"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




El Señor expuesto las 24  horas del día en vivo y en directo

https://www.youtube.com/watch?v=aHCHbn4abhk&t=145s






LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

 click en imagen

Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



HORA DE SAN JOSÉ
Para hacer los:
Domingos a la 21 horas
 Domingos 09:00 PM




Mensajes de Dios y la Virgen María (MDM)
http://kyrieokumbaya.blogspot.com.es/

Presentamos la Asociación por las Almas del Purgatorio. 
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014


miércoles, 28 de diciembre de 2022

 A LA MEMORIA DE ESTOS PEQUEÑOS-GRANDES MÁRTIRES



¡¡GRACIAS SEÑOR POR EL DON DE LA VIDA!!




...Y en todos los años, hasta este 2022.....TUYOS SON SEÑOR...!!
Concédeles Señor (a estos angelitos) el descanso eterno. 
Brille para ellos la Luz perpetua.
Y descansen en Paz en tu Gloria.  Amén.
***
¡¡SEÑOR, TEN PIEDAD DE NOSOTROS, DE NUESTROS GOBERNANTES, DE LOS  QUE HACEN ESTAS LEYES INICUAS, TODOS TENEMOS DERECHO A NACER, TODOS TENEMOS DERECHO A VIVIR...!!


¡¡Abortar no es ningún derecho, es el asesinato de un niño inocente!!

Futura mama, que me lees y que estás confundida e indecisa, por una vez, te pido que mires por ti y por tu hijo/a, haz lo que te dicta tu corazón, sin dudarlo, porque sabes..., el/ella te amará incondicionalmente para siempre y como nadie. Se una bendición para tu hijo/a.., no una tumba, querida mamita, y disculpa mis palabras tan duras, pero, es la realidad, puedes matar su cuerpecito..., sí, su cuerpecito, porque es el suyo..., no el tuyo, con un corazoncito que late independientemente del tuyo, es el cuerpecito de tu hijo/a, porque, no porque no desees tenerlo, o porque te parezca que no puedes en este momento, deja de ser tu hijo/a y el /ella, ya esta aquí...en tu vientre, esperando nacer... Podrás llegar a matar su cuerpo, pero..., no su alma, sin embargo tu alma, sí...quedará herida de muerte...! y para siempre... en un aborto, son dos los que pierden, porque, no se puede romper el hilo invisible que puso Dios, y que une a la madre con su hijo/a, sin pagar un precio demasiado alto.

¡¡Dios te ayudará, se valiente, sigue adelante...no lo pienses más, el/ella te espera para abrazarte y hacerte la mas dichosa de las madres! Y Dios espera que tomes esta decisión para ayudarte a superar los obstaculos...! Confía... 


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sábado, 24 de diciembre de 2022

 XLIV

Nacimiento de Jesús

He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada en su lecho, con la cara vuelta hacia el Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el aire, a cierta altura de la tierra. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho. El resplandor en torno de ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio, parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía. Luego ya no vi más la bóveda.

Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la tierra y aparecieron con toda claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba la mirada sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo Eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mi mirada; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos.

Poco tiempo después vi al Niño que se movía y lo oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándolo contra su pecho.

Se sentó, ocultándose toda Ella con el Niño bajo su amplio velo y creo que le dio el pecho. Vi entonces en torno a los ángeles, en forma humana, hincándose delante del Niño recién nacido, para adorarlo. Cuando habría transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretara contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se
levantó José, recibió al Niño entre sus brazos y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del cielo.
 
María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. "¡Ah, -decía yo- este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!"

He visto que pusieron al Niño en el pesebre, arreglado por José con pajas, lindas plantas y una colcha encima. El pesebre estaba sobre la gamella cavada en la roca, a la derecha de la entrada de la gruta, que se ensanchaba allí hacia el Mediodía. Cuando hubieron colocado al Niño en el pesebre, permanecieron los dos a ambos lados, derramando lágrimas de alegría y entonando cánticos de alabanza. José llevó el asiento y el lecho de reposo de María junto al pesebre. Yo veía a la Virgen, antes y después del nacimiento de Jesús, arropada en un vestido blanco, que la
envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatigada.


 envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatigada.

   La Natividad de Jesús




Desde hace varios días veo a María en casa de Ana, su madre, cuya casa  se halla más o menos a una legua de Nazaret, en el valle de Zabulón. La criada de Ana permanece en Nazaret cuando María está ausente y sirve a José. Veo que mientras vivió Ana casi no tenían hogar independiente del todo, pues recibían siempre de ella todo lo que necesitaban para su manutención.
María y José esperan el Nacimiento de JesúsVeo desde hace quince días a María ocupada en preparativos para el nacimiento de Jesús: cose colchas, tiras y pañales. Su padre Joaquín ya no vive. En la casa hay una niña de unos siete años de edad que está a menudo junto a la Virgen y recibe lecciones de María. Creo que es la hija de María de Cleofás y que también se llama María. José no está en Nazaret, pero debe llegar muy pronto. Vuelve de Jerusalén donde ha llevado los animales para el sacrificio. Vi a la Virgen Santísima en la casa, trabajando, sentada en una habitación con otras mujeres. Preparaban prendas y colchas para el nacimiento del Niño.

