, se han lanzado muy rápidamente en el abismo eterno! En verdad, no han conocido mi infinita bondad, ¡Yo los amo mucho! (expresión preferida por Sor Eugenia y que se repite a menudo).
¿Es posible que después de haberme llamado Padre y de haberme demostrado su amor, encuentren en mí un corazón tan duro y tan insensible que los deje perecer?
¡No! ¡No! ¡No lo crean! ¡Yo soy el mejor de los Padres ¡Conozco las debilidades de mis criaturas! ¡Vengan, vengan a mí con confianza y amor! Y Yo los perdonaré después de su arrepentimiento. ¡Aunque sus pecados fueran repugnantes como el fango, su confianza y su amor me los harían olvidar, y así no serán juzgados! Yo soy justo, es verdad, pero ¡el amor paga todo!
Escuchen, hijos míos, hagamos una suposición para que tengan la seguridad de mi amor. Para mí sus pecados son como el hierro y sus actos de amor como el oro. ¡Aunque me entregaran mil kilos de hierro no sería tanto cuanto si me donaran diez kilos de oro! Esto significa que con un poco de amor se rescatan enormes iniquidades.
Este es un pequeñísimo aspecto de mi juicio sobre mis hijos, los hombres, sin excepción. Por lo tanto, hay que llegar hasta mí. ¡Yo estoy tan cerca de ustedes! Entonces. es necesario amarme y glorificarme para que no sean juzgados, o por lo menos para que sean juzgados con amor infinitamente misericordioso.
¡No lo duden! Si mi corazón no fuera así ya habría exterminado el mundo cada vez que se hubiese cometido un pecado. Sin embargo, y ustedes son testigos, en cada instante se manifiesta mi protección, mediante gracias y beneficios. Pueden concluir que existe un Padre sobre todos los padres, que los ama y que nunca cesará de amarlos, siempre y cuando lo quieran ustedes.
Vengo en medio de ustedes por dos caminos: ¡La Cruz y la Eucaristía! La Cruz es el camino que baja hasta mis hijos, porque es por medio de ella que los hice redimir por mi Hijo. Y para ustedes la Cruz es el camino que sube hacia mi Hijo, y desde mi Hijo hacia mí. Sin ella nunca podrían llegar, porque el hombre, con el pecado, ha hecho recaer sobre sí mismo el castigo de la separación de Dios.
En la Eucaristía yo vivo en medio de ustedes como un Padre en su familia. Quise que mi Hijo instituyese la Eucaristía para hacer de cada tabernáculo un depósito de mis gracias, de mis riquezas y de mi amor, para dados a los hombres, mis hijos.
Siempre es a través de estos dos caminos que hago descender mi potencia y mi infinita misericordia.
La obra de esta tercera Persona de mi divinidad se cumple sin ruido, y a menudo el hombre no se da cuenta. Pero para mí es un medio muy idóneo para vivir, no solo en el tabernáculo sino también en el alma de todos los que están en estado de gracia, para establecer mi trono y vivir siempre como un verdadero Padre que ama, protege y sostiene a su hijo. Nadie puede comprender la alegría que siento, cuando estoy a solas con un alma. Nadie ha comprendido todavía los deseos infinitos de mi corazón de Padre de ser conocido, amado y glorificado por todos los hombres, justos y pecadores. Por lo tanto, son estos tres homenajes los que deseo recibir de parte del hombre, para que yo sea siempre misericordioso y bueno, aún con los grandes pecadores.
Quiero ser conocido, amado y glorificado
En el Éxodo pueden leer que hay que ensalzar a Dios con un culto especial. Sobre todo los salmos de David contienen esta enseñanza. En los mandamientos, que yo mismo di a Moisés, puse en primer lugar: "Adorarás y amarás perfectamente a un solo Dios".
Ahora bien, amar y ensalzar a una persona son dos cosas que van unidas, dado que los he colmado de muchos bienes. Por lo tanto, ¡tengo que ser alabado por ustedes de un modo particular!
Dándoles la vida, he querido crearlos a mi imagen y semejanza. Por esto, ¡Su corazón es sensible como el mío y el mío como el de ustedes!
