"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




El Señor expuesto las 24  horas del día en vivo y en directo

https://www.youtube.com/watch?v=aHCHbn4abhk&t=145s






LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

 click en imagen

Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



HORA DE SAN JOSÉ
Para hacer los:
Domingos a la 21 horas
 Domingos 09:00 PM




Mensajes de Dios y la Virgen María (MDM)
http://kyrieokumbaya.blogspot.com.es/

Presentamos la Asociación por las Almas del Purgatorio. 
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014


jueves, 31 de mayo de 2018

MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Santa Margarita María Alacoque, virgen

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En el mes de Junio, ofrece al Sagrado Corazón de Jesús diariamente estas oraciones:


Por la señal de la Santa Cruz...


Oración preparatoria.- Dios mio, me postro ante vuestra soberana presencia: yo os adoro en unión de vuestro Santísimo Hijo y deseo unir mi corazón al suyo para ofreceros una oración pura y agradable a Vuestros Divinos ojos. Y Vos, Virgen Santísima, Ángel de mi guarda y santos de mi devoción, interceded por mí,a fin de que pueda meditar las excelencias del Amor de Cristo. Amén.

Deprecaciones.- Oh! Corazón Amorosísimo de Jesús, por vuestra  herida preciosa abierta para dar paso a las llamas de Vuestro inmenso Amor, haced que el incendio de la caridad purifique nuestros corazones de la inmundicia del pecado. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh! Corazón Sacratísimo de Jesús, por vuestra Corona de espinas que os atormentó con las puntas crueles de nuestros pecados, alcanzadnos un santo y sincero remordimiento de nuestras culpas. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh! Corazón dulcísimo de Jesús, por vuestra Cruz plantada como árbol frondoso alimentado por la Sangre Divina, signo de vuestro ardiente deseo de ser  crucificado, concedednos una entera resignación a los designios de la Providencia. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.



Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de Amor! Por mediación de vuestra Madre y Madre mía la Santísima Virgen María, acepto muy gustoso/a el pacto que Vos me proponéis de cuidar Vos de mí y de mis cosas y cuidar yo de Vos y de Vuestra Gloria.

Todo lo mío lo pongo en vuestras manos, mi familia, negocios y ocupaciones todas; mi cuerpo con sus sentidos, salud y vida; mi alma con sus potencias, virtudes y méritos; mi propia salvación y santificación.

Cuidad Vos de mí.

Yo en cambio cuidaré de Vos: de glorificaros cuanto pueda. Os prometo contribuir con comuniones, misas, rosarios, oraciones y jaculatorias; con la paciencia en sufrir la cruces ordinarias de la vida; con el fiel cumplimiento de las obligaciones de mi estado; con obras de misericordia, con limosnas y sacrificios; con la propaganda, con el ejemplo, de palabra y por escrito, a daros toda gloria y reparación que me sea posible. Quiero extender por todo el mundo vuestro reinado de Amor. Hacedme perfectísimo amante y apóstol de Vuestro Amantísimo Corazón. Amén.


Todo sea por Vos.
Corazón Sacratísimo de Jesús.
Sagrado Corazón de Jesús,
en Vos confío.

Dulce Corazón de María,
sed nuestra salvación y guia.

***

LA GRAN PROMESA DE LOS NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES

Jesucristo dijo: "No dejaré morir eternamente a ninguno que se haya consagrado a mi Divino Corazón".

"Prometo, en el exceso de mi Misericordia, que Mi Amor Todopoderoso concederá a todos los que hayan comulgado nueve primeros de mes seguidos la gracia de la penitencia final. No morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Sacramentos y mi corazón será su refugio seguro en aquella hora".




SAGRADO CORAZÓN EN TI CONFÍO



Postrado ante tus pies, humildemente,
Vengo a pedirte Dulce Jesús mío,
Poderte repetir constantemente:

Sagrado Corazón, en Ti confío

Si la confianza es prueba de ternura,
Esta prueba de amor darte yo ansío,
Aun cuando esté sumido en amargura,

Sagrado Corazón, en Ti confío.

En las horas más tristes de mi vida,
Cuando todos me dejen, ¡Oh Dios mío!,
Y el alma esté por penas combatida,

Sagrado Corazón, en Ti confío.