Ana poseía considerables bienes en rebaños y campos y proporcionaba con abundancia todo lo que necesitaba María, en avanzado estado de embarazo. Como creía que María daría a luz en su casa y que todos sus parientes vendrían a verla, hacía allí toda clase de preparativos para el nacimiento del Niño de la Promesa, disponiendo, entre otras cosas, hermosas colchas y preciosas alfombras.

Cuando nació Juan pude ver una de estas colchas en casa de Isabel. Tenía figuras simbólicas y sentencias hechas con trabajos de aguja. Hasta he visto algunos hilos de oro y plata entremezclados en el trabajo de aguja. Todas estas prendas no eran únicamente para uso de la futura madre: había muchas destinadas a los pobres, en los que siempre se pensaba en tales ocasiones solemnes.

Vi a la Virgen y a otras mujeres sentadas en el suelo alrededor de un cofre, trabajando en una colcha de gran tamaño colocada sobre el cofre. Se servían de unos palillos con hilos arrollados de diversos colores. Ana estaba muy ocupada, e iba de un lado a otro tomando lana, repartiéndola y dando trabajo a cada una de ellas.

José debe volver hoy a Nazaret. Se hallaba en Jerusalén donde había ido a llevar animales para el sacrificio, dejándolos en una pequeña posada dirigida por una pareja sin hijos situada a un cuarto de legua de la ciudad, del lado de Belén. Eran personas piadosas, en cuya casa se podía habitar confiadamente. Desde allí se fue José a Belén; pero no visitó a sus parientes, queriendo tan sólo tomar informes relativos a un empadronamiento o una percepción de impuestos que exigía la presencia de cada ciudadano en su pueblo natal.

Con todo, no se hizo inscribir aún, pues tenía la intención, una vez realizada la purificación de María, de ir con ella de Nazaret al Templo de Jerusalén, y desde allí a Belén, donde pensaba establecerse. No sé bien qué ventajas encontraba en esto, pero no gustándole la estadía en Nazaret, aprovechó esta oportunidad para ir a Belén. Tomó informes sobre piedras y maderas de construcción, pues tenía la idea de edificar una casa. Volvió luego a la posada vecina a Jerusalén, condujo las víctimas al Templo y retornó a su hogar.

Atravesando hoy la llanura de Kimki, a seis leguas de Nazaret, se le apareció un ángel, indicándole que partiera con María para Belén, pues era allí donde debía nacer el Niño. Le dijo que debía llevar pocas cosas y ninguna colcha bordada. Además del asno sobre el cual debía ir María montada, era necesario que llevase consigo una pollina de un año, que aún no hubiese tenido cría. Debía dejarla correr en libertad, siguiendo siempre el camino que el animal tomara.

Esta noche Ana se fue a Nazaret con la Virgen María, pues sabían que José debía llegar. No parecía, sin embargo, que tuvieran conocimiento del viaje que debía hacer María con José a Belén. Creían que María daría a luz en su casa de Nazaret, pues vi que fueron llevados allí muchos objetos preparados, envueltos en grandes esteras.

Por la noche llegó José a Nazaret. Hoy he visto a la Virgen con su madre Ana en la casa de Nazaret, donde José les hizo conocer lo que el ángel le había ordenado la noche anterior. Ellas volvieron a la casa de Ana, donde las vi hacer preparativos para un viaje próximo. Ana estaba muy triste. La Virgen sabía de antemano que el Niño debía nacer en Belén; pero por humildad no había hablado. Estaba enterada de todo por las profecías sobre el nacimiento del Mesías que Ella conservaba consigo en Nazaret.

Estos escritos le habían sido entregados y explicados por sus maestras en el Templo. Leía a menudo estas profecías y rogaba por su realización, invocando siempre, con ardiente deseo, la venida de ese Mesías. Llamaba bienaventurada a aquélla que debía dar a luz y deseaba ser tan sólo la última de sus servidoras. En su humildad no pensaba que ese honor debía tocarle a ella. Sabiendo por los textos que el Mesías debía nacer en Belén, aceptó con júbilo la voluntad de Dios, preparándose para un viaje que habría de ser muy penoso para ella, en su actual estado y en aquella estación, pues el frío suele ser muy intenso en los valles entre cadenas montañosas.




Esta noche vi a José y a María, acompañados de Ana, María de Cleofás y algunos servidores, salir de la casa de Ana para su viaje. María iba sentada sobre la albarda del asno, cargado además con el equipaje, José lo conducía. Había otro asno sobre el cual debía regresar Ana. Esta mañana he visto a los santos viajeros a unas seis leguas de Nazaret, llegando a la llanura de Kimki, que era el lugar donde el ángel se le había aparecido a José dos días antes. Ana poseía un campo en aquel lugar y los servidores debían tomar allí la burra de un año que José quería llevar, la cual corría y saltaba delante o al lado de los viajeros..(...)

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miércoles, 7 de diciembre de 2022

SOBREABUNDANCIA DE BENDICIONES 8 DE DICIEMBRE

12: 00 a 1:00 PM

LA HORA DE LA GRACIA DEL 8 DE DICIEMBRE

Se debe rezar comenzando a las 12 hrs. a de mediodía hasta la 1hrs. de la tarde

LA HORA DE GRACIA SOBREABUNDANCIA DE BENDICIONES

(Pídele a DIOS por la intersección de Nuestra Madre lo que desees, si es para tu bien te lo dará. Aprópiate de esta promesa ya hecha por Nuestra Madre del Cielo para este día tan especial).