Si uno de sus vecinos les hiciera un pequeño favor ¿qué no harían para complacerle? El hombre más insensible conservaría para esa persona un agradecimiento. Cualquier hombre buscaría también lo que mayor gusto le daría a esa persona, para recompensarla por el servicio recibido. Así pues, yo, yo seré mucho más agradecido con ustedes, asegurando la vida eterna, si ustedes me hacen el pequeño favor de glorificarme, tal como se los pido.
Reconozco que me alaban en mi Hijo, y que existen algunos que saben elevar todo hacia mí por medio de mi Hijo, ¡pero son tan pocos! Sin embargo, no piensen que glorificando a mi Hijo no me glorificarán. ¡Claro que sí!, me glorificarán porque yo vivo en mi Hijo. ¡Todo lo que es gloria para Ello es también para mí!
Pero yo quisiera ver al hombre glorificar a su Padre y Creador con un culto especial. Mientras más me glorifiquen, más glorifican a mi Hijo, dado que, por mi voluntad, El se hizo Verbo encarnado y vino a ustedes, a vivir entre ustedes para hacerles conocer a Aquél que lo mandó.
Cuando me conozcan, me amarán a Mí y a mi Hijo predilecto más de lo que aman ahora. Miren cuántas criaturas mías, que se han vuelto hijos míos por medio del misterio de la Redención, no están en el prado que he establecido para todos los hombres, mediante mi Hijo. Miren cuántos otros, y ustedes lo saben, ignoran la existencia de estos prados, y cuántas criaturas, que han salido de mis manos, y de las cuales yo conozco su existencia mientras que ustedes la ignoran, j ni siquiera conocen la mano que las ha creado!
Quiero que me conozcan como Padre
Créanme, si hubieran comenzado desde la Iglesia a glorificarme con un culto especial, después de veinte siglos habrían quedado pocos hombres viviendo en la idolatría, en el paganismo y en tantas falsas y malas sectas, ¡ en las cuales el hombre corre con los ojos cerrados para lanzarse en el abismo del fuego eterno! ¡Miren cuánto trabajo queda por hacer!
¡Mi hora ha llegado! Es necesario que sea conocido, amado y glorificado por los hombres, para que, después de haberlos creado, yo pueda ser su Padre, después su Salvador y finalmente el objeto de sus delicias eternas.
Hasta aquí les he hablado de cosas que ya saben, y he querido recordarlas para que estén más convencidos todavía de que soy un Padre buenísimo y no un Padre terrible como ustedes creen, es más, que soy el Padre de todos los hombres actualmente vivientes, y de los que todavía crearé hasta el fin del mundo.
Sepan que quiero ser conocido, amado y sobre todo glorificado. Que todos reconozcan mi bondad infinita para todos y sobre todo para los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren. Sepan que no tengo otro deseo que el de amarlos, donarles mis gracias, perdonarlos cuando se arrepienten, y sobre todo no juzgarlos con mi justicia sino con mi misericordia, para que todos se salven y sean incluidos en el número de los elegidos.
También quisiera que tus superioras te permitieran usar tus momentos de libertad para estar conmigo, y tú puedas, durante media hora al día, consolarme y amarme, y así obtener que los corazones de los hombres, mis hijos, se dispongan a trabajar para extender este culto, del cual les he revelado ahora la forma, para que lleguen a tener una gran confianza en este Padre que quiere ser amado por sus hijos.
Para que esta obra, que quiero hacer con los hombres, pueda extenderse en todas las naciones lo más pronto posible, sin que los que serán encargados de difundirla cometan la mínima imprudencia, te pido que transcurras tus días en gran recogimiento. Te sentirás feliz de hablar poco con las criaturas y, en tu corazón, en secreto hablarás conmigo y me escucharás, aun cuando estés en medio de los demás.
Por otra parte, esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces te hable de ti personalmente, tú escribirás mis confidencias en un pequeño diario especial. Pero aquí pretendo hablar de los hombres: yo vivo con los hombres en una intimidad mayor que la de una madre con sus hijos.
Desde la creación del hombre nunca he cesado, ni un solo instante, de vivir junto a él. Como Creador y Padre del hombre siento la necesidad de amarlo. No es que yo necesite de él, pero mi amor de Padre y Creador me hace sentir esta necesidad de amar al hombre. Por lo tanto, yo vivo cerca del hombre, lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, proveo a todo.
Yo veo sus necesidades, sus trabajos, todos sus deseos, y mi felicidad más grande es la de socorrerlo y salvarlo.