Aunque sienta venir la desconfianza,
Y aunque todos me miren con desvío,
No será confundida mi esperanza:

Sagrado Corazón, en Ti confío.

Si contraje Contigo santa alianza
Y te di todo mi amor y mi albedrío,
¿Cómo ha de ser frustrada mi esperanza?

Sagrado Corazón, en Ti confío.

Y siento una confianza de tal suerte,
Que sin temor a nada, Jesús mío,
Espero repetir hasta la muerte:

¡Sagrado Corazón de Jesús...en Ti confío!.

AMÉN


 

Oraciones del mes del Sagrado Corazón de Jesús para  poder  honrarLo todos los días del mes de Junio.





Reeditado

miércoles, 30 de mayo de 2018

Solemnidad del Corpus Christi

Solemnidad del Corpus Christi  



¡¡¡Bendito, Alabado, Amado y Glorificado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar !!!

  








Reeditado

Eucaristía - Adoración - Comunión. Selección de textos de Benedicto XVI sobre la Sagrada Liturgia (VII)


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Escrito por Juan José Silvestre
Publicado: 12 Marzo 2013
Ofrecemos una selección de textos que tienen como tema central la sagrada liturgia

Collationes.org

Los textos resaltan la importancia de la relación entre celebración eucarística y adoración. En palabras de Benedicto XVI: «el culto del Santísimo Sacramento es como el “ambiente” espiritual dentro del cual la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. La acción litúrgica sólo puede expresar su pleno significado y valor si va precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración»[1]Y esto porque «en la Eucaristía no es que simplemente recibamos algo. Es un encuentro y una unificación de personas, pero la persona que viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios. Esa unificación sólo puede realizarse según la modalidad de la adoración»[2].
      
En este sentido la actitud de arrodillarse cobra una especial relevancia, ya que «ante Cristo crucificado todo el cosmos, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodilla (cfr. Fl 2, 10-11). Él es realmente expresión de la verdadera grandeza de Dios. La humildad de Dios, el amor hasta la cruz, nos demuestra quién es Dios. Ante él nos ponemos de rodillas, adorando. Estar de rodillas ya no es expresión de servidumbre, sino precisamente de la libertad que nos da el amor de Dios, la alegría de estar redimidos, de unirnos con el cielo y la tierra, con todo el cosmos, para adorar a Cristo, de estar unidos a Cristo y así ser redimidos» [3].

1. Benedicto XVI, Homilía Santa Misa Corpus Christi, Basílica de San Juan de Letrán, 26 de mayo de 2005
      
En la fiesta del Corpus Christi la Iglesia revive el misterio del Jueves santo a la luz de la Resurrección. También el Jueves santo se realiza una procesión eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al monte de los Olivos. En Israel, la noche de Pascua se celebraba en casa, en la intimidad de la familia; así, se hacía memoria de la primera Pascua, en Egipto, de la noche en que la sangre del cordero pascual, asperjada sobre el arquitrabe y sobre las jambas de las casas, protegía del exterminador. En aquella noche, Jesús sale y se entrega en las manos del traidor, del exterminador y, precisamente así, vence la noche, vence las tinieblas del mal. Sólo así el don de la Eucaristía, instituida en el Cenáculo, se realiza en plenitud: Jesús da realmente su cuerpo y su sangre. Cruzando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, verdadero maná, alimento inagotable a lo largo de los siglos. La carne se convierte en pan de vida.
      
En la procesión del Jueves santo la Iglesia acompaña a Jesús al monte de los Olivos: la Iglesia orante desea vivamente velar con Jesús, no dejarlo solo en la noche del mundo, en la noche de la traición, en la noche de la indiferencia de muchos. En la fiesta del Corpus Christi reanudamos esta procesión, pero con la alegría de la Resurrección. El Señor ha resucitado y va delante de nosotros.
     
 En los relatos de la Resurrección hay un rasgo común y esencial; los ángeles dicen: el Señor “irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt 28, 7). Reflexionando en esto con atención, podemos decir que el hecho de que Jesús “vaya delante” implica una doble dirección. La primera es, como hemos escuchado, Galilea. En Israel, Galilea era considerada la puerta hacia el mundo de los paganos. Y en realidad, precisamente en Galilea, en el monte, los discípulos ven a Jesús, el Señor, que les dice: “Id... y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19).
      