HORA DE LA GRACIA

El 8 de diciembre es el día de la Inmaculada Concepción de María. Ese día al mediodía podemos practicar la Hora de la Gracia, yendo a una Iglesia o en nuestra casa o lugar de trabajo, y pidiendo todo lo que necesitamos para nosotros y para nuestros hermanos. Se puede rezar el Rosario, el Vía Crucis, cualquier otra oración o simplemente hablar con Dios y la Virgen como hablamos con nuestros amigos más queridos y pedirles las gracias que tanto necesitamos. ¡Difundamos la Hora de Gracia!
LA HISTORIA: (breve)

8 DE DICIEMBRE DE 1947

Pierina Gilli -la vidente de las apariciones de Rosa Mística- contempló a la madre de Dios decir.- "¡Yo soy la Inmaculada Concepción!" y con gran majestad afirmó "Yo soy María de las Gracias, esto es, la llena de Gracia, Madre de mi Divino Hijo Jesucristo". Descendió suavemente por la escala y añadió.- "Por mi venida a Montichiari deseo ser invocada y venerada como Rosa Mística.

QUIERO QUE AL MEDIODÍA DE CADA 8 DE DICIEMBRE (SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA)
 SE CELEBRE LA HORA DE LA GRACIA POR TODO EL MUNDO, MEDIANTE ESTA DEVOCIÓN SE ALCANZARÁN MUCHAS GRACIAS PARA EL ALMA Y EL CUERPO.

Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su misericordia, mientras los buenos recen por sus hermanos que permanecen en el pecado. Es preciso informar cuanto antes, al Supremo Pastor de la Iglesia Católica el Papa Pío XII mi deseo de que esta hora de gracia sea conocida y extendida por todo el mundo. Quien no puede ir a la iglesia que sea en su casa al mediodía y conseguirá mis gracias." Luego mostrándole su purísimo corazón exclamó: "Mira este corazón que tanto ama a los hombres, mientras la mayoría de ellos lo colma de vituperios." Calló unos momentos y continuó: "Si todos, buenos y malos, se unen en la oración, obtendrán de este corazón misericordia y paz. Los buenos acaban de alcanzar por mi mediación la misericordia del Señor, que detuvo un gran castigo. Dentro de poco se conocerá la eficaz grandeza de esta hora de gracia".

Notando Pierina que la resplandeciente Señora iba a alejarse le imploró fervorosamente: "¡Oh hermosa y amada Madre de Dios, yo le doy gracias!".

Bendiga a todo el mundo especialmente al Santo Padre, a los sacerdotes, religiosos y a los pecadores. Ella contestó: "Tengo preparado una sobreabundancia de gracia para todos aquellos hijos que escuchan mi voz y toman a pecho mis deseos". Con estas palabras se terminó la visión.

COMO HACER LA HORA DE GRACIA

Solicitud de nuestra santísima madre (Rosa Mística) para la Hora de Gracia

1. Día y hora de la Hora de Gracia: diciembre 8, Fiesta de la Inmaculada Concepción, debe comenzar a las 12 del medio día y continúa hasta la 1 de la tarde.

2. Durante esta hora las personas que hacen la Hora de Gracia, en la casa o en la iglesia, debe evitar toda clase de distracciones , no contestar el teléfono, no abrir la puerta, no hacer nada en absoluto, sino existir concentrados totalmente en la unión con Dios durante esta Hora especial de Gracia.

3. Comience la Hora de Gracia rezando tres veces el salmo 51 con los brazos abiertos.

4. El resto de la hora se puede pasar en comunicación en silencio con Dios, meditando sobre la pasión de Jesús, rezando el santo rosario, alabando a Dios en sus propias palabras o cánticos o rezando sus oraciones favoritas, cantando, meditando sobre otros salmos, etc.

Nuestra santa madre nos ha dado toda oportunidad de demostrar nuestro amor y confianza en ella y ayudarnos ha hacer reparación por los graves pecados que ofenden a su amado hijo, nuestro señor Jesucristo.

SALMO 51
Oración de Arrepentimiento

Piedad de mi, Señor, en tu bondad,

Por tu gran corazón, borra mi falta.

Que mi alma quede limpia de malicia,
Purifícame tu de mi pecado.
Pues mi pecado yo bien lo conozco,

Mi falta no se aparta de mi mente;
Contra ti, contra ti solo peque,
Lo que es malo a tus ojos, yo lo hice.
Por eso, en tu sentencia tu eres justo,
No hay reproche en el juicio de tus labios.
Tu ves que malo soy de nacimiento,
Pecador desde el seno de mi madre.
Tu quieres rectitud de corazón,
Enséñame en secreto lo que es sabio.
Rocíame con agua y seré limpio,
Lávame y seré blanco cual la nieve.
Haz que sienta otra vez jubilo y gozo
Y que bailen los huesos que moliste.
Aparta tu semblante de mis faltas,
Borra en mi todo rastro de malicia.
Crea en mi, oh Dios, un corazón puro,
Un espíritu firme pon en mi.
No me rechaces lejos de tu rostro
Ni apartes de mi tu santo espíritu.
Dame tu salvación que regocija,
Mantén en mi un alma generosa.
Indicare el camino a los desviados,
A ti se volverán los descarriados.
De la muerte presérvame, Señor,
Y aclamara mi lengua tu justicia.
Señor, abre mis labios
Y cantara mi boca tu alabanza.
Un sacrificio no te gustaría,
Ni querrás, si te ofrezco, un holocausto.
Un corazón contrito te presento;
No desdeñas un alma destrozada.
Favorece a Sion en tu bondad:
Edifica de nuevo sus murallas.
Y así te gustaran los sacrificios,
Ofrendas y holocaustos que son justos.
Ofrecerán novillos en tu altar.