¡Los hombres creen que yo soy un Dios terrible, y que precipito a toda la humanidad en el infierno. j Qué sorpresa cuando, al final de los tiempos, verán muchas almas, que creían perdidas, gozar de la eterna felicidad en medio de los elegidos!
¡Quisiera que todas mis criaturas se convenzan de que hay un Padre que vela por ellas y quequiere hacerles pregustar, aun aquí abajo, la felicidad eterna.
Una madre nunca olvida la pequeña criatura que dio a luz. ¿No es aún más hermoso que, de parte mía, me acuerde de todas las criaturas que he puesto en el mundo?
Ahora, si la madre ama este pequeño ser que yo le he donado, yo lo amo más que ella porque yo lo he creado. Aunque una madre amase menos a su niño por algún defecto que tuviera, yo, al contrario, lo amaré todavía más. Ella podría llegar hasta a olvidarlo, o a pensar en él raramente, sobre todo cuando lo han quitado de su vigilancia, pero yo nunca lo olvidaré. Yo siempre lo amaré. Si no se acordara más de Mí, de su Padre y Creador, yo siempre lo recordaré y siempre lo amaré.
Les quiero dar la felicidad
Por lo tanto, deseo que el hombre recuerde a menudo que yo estoy allí en donde está él y que no podría vivir si yo no estuviese con él, viviente como él. A pesar de su incredulidad yo nunca dejo de estar junto a él.
¡Ah!, cómo deseo ver realizado el plan que quiero comunicarles y que es este: hasta hoy el hombre no ha pensado para nada en hacerle a Dios, su Padre, este favor que estoy por decir: quisiera ver que se establezca una gran confianza entre el hombre y su Padre de los Cielos, ver un verdadero espíritu de familiaridad y de delicadeza, al mismo tiempo, para que no se abuse de mi gran bondad.
Conozco sus necesidades, sus deseos y todo lo que está en ustedes. Pero, ¡cómo estaría agradecido y sería feliz si les viera venir a Mí para hacerme las confidencias de sus necesidades, como un hijo totalmente confiado en su padre! Si me lo pidieran, ¿cómo podría rechazar cualquier cosa, de mínima o máxima importancia que sea, aun cuando no me vean ni me sientan muy cerca de ustedes en los acontecimientos que suceden en ustedes y en su alrededor? Un día, ¡cómo será meritorio para ustedes el haber creído en mí sin haberme visto!
Aún ahora que estoy aquí, en persona, en medio de todos ustedes, que les hablo repitiendo incesantemente, en todas las formas, que los amo y quiero ser conocido, amado y glorificado con un culto especial, ustedes no me ven, excepto una sola persona. ¡Aquella a la cuál he dado este mensaje! ¡Una sola en toda la humanidad! Y, sin embargo, heme aquí que les hablo, y en la que veo y a la cuál hablo, los veo a todos y les hablo a todos y a cada uno de ustedes, ¡y los amo como si me vieran!
Por lo tanto, deseo que los hombres me conozcan y sientan que estoy cerca de ellos. ¡Oh, hombres!, recuerden que quisiera ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si Yo no fuera la esperanza del hombre, el hombre estaría perdido. ¡Pero es necesario que Yo sea conocido como tal para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y lo pongan en relación con su Padre del Cielo y de la tierra!
¡No piensen que Yo soy ese terrible viejo que los hombres representan en sus imágenes y en sus libros! ¡No! ¡no!, Yo no soy ni más joven ni más viejo que mi Hijo y que mi Santo Espíritu.
Enseñen a los niños a llamarme Padre
Quisiera establecerme en cada familia con mi dominio para que todos puedan decir con seguridad: "tenemos un Padre que es infinitamente bueno, inmensamente rico y muy misericordioso. El piensa en nosotros y está cerca de nosotros, nos mira, nos sostiene y nos dará todo lo que nos falta, si se lo pedimos. Todas las riquezas son nuestras, nosotros tendremos todo lo que necesitamos". Precisamente estoy allí para que me pidan lo que necesitan: "Pidan y recibirán". Con mi paternal bondad les daré todo, como verdaderamente hago, siempre que todos sepan considerarme como un verdadero Padre viviente en medio de mis hijos.