La otra dirección del “ir delante” del Resucitado aparece en el evangelio de san Juan, en las palabras de Jesús a Magdalena: “No me toques, que todavía no he subido al Padre” (Jn 20, 17). Jesús va delante de nosotros hacia el Padre, sube a la altura de Dios y nos invita a seguirlo. Estas dos direcciones del camino del Resucitado no se contradicen; ambas indican juntamente el camino del seguimiento de Cristo. La verdadera meta de nuestro camino es la comunión con Dios; Dios mismo es la casa de muchas moradas (cf. Jn 14, 2 s). Pero sólo podemos subir a esta morada yendo “a Galilea”, yendo por los caminos del mundo, llevando el Evangelio a todas las naciones, llevando el don de su amor a los hombres de todos los tiempos.
      
Por eso el camino de los Apóstoles se ha extendido hasta los “confines de la tierra” (cf. Hch 1, 6 s); así, san Pedro y san Pablo vinieron hasta Roma, ciudad que por entonces era el centro del mundo conocido, verdadera “caput mundi”.
      
La procesión del Jueves santo acompaña a Jesús en su soledad, hacia el “via crucis”. En cambio, la procesión del Corpus Christi responde de modo simbólico al mandato del Resucitado: voy delante de vosotros a Galilea. Id hasta los confines del mundo, llevad el Evangelio al mundo. Ciertamente, la Eucaristía, para la fe, es un misterio de intimidad. El Señor instituyó el sacramento en el Cenáculo, rodeado por su nueva familia, por los doce Apóstoles, prefiguración y anticipación de la Iglesia de todos los tiempos. Por eso, en la liturgia de la Iglesia antigua, la distribución de la santa comunión se introducía con las palabras: Sancta sanctis, el don santo está destinado a quienes han sido santificados. De este modo, se respondía a la exhortación de san Pablo a los Corintios: “Examínese, pues, cada cual, y coma así este pan y beba de este cáliz” (1 Co 11, 28). Sin embargo, partiendo de esta intimidad, que es don personalísimo del Señor, la fuerza del sacramento de la Eucaristía va más allá de las paredes de nuestras iglesias. En este sacramento el Señor está siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia eucarística se aprecia en la procesión de nuestra fiesta. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por los calles de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a su bondad. Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nuestras casas sean casas para él y con él. Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una gran bendición pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. Que su bendición descienda sobre todos nosotros.
      
En la procesión del Corpus Christi, como hemos dicho, acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo entero. Precisamente al hacer esto respondemos también a su mandato: “Tomad, comed... Bebed de ella todos” (Mt 26, 26 s). No se puede “comer” al Resucitado, presente en la figura del pan, como un simple pedazo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. Esta comunión, este acto de “comer”, es realmente un encuentro entre dos personas, es dejarse penetrar por la vida de Aquel que es el Señor, de Aquel que es mi Creador y Redentor.
      
La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación de mi vida a la suya, mi transformación y configuración con Aquel que es amor vivo. Por eso, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a Aquel que va delante de nosotros. Por tanto, adoración y procesión forman parte de un único gesto de comunión; responden a su mandato: “Tomad y comed”.

2. Benedicto XVI, Homilía Santa Misa en la conclusión del XXIV Congreso Eucarístico Nacional (Italia), Bari, 29 de mayo de 2005
      
Este Congreso eucarístico, que hoy se concluye, ha querido volver a presentar el domingo como “Pascua semanal”, expresión de la identidad de la comunidad cristiana y centro de su vida y de su misión. El tema elegido, “Sin el domingo no podemos vivir”, nos remite al año 304, cuando el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, bajo pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas.
      
En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador. Respondió: “Sine dominico non possumus”; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Después de atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado.
      
Sobre la experiencia de los mártires de Abitina debemos reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI. Ni siquiera para nosotros es fácil vivir como cristianos, aunque no existan esas prohibiciones del emperador. Pero, desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que vivimos, marcado a menudo por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto no menos inhóspito que aquel “inmenso y terrible” (Dt 8, 15) del que nos ha hablado la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio.
      