RECUERDEN rezar por su país durante esta hora. La Santísima Virgen ha pedido que su importante mensaje se distribuya a través del mundo entero. Por favor ayuda en su misión que todas las almas se acerquen a Dios y que Jesús sea amado en cada corazón.

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PIDAMOSLE CON FE, A NUESTRA MADRE : "...mediante esta devoción se alcanzarán muchas gracias para el alma y el cuerpo. Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su misericordia,

Séptima aparición el 8 de diciembre de 1947

Pierina contempló a la madre de Dios decir.- "¡Yo soy la Inmaculada Concepción!" y con gran majestad afirmó "Yo soy María de las Gracias, esto es, la llena de Gracia, Madre de mi Divino Hijo Jesucristo". Descendió suavemente por la escala y añadió.- "Por mi venida a Montichiari deseo ser invocada y venerada como Rosa Mística. Quiero que al mediodía de cada 8 de diciembre (Solemnidad de la Inmaculada) se celebre la hora de la gracia por todo el mundo, mediante esta devoción se alcanzarán muchas gracias para el alma y el cuerpo. Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su misericordia, mientras los buenos recen por sus hermanos que permanecen en el pecado. Es preciso informar cuanto antes, al Supremo Pastor de la Iglesia Católica el Papa Pío XII mi deseo de que esta hora de gracia sea conocida y extendida por todo el mundo. Quien no puede ir a la iglesia que sea en su casa al mediodía y conseguirá mis gracias." Luego mostrándole su purísimo corazón exclamo: "Mira este corazón que tanto ama a los hombres, mientras la mayoría de ellos lo colma de vituperios." Calló unos momentos y continuó: "Sí todos, buenos y malos, se unen en la oración, obtendrán de este corazón misericordia y paz. Los buenos acaban de alcanzar por mi mediación la misericordia del Señor, que detuvo un gran castigo. Dentro de poco se conocerá la eficaz grandeza de esta hora de gracia.

Notando Pierina que la resplandeciente Señora iba a alejarse le imploró fervorosamente: "¡Oh hermosa y amada Madre de Dios, yo le doy gracias!". Bendiga a todo el mundo especialmente al Santo Padre, a los sacerdotes, religiosos y a los pecadores. Ella contestó: "Tengo preparado una sobreabundancia de gracia para todos aquellos hijos que escuchan mi voz y toman a pecho mis deseos". Con estas palabras se terminó la visión.

miércoles, 19 de octubre de 2022

 


El adulterio

25 de septiembre de 1943. Dictado a María Valtorta.

 

Dice Jesús:

“Puede causarte asombro el que te hable a ti, que eres célibe, de este tema. Pero tú no eres sino la “portavoz” y por ello debes sujetarte a transmitir cualquier cosa. Lo que digo ahora sirve a los demás. Sirve para corregir uno y más errores, cada vez más arraigados en el mundo.

El mundo se divide en dos grandes categorías. La primera, que es amplísima, es la de los sin escrúpulos de ninguna clase: ni humanos ni espirituales. La segunda es la de los piadosos, la cual, sin embargo, se subdivide en otras dos clases: la de los justamente piadosos y la de los pequeñamente piadosos. Hablo a la primera gran categoría y a la segunda clase de la segunda categoría.

El matrimonio no está condenado por Dios, tanto es así que Yo he hecho de él un sacramento. Y aquí no hablo ni siquiera del matrimonio como sacramento, sino del matrimonio como enlace, como Dios Creador lo ha hecho creando hombre y mujer para que se unieran formando una sola carne, que una vez unida ninguna fuerza humana puede separar, ni debe separar.

Yo, viendo vuestra dureza de corazón, cada vez más dureza, he cambiado el precepto de Moisés sustituyéndole con el sacramento. El fin de mi acto era ayudar a vuestra alma de cónyuges contra vuestra carnalidad de animales y un freno contra vuestra ilícita facilidad de repudiar lo que antes habéis elegido para pasar a nuevos cónyuges ilícitos, con daño de vuestras almas y de las almas de vuestras criaturas.

Se equivoca tanto quien se escandaliza de una ley creada por Dios para perpetuar el milagro de la creación –y generalmente éstos no son los más castos sino los más hipócritas, porque los castos no ven en el enlace sino la santidad del fin, mientras que los otros piensan en la materialidad del acto- como quien con ligereza culpable cree poder sobrepasar impunemente mi prohibición de pasar a nuevos amores, cuando el primero no ha sido deshecho por la muerte.