Deseo también que cada familia exponga a la vista de todos la imagen que más tarde haré conocer a mi "hijita". Deseo que cada familia se ponga bajo mi protección muy especial, para que puedan glorificarme más fácilmente. Allí, cada día, la familia me hará conocer sus necesidades, sus trabajos, sus penas, sus sufrimientos, sus deseos y también sus alegrías, porque un Padre tiene que saber todo lo que se refiere a sus hijos. Seguramente Yo lo sé, dado que estoy allí, pero me gusta mucho la simplicidad. Yo sé adaptarme a sus condiciones. Me vuelvo pequeño con los pequeños, me vuelvo adulto con los hombres adultos, con los ancianos me vuelvo semejante a ellos, para que todos comprendan lo que quiero decirles de su santificación y de mi gloria.
La prueba de lo que les digo ¿no la tienen ya en mi Hijo que se hizo pequeño y débil como ustedes? ¿No la tienen también ahora, viéndome aquí que les hablo? Y, para que puedan entender lo que quiero decirles, ¿no he escogido para hablarles a una pobre criatura como ustedes? Y ahora, ¿no me hago semejante a ustedes?
Sin extenderme en muchas cosas que sería oportuno decir aquí, pero que podré decir más adelante, quiero ahora hablar en modo particular a las almas de los que me han escogido: sacerdotes y religiosos. Para ustedes, hijos queridos de mi amor, ¡tengo grandes proyectos!
Antes de dirigirme a todos me dirijo a ti, hijo mío dilecto, a ti, mi Vicario, para poner en tus manos esta obra que debería ser la primera entre todas y que, por el temor que el demonio ha inspirado en los hombres, se cumplirá sólo en este tiempo.
¡Ah!, quisiera que tú comprendieras la extensión de esta obra, su grandeza, su amplitud, su profundidad, su altura. ¡Quisiera que tú comprendieras los deseos inmensos que tengo en relación con la humanidad presente y futura! ¡Si tú supieras cuánto deseo ser conocido, amado y glorificado por los hombres, con un culto especial! Este deseo lo conservo en Mí desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre. Este deseo lo manifesté varias veces a los hombres, sobre todo en el Antiguo Testamento. Pero el hombre nunca lo ha entendido. Ahora este deseo me hace olvidar todo el pasado, siempre y cuando se realice en el presente, en mis criaturas del mundo entero.
¡Me rebajo al nivel de la más pobre de mis criaturas para poder, considerando su ignorancia, hablarle y por medio de ella poder hablar a los, hombres, ¡sin que ella se dé cuenta de la grandeza de la obra que quisiera hacer con ellos!
No puedo hablar de teología con ella, estoy seguro de que fallaría, de que no entendería. Yo permito que sea así para poder realizar mi obra mediante la simplicidad y la inocencia. Pero ahora te toca a ti poner esta obra en estudio y llevarla muy rápidamente a la ejecución.
Para ser conocido, amado y glorificado con un culto especial no pido algo extraordinario. Sólo deseo esto:
1) Que un día, o por lo menos un domingo, sea consagrado para glorificarme, en modo muy particular, con el nombre de Padre de toda la humanidad.
Si prefieren rendirme este culto especial un domingo de Agosto, si escogen un día de la semana, prefiero que sea el día 7 de este mismo mes.
2) Que todo el clero se empeñe en el desarrollo de este culto y, sobre todo, que me haga conocer por los hombres así como soy y como seré siempre con ellos, es decir, el Padre más tierno y más amable entre todos los padres.
3) Deseo que se me dé este culto en todas las familias, en los hospitales, también en los laboratorios y en los talleres, en los cuarteles, en las salas de deliberación de los ministros de todas las naciones, y en fin, en cualquier parte en donde se encuentren mis criaturas, aunque hubiera una sola. Que el signo tangible de mi invisible presencia sea una imagen que demuestre que estoy realmente presente allí. Así, todos los hombres actuarán bajo la mirada de su Padre, y yo mismo tendré bajo mi mirada a la criatura que he adoptado después de haberla creado, y todos mis hijos estarán bajo la mirada de su tierno Padre. Indudablemente también ahora estoy en todas partes, ¡pero quisiera estar representado de una manera sensible!
Sí, que también estos hombres, que son mis hijos, vean brillar esta llama, que conozcan la verdad, que abracen y practiquen todas las virtudes cristianas.
5) Quisiera ser glorificado de un modo particular en los seminarios, en los conventos de novicios, en las escuelas y en los internados. Que todos, desde el más pequeño hasta el más grande, puedan conocerme y amarme como su Padre, su Creador y su Salvador.