En ese desierto, Dios acudió con el don del maná en ayuda del pueblo hebreo en dificultad, para hacerle comprender que “no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor” (Dt 8, 3). En el evangelio de hoy, Jesús nos ha explicado para qué pan Dios quería preparar al pueblo de la nueva alianza mediante el don del maná. Aludiendo a la Eucaristía, ha dicho: “Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 58). El Hijo de Dios, habiéndose hecho carne, podía convertirse en pan, y así ser alimento para su pueblo, para nosotros, que estamos en camino en este mundo hacia la tierra prometida del cielo.
     
 Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y el cansancio del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para sacar fuerzas de él, que es el Señor de la vida. Por tanto, el  precepto festivo no es un deber impuesto desde afuera, un peso sobre nuestros hombros. Al contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse del Pan eucarístico y experimentar la comunión de los hermanos y las hermanas en Cristo, es una necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristiano puede encontrar la energía necesaria para el camino que debemos recorrer cada semana. Por lo demás, no es un camino arbitrario: el camino que Dios nos indica con su palabra va en la dirección inscrita en la esencia misma del hombre. La palabra de Dios y la razón van juntas. Seguir la palabra de Dios, estar con Cristo, significa para el hombre realizarse a sí mismo; perderlo equivale a perderse a sí mismo.
      
El Señor no nos deja solos en este camino. Está con nosotros; más aún, desea compartir nuestra suerte hasta identificarse con nosotros. En el coloquio que acaba de referirnos el evangelio, dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56)¿Cómo no alegrarse por esa promesa? Pero hemos escuchado que, ante aquel primer anuncio, la gente, en vez de alegrarse, comenzó a discutir y a protestar: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?” (Jn 6, 52).
      
En realidad, esta actitud se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia. Se podría decir que, en el fondo, la gente no quiere tener a Dios tan cerca, tan a la mano, tan partícipe en sus acontecimientos. La gente quiere que sea grande y, en definitiva, también nosotros queremos que esté más bien lejos de nosotros. Entonces, se plantean cuestiones que quieren demostrar, al final, que esa cercanía sería imposible. Pero son muy claras las palabras que Cristo pronunció en esa circunstancia:“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros” (Jn6, 53). Realmente, tenemos necesidad de un Dios cercano (...).

Leer todo:

De rodillas Señor ante el Sagrario








lunes, 28 de mayo de 2018

Vuestra alma añora verMe, añora estar Conmigo; vuestra alma Me conoce.

Mayo 08_18 Vuestra alma añora verMe, añora estar Conmigo; vuestra alma Me conoce.    
       


Rosario vespertino - MENSAJE ÚNICO.

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Mensaje de Dios Padre a J. V.
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Primer Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: Toda la Evangelización que os dejó Mi Hijo, es Alimento para vuestra alma y ¿cuántos de vosotros, realmente, alimentáis a vuestra alma con lo que se os ha dejado en las Sagradas Escrituras?

Hijito Mío, Mi Corazón arde fuertemente por todos vosotros. ¡Cómo quisiera que vuestro corazón ardiera de la misma forma en que arde el Mío por vosotros! Ciertamente, en algún momento sucederá, cuando Me veáis frente a frente.

Vuestra alma añora verMe, añora estar Conmigo. Vuestra alma Me conoce, pero el hombre, al tomar su voluntad como propia, se aparta de Mí y esa es la eterna lucha en la vida del hombre: el alma quiere regresar con su Creador y la carne quiere gozar, lo que el Mundo le da.

¡Cuánto error hay a vuestro alrededor! ¡Con cuánto error os ha engañado satanás!, os pone tantas mentiras a vuestro alrededor y vosotros os dejáis llevar por ellas y esto, porque vosotros no le dais el primer lugar a lo que el alma necesita.

Estáis alimentando a vuestro cuerpo y podría decir, mal alimentando y, a vuestra alma, a la cual debieras alimentar mejor, porque es la que va a trascender, porque es la que se va a presentar ante Mí al final de vuestra misión, a ella no le hacéis caso, no buscáis lo espiritual, que es lo que vale en vosotros, por vuestra falta de Fe y la falta de amor hacia Mí, no estáis viviendo la vida que debéis vivir.