Adúltero y maldito es ese viviente que separa una unión antes querida, por capricho de la carne o por intolerancia moral. Que si él o ella dicen que el cónyuge es ahora para ellos causa de peso y repugnancia, Yo digo que Dios ha dado al hombre reflexión e inteligencia para que la usen, y mucho más para que la usen en casos de tan grave importancia como es la formación de una nueva familia; Yo digo aún que, si en un primer momento se ha errado por ligereza o por cálculo, es necesario después soportar las consecuencias para no crear mayores desgracias que recaen especialmente sobre el cónyuge más bueno y sobre los inocentes, llevados a sufrir más de lo que la vida conlleva, y a juzgar a los que Yo he hecho injuzgables por precepto: el padre y la madre. Digo en fin que la virtud del sacramento, si fuerais verdaderos cristianos y no los bastardos que sois, debería actuar en vosotros, cónyuges, para hacer de vosotros una sola alma que se ama en una carne sola y no dos fieras que se odian atadas a una misma cadena.

Adúltero y maldito es ese viviente que con engaño obsceno tiene dos o más vidas conyugales y vuelve al lado del otro cónyuge y al lado de los inocentes con la fiebre del pecado en la sangre y el olor del vicio sobre los labios mentirosos.

Nada os hace lícito ser adúlteros. Nada. Ni el abandono o la enfermedad del cónyuge, y mucho menos su carácter más o menos odioso. La mayoría de las veces es vuestro ser lujuriosos lo que os hace ver odioso al compañero o compañera. Lo queréis ver tal para justificar ante vosotros mismos vuestro vergonzoso obrar que la conciencia reprocha.

Yo he dicho, y no cambio mi decir, que es adúltero no sólo quien consuma el adulterio, sino quien desea consumarlo en su corazón porque mira con hambre de sentidos a la mujer o al hombre no suyo.

Yo he dicho, y no cambio mi decir, que es adúltero quien con su modo de actuar pone en condiciones de ser a su vez adúltero al otro cónyuge. Dos veces adúltero, responderá por su alma perdida y por la que ha llevado a perderse con su indiferencia, descuido, villanía e infidelidad.

A todos éstos incumbe la maldición de Dios, y no creáis que esto sea un modo de hablar.

El mundo se quiebra en ruinas porque antes se han arruinado las familias. El río de sangre que os sumerge ha tenido los diques de contención resquebrajados por vuestros vicios singulares que han empujado a gobernantes más o menos grandes –de los jefes de estado a los jefes de pueblecitos- a ser ladrones y prepotentes para tener moneda y lustre para sus codicias.

Mirad la historia del mundo: está llena de ejemplos. La lujuria está siempre en la triple combinación que provoca el surgir de vuestras ruinas. Han sido destruidos estados enteros, naciones desarraigadas del seno de la Iglesia, grietas seculares creadas para escándalo y tormento de razas por el hambre de carne de los gobernantes.

Y es lógico que sea así. La codicia extingue la Luz del espíritu y mata la Gracia. Sin Gracia y sin Luz no os diferenciáis de las bestias y por eso cometéis acciones de bestias.

Hacedlas, si así os gusta. Pero recordad, viciosos que profanáis las casas y los corazones de los hijos con vuestro pecar, que Yo veo y recuerdo y os espero. En la mirada de vuestro Dios, que amaba a los niños y ha creado para ellos la familia, veréis una luz que no quisierais ver y que os fulminará”.

 

www.santisimavirgen.com.ar

domingo, 24 de abril de 2022

                               Festividad de la Divina Misericordia

Domingo 24 de abril de 2022



  Jesus confio en Ti  

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¡¡¡Oh! Sangre y Agua que brotasteis del Corazón de Jesús, como manantial de Misericordia para nosotros,
Confiamos en Tí!!!


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Recordar: hoy se obtiene Indulgencia Plenaria 

1. La Fiesta de la Misericordia será un refugio para todas las almas
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores. En ese día se abren las profundidades de mi misericordia. Yo derramo un océano entero de gracias sobre aquellas almas que se acercan a la fuente de Mi misericordia. El alma que irá a la Confesión y recibirá la Sagrada Comunión obtendrá el perdón completo de los pecados y el castigo. Ese día todas las compuertas divinas a través de las cuales la gracia fluye se abren. Que nadie tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como el escarlata”. (Diario, 699)


Diario de Santa Faustina

49 Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo deber ser la Fiesta de la Misericordia.

699 Una vez, oí estas palabras:
Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible (138) misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata.

Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a mi, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas (139), deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia.

Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercase a Mi. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas.

Jesús se quejó conmigo con estas palabras:

La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún más Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí.

Ni siquiera Mi muerte ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella! 300

Pide a Mi siervo fiel [132] que en aquel día hable al mundo entero de esta gran misericordia Mía:

¡¡Que quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas!!

+ La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia.

Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en Mi bondad.

También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad.

Mi Corazón se alegra de este titulo de Misericordia.

*

  ¡¡El Señor ha resucitado!!! Aleluya...!!!

A Él, la Gloria y el Poder por toda la Eternidad 
Aleluya...Aleluya!!

Imagen relacionada



***


(Haendel - El Mesias, Aleluya)

***

El anuncio de la Resurrección

Mc. 16. 1-8 Lc. 24. 1-10 Jn. 20. 1-2

28 1 Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fuerona visitar el sepulcro. 2 De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. 4 Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. 5 El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, 7 y vayan en seguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Esto es lo que tenía que decirles». 8 Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos.


sábado, 16 de abril de 2022

 El Cuerpo Embalsamado del Señor

  De 4 a 5 de la tarde


La Sepultura de Jesús y la Soledad de María Santísima 

LAS HORAS DE LA PASIÓN

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Dolorosa Madre mía, veo que ya te dispones a realizar tu último sacrificio: tener que darle sepultura a tu hijo Jesús, muerto. Y resignadísima a la Voluntad del Cielo, lo acompañas y con tus mismas manos lo pones en el sepulcro. Y mientras compones sus miembros, tratas de decirle por última vez « adiós » y de darle tu último beso, mientras que por el dolor sientes que te arrancan el corazón del pecho. El amor te clava sobre esos miembros y por la fuerza del amor y del dolor, tu vida está por extinguirse junto con la de tu hijo Jesús ya muerto.