6) Que los sacerdotes se empeñen en buscar en las Sagradas Escrituras lo que dije en otros tiempos, y que hasta ahora ha sido ignorado, en relación con el culto que deseo recibir de parte de los hombres. Que trabajen para que mis deseos y mi voluntad lleguen a todos los fieles y a todos los hombres, especificando lo que diré para todos los hombres en general y, en particular, para los sacerdotes, los religiosos y religiosas. Estas son las almas que escojo para que me rindan grandes homenajes, más que los otros hombres del mundo.
¡Cierto es que se necesitará tiempo para llegar a una completa realización de lo que deseo de parte de la humanidad y que te he hecho conocer! Pero un día, con las oraciones y los sacrificios de las almas generosas, que se inmolarán por esta obra de mi amor, sí, un día estaré satisfecho. Te bendeciré, hijo mío predilecto, y te daré el céntuplo de todo lo que harás por mi gloria.
Quiero decirte unas palabras a ti también, hijo mío Alejandro, para que mis deseos se realicen en el mundo. Es necesario que, con el padre espiritual del "arbusto" de mi hijo Jesús, seas promotor de esta obra, es decir, de este culto especial que espero de parte de los hombres.
A ustedes, hijos míos, confío esta obra y su futuro tan importante.
Hablen, insistan, hagan saber lo que diré para que yo sea conocido, amado y glorificado por todas las criaturas, y así habrán hecho lo que yo espero de ustedes, es decir, mi voluntad, y habrán realizado mis deseos, que desde hace tiempo conservo en el silencio.
Todo lo que harán por mi gloria yo lo compensaré con creces para su salvación y su santificación. En fin, será en el cielo, y sólo en el cielo, que verán la gran recompensa que les daré en modo particular, y también a todos los que trabajarán para esto.
Por mi parte, mi amor por mis criaturas es tan grande, que no siento otra alegría que la de estar entre los hombres.
Mi gloria en el cielo es infinitamente grande, pero es todavía más grande cuando me encuentro entre mis hijos, los hombres de todo el mundo. Criaturas mías, su cielo está en el Paraíso con mis elegidos, porque es allá arriba, en el cielo, que me contemplarán en una visión perenne, y gozarán de una gloria eterna. j Mi cielo está en la tierra con todos ustedes, oh hombres! Sí, es en la tierra y en sus almas que busco mi felicidad y mi alegría. Pueden darme esta alegría, y es para ustedes también un deber hacia su Creador y Padre, que de ustedes lo espera y lo desea.
La alegría de estar entre ustedes no es menor de la que probaba cuando estaba con mi hijo Jesús durante su vida mortal. Era Yo quién enviaba a mi Hijo. Fue concebido por mi Espíritu Santo, que también soy Yo. En pocas palabras, era siempre YO.
Amándolos a ustedes, criaturas mías, como a mi Hijo que soy Yo, digo como a El: son mis hijos predilectos, en los cuales me complazco; es por esto que gozo con su compañía y que deseo quedarme con ustedes. Mi presencia entre ustedes es como el sol sobre el mundo terrestre. Si están bien dispuestos a recibirme vendré muy cerca de ustedes, entraré en ustedes y los iluminaré con mi amor infinito.
En cuanto a ustedes, almas en pecado o que ignoran la verdad religiosa, no podré entrar en ustedes, pero de todos modos estaré cerca, porque nunca dejo de llamarlos, de invitarlos a desear los bienes que les traigo para que vean la luz y los curen del pecado.
A veces los miro con compasión porque están en una infeliz condición. A veces los miro con amor para que se sientan dispuestos a ceder a los encantos de la gracia. A veces paso días, también años, cerca de algunas almas para asegurarles la felicidad eterna. No saben que Yo estoy allí, que las espero, que las llamo a cada instante durante el día. Sin embargo, tampoco me canso y siento igualmente alegría estando junto a ustedes, siempre con la esperanza de que un día regresen a su Padre y que me harán un acto de amor, por lo menos antes de morir. He aquí el ejemplo de un alma que está muriendo de repente:
"Esta alma ha sido siempre para Mí como el hijo pródigo. Yo la colmaba de bienes, que ella andaba despilfarrando, así como todos los dones gratuitos de su Padre tan amable, y además me ofendía gravemente. Yo la esperaba, la seguía por todas partes, le hacía nuevos favores, como la salud y los bienes, la hacía disfrutar de sus trabajos, tanto así que tenía hasta lo que era superfluo. A veces mi providencia le daba todavía otros bienes nuevos. Por lo tanto, se encontraba en la abundancia, pero Yo no veía otra cosa que el triste espectáculo de sus vicios, y toda su vida era un conjunto de errores, por el pecado mortal habitual. Pero mi amor nunca se cansó. Perseveraba en seguirla, la amaba y, sobre todo, a pesar de los rechazos que me oponía, estaba contento de vivir pacientemente cerca de ella, con la esperanza de que, quizás un día escucharía mi amor y regresaría a Mí, su Padre y Salvador.