Os he dado el cuerpo, para que vuestra alma pueda transitar en el Mundo, en un Mundo físico, en un Mundo que debe conocer lo espiritual. Es un vehículo, os lo he explicado antes, vuestro cuerpo es un vehículo que debe llevar a vuestra alma a misionar; lo que importa en vosotros, es lo que Yo os he dejado en vuestra alma.

Toda la Evangelización que os dejó Mi Hijo, es Alimento para vuestra alma y ¿cuántos de vosotros, realmente, alimentáis a vuestra alma con lo que se os ha dejado en las Sagradas Escrituras?

Preferís los intereses del Mundo, os dejáis llevar por las cosas superfluas que hay a vuestro alrededor. Preferís lo que viste y alimenta a vuestro cuerpo o el gozo que le podáis dar ¿y vuestra alma?, os pregunto nuevamente y, a vuestra alma, ¿qué trato le estáis dando?, ¿está creciendo vuestra alma, al mismo ritmo que crece vuestro cuerpo, o aún mayor, que así debiera ser?, ¿estáis protegiendo a vuestra alma contra los ataques del Mundo?, ¿estáis tratando, acaso, de que se mantenga limpia, pura, sana, santa?, ciertamente que no.

Os dejáis poseer por satanás fácilmente, porque le dais cabida al pecado que se os muestra a vuestro alrededor, día a día, noche a noche y ¿vuestra alma?, ¿qué alimento le dais?

Os he dado vuestra alma, que es vuestro ser, para cuidarla, para hacerla crecer y para que todo el Conocimiento, que viene de Mí, lo podáis compartir con vuestros hermanos y les ayudéis a esas almas, que están a vuestro alrededor, a conocerMe, a amarMe, a dejarse guiar por Mi Voluntad, a enamorarse de Mi Amor.

Mis pequeños, vuestra alma va a trascender, es vuestra alma la que se va a presentar ante Mí, al final de vuestros días. Vosotros, en la Tierra, os vestís con vestimentas caras, bellas, atractivas, para presentarse ante vuestros hermanos y seáis bien aceptados por ellos y eso está bien. Debéis buscar la pulcritud, también, de vuestro cuerpo y de vuestro vestir; sentís que vuestra alma, como no se ve, como no la mostráis a vuestros hermanos, no os preocupáis por ella, pero estáis equivocados, Mis pequeños, sí mostráis a vuestros hermanos, lo que vive vuestro interior, vuestros actos lo demuestran, vuestra manera de hablar, vuestra manera de tratar a vuestros hermanos, vuestra manera de vivir, eso viene de vuestra alma. Las Virtudes, el Amor, todo eso pertenece a vuestra alma y aquellos que saben ver el alma, a través de las acciones de sus hermanos, saben darse cuenta de lo que vosotros traéis por dentro.

Pero, lo más importante, Mis pequeños, es que, cuando regreséis a Mí, nada más será vuestra alma la que regrese a Mí, ya no tendrá vuestra forma corpórea, ya no estará cubierta con ese traje humano que os di para vivir en la Tierra, vuestro cuerpo se quedará aquí en la Tierra y polvo será nuevamente, vuestra alma mantiene una vida, la vida espiritual, la vida que realmente vale para el hombre, una vida que va a trascender, la vida que va a ser premiada, castigada, se presentará ante Mí.

¿Cómo estaréis, Mis pequeños?, ¿realmente estaréis orgullosos de presentaros ante Mí?, ¿os presentaréis con alegría, con un deseo grande de abrazarMe, de besarMe, de contarMe todo lo que vivisteis en la Tierra?, ¿cuánto hicisteis para que vuestros hermanos Me conocieran y Me amaran?, ¿cuánto hicisteis, vosotros mismos, para que la Sabiduría que Yo os doy, os hiciera crecer ante Mis Ojos y vosotros mismos os llenarais de esa Sabiduría Santa que os hace gozar de Mi Gloria, ya desde la Tierra? ¿Qué hacéis por vuestra alma? ¿Qué hacéis para darMe ese gusto de saber que todo lo que Yo os he dado, no ha sido en vano?, que lo que se os dio en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, ha encontrado asiento y gozo en vuestra alma.