Pobre de ti, ¡oh Madre mía!, ¿qué vas a hacer sin Jesús? El es tu Vida, tu Todo y sin embargo es la Voluntad del Eterno que así lo quiere. Tendrás que combatir con dos potencias insuperables: el amor y la Voluntad Divina. El amor te tiene clavada de tal manera que no puedes separarte de él; la Voluntad Divina se impone y te pide este sacrificio. Pobre de ti, ¡oh Madre!, ¿cómo vas a hacer? ¡Cuánto te compadezco! ¡Ah, ángeles del cielo, vengan a ayudarla a que se levante de encima de los miembros rígidos de Jesús, pues de lo contrario morirá!

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Pero ¡qué prodigio! Mientras parecía extinguida junto con Jesús, oigo su voz temblorosa que interrumpida por el llanto dice:
« ¡Hijo, querido Hijo mío! Este era el único consuelo que me quedaba y que hacía que mis penas se redujeran hasta la mitad de su peso: tu santísima humanidad; el poder desahogarme sobre estas llagas, adorarlas y besarlas. Mas ahora también esto se me quita, porque la Divina Voluntad así lo quiere; y yo me resigno, pero sabes, ¡oh Hijo!, quiero y no puedo; con sólo pensar que debo hacerlo se me van las fuerzas y la vida me abandona. ¡Ah, Hijo mío!, para poder tener la fuerza y la vida necesarias para hacer esta separación, permíteme que me quede sepultada totalmente en ti y que para mí tome tu vida, tus penas, tus reparaciones y todo lo que tú eres. ¡Ah!, solamente un intercambio entre tu vida y la mía puede darme la fuerza necesaria para cumplir el sacrificio de separarme de ti ».

Y con decisión, afligida Madre mía, veo que de nuevo vuelves a recorrer todos los miembros de Jesús y poniendo tu cabeza sobre la suya, la besas y encierras tus pensamientos en la cabeza de Jesús, tomando para ti sus espinas, sus afligidos y ofendidos pensamientos y todo lo que ha sufrido en su sacratísima cabeza. ¡Oh, cómo quisieras reanimar la inteligencia de Jesús con la tuya, para poder darle vida por vida! Ya empiezas a sentir que vuelve la vida a ti habiendo tomado en tu mente los pensamientos y las espinas de Jesús.

Dolorosa Madre mía, veo que besas los ojos apagados de Jesús y se me parte el corazón al pensar que Jesús ya no te mira. ¡Cuántas veces esos ojos divinos al mirarte te extasiaban y te resucitaban de muerte a vida! Pero ahora, al ver que ya no te miran, te sientes morir. Por eso veo que dejas tus ojos en los de Jesús y tomas para ti los suyos, sus lágrimas, la amargura de esa mirada que ha sufrido tanto al ver las ofensas de las criaturas y al ver tantos insultos y desprecios.
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Pero veo, traspasada Madre mía, que besas sus santísimos oídos y lo llamas y lo vueles a llamar; y le dices:
« Hijo mío, pero, ¿puede ser posible que ya no me escuches, tú que al más mínimo gesto mío siempre me escuchabas, y ahora lloro y te llamo y ya no me escuchas? ¡Ah, el verdadero amor es el más cruel tirano! Tú eres para mí más que mi propia vida, ¿y ahora tendré que sobrevivir a tan grande dolor? Por eso, ¡oh Hijo!, dejo mis oídos en los tuyos y tomo para mí todo lo que han sufrido tus santísimos oídos, el eco de todas las ofensas que resonaban en los tuyos. Sólo esto puede darme la vida: tus penas y tus dolores ».

Y mientras dices esto, es tan intenso el dolor, la angustia de tu Corazón, que pierdes la voz y quedas petrificada. ¡Pobre Madre mía, pobre Madre mía, cuánto te compadezco! ¡Cuántas muertes atroces estás sufriendo!

Adolorida Madre, la Voluntad Divina se impone y te pone en movimiento. Miras el rostro santísimo de Jesús, lo besas y exclamas:
« Hijo adorado, ¡qué desfigurado estás! ¡Ah, si el amor no me dijera que eres mi Hijo, mi Vida, mi Todo, no sabría cómo reconocerte! ¡A tal punto has quedado irreconocible! Tu belleza natural se ha transformado en deformidad; tus mejillas coloradas ahora se ven pálidas; la luz, la gracia que irradiaba tu hermoso rostro, que mirarte y quedar en éxtasis era una misma cosa, ha tomado la palidez de la muerte, ¡oh Hijo amado! ».



« ¡Hijo mío, a qué estado has quedado reducido! ¡Qué labor tan terrible ha realizado el pecado en tus sacratísimos miembros! ¡Oh, cómo tu inseparable Madre quisiera devolverte tu belleza original! Quiero fundir mi rostro en el tuyo y tomar para mí el tuyo, las bofetadas, los salivazos, los desprecios y todo lo que has sufrido en tu rostro santísimo. ¡Ah, Hijo mío, si me quieres viva, dame tus penas, porque de lo contrario moriré! ».