En fin, se acerca su último día: le mando una enfermedad para que pueda estar recogida y pueda regresar a Mí, su Padre. Pero el tiempo pasa y allí está mi pobre hijo de 74 años en su última hora. Y Yo, como siempre, estoy allí todavía, y como nunca antes le hablo con mayor bondad. Insisto, llamo a mis elegidos para que recen por él para que pida el perdón que Yo le ofrezco. A este punto, antes de expirar, abre los ojos, reconoce sus errores y lo mucho que se ha alejado del verdadero camino que conduce a Mí. Vuelve en sí y después, con voz débil que nadie a su alrededor logra escuchar, me dice: "Dios mío, ahora veo como tu amor por mí ha sido grande, y yo te he ofendido continuamente con una vida muy mala. Nunca he pensado en Ti, mi Padre y Salvador. Tú que ves todo, por todo el mal que ves en mí, y que reconozco en mi confusión, te pido perdón y te amo, ¡Padre mío y Salvador mío!" Murió en ese mismo instante y aquí está delante de Mí. Yo lo juzgo con el amor de un Padre, como él me llamó, y se salvó. Quedará por un tiempo en el lugar de expiación y después será feliz por toda la eternidad. Y Yo, después de haberme complacido durante su vida con la esperanza de salvarlo con su arrepentimiento, gozo todavía más con mi corte celestial porque se ha realizado mi deseo y por ser su Padre por toda la eternidad".
Yo soy manantial de Vida
Si quieren la potencia de esta fuente que les hablo aprendan primero a conocerme mejor ya amarme hasta el punto que yo deseo, es decir, no sólo como Padre, sino también como su amigo y su confidente.
¿Por qué sorprenderse de lo que digo? ¿No los he creado a mi imagen? Los he hecho a mi imagen para que no encuentren nada de extraño cuando hable y se familiaricen con su Padre, su Creador y su Dios, dado que se han vuelto los hijos de mi amor paterno y divino, por medio de mi misericordiosa bondad.
Mi Hijo Jesús está en Mí y Yo estoy en El, en nuestro mutuo amor que es el Espíritu Santo, que nos tiene unidos con este vínculo de caridad que hace que nosotros seamos Uno. El, mi Hijo, es el depósito de esta fuente que está siempre llena de agua de salvación, ¡hasta el punto de desbordarse!, para que los hombres puedan sacarla de su corazón. ¡Pero es necesario estar seguros de esta fuente que mi Hijo les abre para que ustedes puedan convencerlos de que es refrigerante y placentera! Entonces, vengan a Mí por medio de mi Hijo y, cuando estén cerca de Mí, confíenme sus deseos. Les mostraré esta fuente haciéndome conocer tal como soy. Cuando me conozcan se apagará su sed, sus males se curarán y sus temores desaparecerán: su alegría será grande y su amor encontrará una seguridad que no habían encontrado nunca hasta ahora.
¿Pero cómo -me dirán- podemos venir a Ti? ¡Ah!, vengan por la vía de la confianza, llámenme Padre mío, ámenme en espíritu y verdad y esto será suficiente para que esta agua, refrigerante y potentísima, apague su sed.
Pero si verdaderamente quieren que esta agua les dé todo lo que les falta para conocerme y amarme, y si los sienten fríos e indiferentes, llámenme sólo con el dulce nombre de Padre y yo vendré a ustedes. Mi fuente les donará el amor, la confianza y todo lo que les falta para ser siempre amados por su Padre y Creador.
No excluyo a nadie de mi Amor
Hijos míos, ¿quieren pasar aquí abajo la vida en paz y alegría? Vengan a lanzarse en este océano inmenso y quédense allí para siempre, aún utilizando su vida con el trabajo, esa misma vida que será santificada por la caridad.