Ese es el regalo que Me daréis, que quiero ver de cada uno de vosotros, que lleguéis ansiosos a buscar a vuestro Dios Creador, a vuestro Dios Redentor, a vuestro Dios Consejero del alma.

¡Cuánto Amor siento por cada uno de vosotros! ¡Mi Corazón, lleno de Fuego, de un Fuego de Amor que no se extingue en Amor por vosotros, está para gozaros! Os gozo inmensamente y más, cuando veo que le dais el debido respeto, el debido amor, el debido alimento a vuestra alma, porque todo eso viene de Mí, de vuestro Dios, el que os creó para amaros y para que Me amaráis.

Os Bendigo, Mis pequeños y que la Luz del Espíritu Santo os ilumine, para que llenéis vuestra alma de Mi Amor y de Mi Sabiduría Divina.

Gracias, Mis pequeños.


viernes, 25 de mayo de 2018




15/01/2018 - by Antonio José Sánchez Sáez




“¡¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!!” (Isaías 5, 20)

Recomendamos a continuación a nuestros lectores un opúsculo del gran escritor católico argentino Hugo Adolfo Martínez Zuviría, que firmó gran parte de sus obras con el pseudónimo de Hugo Wast.

Se trata de la “Autobiografía del hijito que no nació”, publicada póstumamente en 1961. Su lectura causó una honda impresión en quien escribe estas líneas.

Le debo mucho en mi formación espiritual como católico a los heroicos escritores católicos de ese gran país hermano que es Argentina: en el s. XX se concitó allí una formidable pléyade de sacerdotes y escritores fieles, en circunstancias históricas ciertamente desfavorables. A la excepcional obra del padre Leonardo Castellani (que todo lo vio), sumo la del padre Julio Meinvielle, la de Carlos Alberto Sacheri, la de Bruno Genta, la del citado Hugo Wast (muy recomendable también leer estos días, para discernir los signos de los tiempos, su Novela apocalíptica “666”) o la del padre Alfredo Sáenz. Y más recientemente la de uno de sus epígonos, el joven sacerdote Javier Olivera Ravasi o la del enorme Antonio Caponnetto.

En esta obrita Hugo Wast construye una sobrecogedora biografía de un nasciturus, de un niñito que narra en primera persona su corta vida desde el seno de su madre, hasta que finalmente es abortado por los consejos de un médico amoral y luciferino. Un niño que hubiera sido sacerdote (como le contó su ángel de la guarda) y que hubiera dado una enorme gloria a Dios, pero que observa aterrorizado cómo finalmente su madre cede y consiente su muerte.

El aborto es un pecado mortal, uno de los más graves que se pueden cometer porque es de inspiración satánica: nada complace más al príncipe de las tinieblas que le ofrezcan las vidas de los más débiles, como antaño hacían los cananeos, que sacrificaban a sus propios hijos en el ardiente horno de bronce del dios Moloch, o los espartanos, cartagineses, fenicios o sirios. Satanás se complace en dañar a los hombres: ya que no puede tocar al Todopoderoso, su amargura se ceba con su criatura más odiada, los seres humanos, creados a imagen y semejanza del Señor.

Moloch, uno de los 
nombres del Demonio

La vida hecha muerte, el asesinato llamado “derecho a decidir” es una inversión típicamente satánica, como lo son también el “matrimonio homosexual” (sodomía), la planificación de la paternidad (anticoncepción), el “derecho a rehacer la vida” (adulterio)… y tantos otros eufemismos modernos.

El aborto es un crimen abominable porque se asesina al más débil, y por parte, nada menos, de quienes deberían cuidarle (los padres, los abuelos, los médicos…). Es el delito execrable que está haciendo que la copa de la ira de Dios rebose desde hace años, como la misma Virgen del Carmen le confesó llorando a las niñas de Garabandal, y el que nos traerá, ay, el tremendo castigo del Cielo que el mundo está llamando sobre sí.