Y es tan grande tu dolor que te sofoca, te corta la palabra y caes como muerta sobre el rostro de Jesús, ¡Pobre Madre, cuánto te compadezco! ¡Ángeles míos, vengan a sostener a mi Madre; su dolor es inmenso, la inunda, la sofoca y ya no le queda más vida ni fuerza! Pero la Divina Voluntad, rompiendo estas olas, le restituye la vida.

Y llegas ya a su boca y al besarla sientes que se amargan tus labios por la amargura de la hiel que ha amargado tanto la boca de Jesús, y sollozando continúas:

« Hijo mío, dile una última palabra a tu Madre. ¿Es posible que no vaya a volver a escuchar tu voz? Todas tus palabras que me dijiste cuando vivías, como si fueran flechas, hieren mi Corazón de dolor y de amor. Y ahora, al verte mudo, estas flechas se ponen en movimiento en mi Corazón lacerado dándome innumerables muertes, y parece como si quisieran arrancarte una última palabra a viva fuerza, pero no pudiendo obtenerla, me desgarran y me dicen: 
“Así que ya no lo vas a volver a escuchar, no volverás a oír su dulce voz, la melodía de su palabra creadora, que por cada palabra que decía creaba un nuevo paraíso en ti...” ¡Ah, mi paraíso se acabó, de ahora en adelante ya no tendré más que amarguras! ¡Ah, Hijo, quiero darte mi lengua para animar la tuya! Dame todo lo que has sufrido en tu santísima boca, la amargura de la hiel, tu sed ardiente, tus reparaciones y tus oraciones; así, sintiendo por medio de ellas tu voz, mi dolor podrá ser más soportable y tu Madre podrá seguir viviendo por medio de tus penas ».

Destrozada Madre mía, veo que te apresuras porque quienes están a tu alrededor quieren cerrar el sepulcro y casi volando pasas sobre las manos de Jesús las tomas entre las tuyas, las besas, te las estrechas al Corazón y dejando tus manos en las suyas, tomas todos los dolores y las heridas que han traspasado aquellas manos santísimas. Y llegando a los pies de Jesús, al ver la cruel destrucción que los clavos han hecho en sus pies y mientras pones en ellos los tuyos, tomas para ti sus llagas, ofreciéndote tú a correr en lugar de Jesús, para ir en busca de todos los pecadores para arrancárselos al infierno.

Angustiada Madre mía, ya te veo dar el último « adiós » al Corazón traspasado de Jesús. Y aquí te detienes; es el último asalto que recibe tu Corazón materno y sientes que la vehemencia del amor y del dolor te lo arranca del pecho y se te escapa por sí mismo para ir a encerrarse en el Corazón Sacratísimo de Jesús; y tú, viéndote sin Corazón, te apresuras a tomar el suyo, su amor rechazado por tantas criaturas, tantos ardientísimos deseos suyos no realizados a causa de la ingratitud, y los dolores y las heridas de aquel Sagrado Corazón, que te tendrán crucificada durante toda tu vida. Al ver esa herida tan ancha, la besas y tomas en tus labios su sangre, y sintiendo ya en ti la vida de Jesús, sientes la fuerza necesaria para poder hacer esa amarga separación. Así que te lo abrazas y permites que la piedra sepulcral lo encierre.

Dolorosa Madre mía, llorando te suplico que por ahora no permitas que nos quiten a Jesús de nuestra mirada; espera que primero me encierre en Jesús para tomar su vida en mí. Si tú, que eres la Inmaculada, la Santa, la Llena de Gracia, no puedes vivir sin Jesús, mucho menos podré yo, que soy la debilidad, la miseria, la llena de pecados; ¿cómo voy a poder vivir sin Jesús? ¡Ah, Dolorosa Madre mía!, no me dejes sola, llévame contigo; pero antes sepúltame totalmente en Jesús, vacíame de todo para que puedas poner totalmente a Jesús en mí, así como lo has puesto en ti. Comienza conmigo a cumplir el oficio de Madre que Jesús te dio estando en la cruz y abriendo mi extrema pobreza una brecha en tu Corazón materno, enciérrame totalmente en Jesús con tus propias manos maternas. Encierra los pensamientos de Jesús en mi mente para que no entre en mí ningún otro pensamiento; encierra los ojos de Jesús en los míos, para que jamás pueda escapar de mi mirada; pon sus oídos en los míos, para que siempre lo escuche y cumpla en todo su Santísima Voluntad; pon su rostro en el mío, para que contemplando ese rostro tan desfigurado por amor a mí, lo ame, lo compadezca y lo repare; pon su lengua en la mía para que hable, ore y enseñe sólo con la lengua de Jesús; pon sus manos en las mías, para que cada movimiento que yo haga y cada obra que realice, tome vida de las obras y de los movimientos de Jesús; pon sus pies en los míos, para que cada paso que yo dé sea vida, salvación, fuerza y celo para las demás criaturas.


Y ahora, afligida Madre mía, permíteme que bese su Corazón y que beba de su preciosísima sangre; y encerrando tú su Corazón en el mío, haz que yo pueda vivir de su amor, de sus deseos y de sus penas. Y ahora toma la mano derecha de Jesús, ya rígida, para que me des su última bendición.