Me preocupo de los más alejados
En cuanto a mis hijos que no están en la verdad quiero, con mayor razón, cubrirlos con mis predilecciones paternas, para que abran los ojos a la luz que en este tiempo resplandece más sensiblemente que nunca.
¡Es el tiempo de las gracias, previsto y esperado por toda la eternidad! Yo estoy aquí para hablarles, vengo como el más tierno y amable de los padres. Me rebajo, me olvido de Mí mismo para elevados hasta Mí y asegurar a ustedes la salvación. Todos ustedes que viven hoy, y también ustedes que están en la nada, pero que vivirán de siglo en siglo hasta el fin del mundo, piensen que no vivirán solos, sino que un Padre, por encima de todos los padres, vive entre ustedes, y hasta vive en ustedes, que piensa en ustedes y que les ofrece la posibilidad de participar en las incomprensibles prerrogativas de su amor. Acérquense a la fuente que siempre manará de mi pecho paterno. Saboreen la dulzura de esta saludable agua y, cuando hayan probado toda su deliciosa potencia, sus almas podrán satisfacer todas sus necesidades; vengan a zambullirse en el océano de mi caridad, para no vivir más que en Mí y morir en ustedes mismos, para vivir eternamente en Mí”.
"Nuestro Padre me ha dicho en un coloquio íntimo: La fuente es el símbolo de mi conocimiento y el océano es el de mi caridad y de su confianza. Cuando quieran beber en esta fuente estúdienme para conocerme y cuando me conozcan zambúllanse en el océano de mi caridad confiando en Mí con una confianza que los transforme, y a la cual Yo no pueda resistir, entonces perdonaré sus errores y los colmaré con las mayores gracias".
Ya lo he dicho, es necesario completar el culto de la Santa Iglesia, glorificando en modo particular al autor de esta sociedad, a Aquél que vino a fundada, a Aquél que es el alma, Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¿Cómo podría dejarlos solos después de haberlos creado y adoptado con mi amor? Los acompaño en todas partes, los protejo en todo momento para que todo los ayuden a tornar conciencia de mi gran bondad para con ustedes, a pesar de que han olvidado a menudo mi amor infinito, olvido que los hacen decir: "Es la naturaleza la que nos da todo, la que nos hace vivir y nos hace morir". Con este pensamiento tan erróneo, no se dan cuenta que éste es el tiempo de gracia y de luz. ¡Por tanto, reconozcan que Yo soy el único verdadero Dios!
Los ayudo con mi fuerza
Si toda la humanidad me invoca y me glorifica, haré descender sobre ella el espíritu de paz como un rocío bienhechor.
Si todas las naciones, como tales, me invocan y me glorifican, nunca más tendrán discordias ni guerras, porque Yo soy el Dios de la paz y allá en donde Yo estoy no habrá guerra.
¿Quieren obtener la victoria sobre su enemigo? Invóquenme y triunfarán victoriosamente sobre el mismo.
En fin, ustedes saben que con mi potencia todo lo puedo.
¡Padre mío, que estás en los cielos, ¡cómo es dulce y suave saber que Tú eres mi Padre y que yo soy tu Hijo!
Sí, ¡creo que Tú para mí eres Padre en cada momento de la vida, y que yo soy tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!
Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!
Creo que Tú, el infinitamente sabio, haces que todo sirva para el beneficio de los que te aman: ¡Y aun bajo las manos que golpean yo beso Tu mano que sana!
Creo, ¡pero aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad! Enséñame a ver siempre Tu amor como guía en cada evento de mi vida.
Padre, ¡Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que me conozco yo mismo: tú puedes todo y Tú me amas!
Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte: con Jesús y María,... (Pedir la gracia que se desea).
Por esta intención, uniéndome a sus Sacratísimos Corazones, Te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes (Si se reza esta oración como Novena, añadir: "Te prometo ser más generoso, especialmente en estos nueve días, en tal circunstancia... con tal persona... ").
Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que lo pido! Y Tú, ¡oh Jesús, abre tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María ofrécelo a nuestro Padre divino!.. ¡Obtiéneme la gracia que necesito!
Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame tu Paternal Bondad y tu Divina Misericordia! Sé para mí un tierno Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡ten piedad de mí!
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.