¡Cuántos grandes hombres y mujeres hubiera ganado la humanidad si no hubiéramos abortado a tantos millones de niños al año (sobre unos 100.000 en España) desde hace tantas décadas…! ¡Cuántas vidas no han nacido porque se ha abortado a un niño o una niña, porque se impiden así que vengan al mundo también los hijos y las hijas, los nietos y nietas que hubiera tenido ese niño abortado! Es ciertamente abrumador.

Como católicos, debemos rezar mucho por los niños abortados, por sus padres, por los familiares que han impulsado el aborto o no han hecho nada para que impedirlo, por los “médicos” y “enfermeras” que se han prostituido para usar su arte con fines maléficos, porque todos ellos están en pecado mortal y ciertamente se han de condenar si no se arrepienten.

Este librito de Hugo Wast no cae en los tópicos. Es profundamente católico y resalta firmemente la infinita misericordia de Dios para con quien se convierte, incluida la madre del asesinado. Y emociona leer el bautizo in extremis, in pericolo mortis, del abortado, sobre la mesa del quirófano y con un simple vaso de agua, lo que le abre las puertas del Cielo…

¡Señor, tú que eres dueño de la vida y de la muerte, toca el corazón de tantos hermanos nuestros que apoyan el aborto y especialmente el de aquéllos que han promovido o consentido uno de ellos. Hazles comprender la inmarcesible dignidad de la vida humana y la gravedad del pecado cometido. Abrázales con tu misericordia, para que lloren amargamente sus crímenes y derrota ya finalmente a Satanás por medio de tu Santísima Madre, la Virgen Inmaculada, que le pisará la cabeza a la antigua serpiente!

Así sea.

Antonio José Sánchez Sáez
13 de enero de 2018 (San Hilario de Poitiers)

Puede leerse el libro aquí:
y aquí:

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Visto en: 
http://comovaradealmendro.es/2018/01/autobiografia-del-hijito-no-nacio/

sábado, 12 de mayo de 2018

13 de mayo 
Festividad de Nuestra Señora de Fátima
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Habla Sor Lucia

LAS APARICIONES DEL ANGEL DE LA PAZ

No recuerdo exactamente los datos, puesto que en aquel tiempo no sabía nada de años, ni de meses, ni tampoco de los días de la semana. Me parece que debe haber sido en la primavera de 1916 que nos apareció el Ángel por primera vez en nuestro “Loca de Cabeco".

Como ya he escrito en el relato sobre Jacinta, subimos con el ganado al cerro arriba en busca de abrigo, y después de haber tomado nuestro bocadillo y dicho nuestras oraciones, vimos a cierta distancia, sobre la cúspide de los árboles, dirigiéndose hacia el saliente, una luz más blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven transparente y más brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol. Al acercarse más pudimos discernir y distinguir los rasgos. Estábamos sorprendidos y asombrados.

                                Primera aparición del Ángel

Al llegar junto a nosotros dijo:

–No temáis. Soy el Ángel de la Paz. ¡Orad conmigo!

Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo, e imitamos llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que le oímos decir:

Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo:

–Orad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas.

Y desapareció.

La atmósfera sobrenatural que nos envolvió era tan densa, que casi no nos dábamos cuenta durante un largo espacio de tiempo de nuestra propia existencia, permaneciendo en la posición en que el Ángel nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. Tan íntima e intensa era la conciencia de la presencia de Dios, que ni siquiera intentamos hablar el uno con el otro. Al día siguiente todavía sentimos la influencia de esa santa atmósfera que iba desapareciendo sólo poco a poco.

No decíamos nada de esta aparición, ni recomendamos tampoco el uno al otro guardar el secreto. La misma aparición parecía imponernos silencio. Era de una naturaleza tan íntima, que no era nada fácil hablar de ella. Tal vez por ser la primera manifestación de esta clase su impresión sobre nosotros era mayor(...)

Segunda aparición del Ángel

(...)–De pronto vimos al mismo Ángel junto a nosotros.

–¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!

–¿Cómo hemos de sacrificarnos? –pregunté.

–De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su Guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe(...)

Tercera Aparición del Ángel

Estando allí apareció por tercera vez, teniendo en sus manos un Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración:


Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores(...)

(...)–SacrifÍcaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor(...)

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