Finalmente permites que la piedra cierre el sepulcro; y tú, destrozada, besas el sepulcro, y llorando le das el último adiós y te alejas del sepulcro.

La Soledad de María Santísima

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Es tanto tu dolor que quedas petrificada y helada. Traspasada Madre mía, junto contigo doy el adiós a Jesús, y llorando quiero compadecerte y hacerte compañía en tu amarga soledad. Quiero ponerme a tu lado para darte en cada suspiro, de afán y de dolor, una palabra de consuelo y darte una mirada de compasión; recogeré también tus lágrimas, y si veo que estás por desmayarte, te sostendré con mis brazos.

Pero veo que te ves obligada a regresar a Jerusalén por el mismo camino por el que viniste. Apenas das unos pasos y te encuentras ante la cruz sobre la que Jesús ha sufrido tanto hasta morir sobre ella y tú corres hacia ella, la abrazas y viéndola bañada de sangre, se renuevan en tu Corazón uno por uno los dolores que Jesús sufrió en ella; y no pudiendo contener tu dolor, entre sollozos exclamas:

« ¡Oh cruz! ¿Cómo es que has sido tan cruel con mi Hijo? ¡Ah, en nada lo has perdonado! ¿Qué mal te había hecho? Ni siquiera a mí, su Dolorosa Madre, me permitiste que le diera al menos un sorbo de agua cuando la pedía y en cambio le diste hiel y vinagre a su boca ardiente de sed. Sentía que mi Corazón traspasado se me derretía y hubiera querido darle a sus labios mi Corazón derretido para calmar su sed, pero tuve el dolor de verme rechazada. ¡Oh cruz, cruel, sí, pero santa, porque haz quedado divinizada y santificada por el contacto de mi Hijo! Esa crueldad que usaste con él, transfórmala en compasión hacia los miserables mortales y por las penas que él ha sufrido sobre ti, impetra gracia y fortaleza a las almas que sufren, para que ninguna se pierda a causa de las cruces y de las tribulaciones. Demasiado me cuestan las almas, me cuestan la vida de un HijoDios; y yo, cual corredentora y Madre, ¡a ti te las confío, oh cruz! ».

Y besándola y volviéndola a besar, te alejas de ella. ¡Pobre Madre, cuánto te compadezco! A cada paso y encuentro surgen nuevos dolores que creciendo en intensidad y haciéndose cada vez más amargos, como si fueran olas, te inundan, te ahogan y te sientes morir a cada instante.

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Das unos pasos más y llegas al sitio en donde esta mañana te encontraste con él bajo el enorme peso de la cruz, agotado, chorreando sangre y con la corona de espinas sobre la cabeza, las cuales, cada vez que la cruz golpeaba con la cabeza penetraban más y más, dándole en cada golpe dolores de muerte. Las miradas de Jesús cruzándose con las tuyas, buscaban piedad, pero los soldados, para quitarles este consuelo a Jesús y a ti, empujaron a Jesús haciendo que se cayera derramando así más sangre; y ahora, viendo la tierra empapada de su sangre, te postras por tierra y mientras la besas te oigo decir:

« Ángeles míos, vengan a hacerle guardia a esta sangre para que ninguna gota sea pisoteada y profanada ».

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Madre Dolorosa, déjame que te dé la mano, para ayudarte a que te levantes y sostenerte, porque veo que estás agonizando en la sangre de Jesús. Conforme caminas te encuentras con nuevos dolores; por todos lados te tropiezas con las huellas de su sangre y recuerdas los dolores de Jesús. Por eso, apresuras tus pasos y te encierras en el cenáculo. También yo me encierro en el cenáculo, pero mi cenáculo es el Corazón Sacratísimo de Jesús; y desde dentro de su Corazón quiero ir a tus rodillas maternas para hacerte compañía en esta hora de amarga soledad. Mi corazón no podría resistir si te dejara sola en tanto dolor.

Desolada Madre mía, mira a tu pequeño hijo, soy demasiado pequeño y por mí solo no puedo ni quiero vivir. Por eso, tómame sobre tus rodillas y estréchame entre tus brazos maternos, sé mi Madre, porque tengo necesidad de quien me guíe, me ayude y me sostenga; mira mi miseria y derrama sobre mis llagas una lágrima tuya, y cuando me veas distraído, estréchame a tu Corazón materno y dame de nuevo la vida de Jesús.

Pero mientras te pido esto, me veo obligado a detenerme para poner atención a tus dolores tan amargos, y siento que se me rompe el corazón al ver que al mover la cabeza, sientes que las espinas que has tomado de Jesús penetran más y más en ti junto con las punzadas de todos nuestros pecados de pensamiento, y que, penetrándote hasta en los ojos, te hacen derramar lágrimas de sangre. Y mientras lloras, teniendo en los ojos la mirada de Jesús, desfilan ante tu vista todas las ofensas de todas las criaturas. ¡Oh, qué amargura sientes! ¡Qué bien comprendes todo lo que Jesús ha sufrido teniendo en ti sus mismas penas!

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Pero un dolor no espera al otro; y poniendo atención en tus oídos, te sientes ensordecer por el eco de las voces de las criaturas. Cada especie de voz de criatura, penetra, a través de tus oídos a tu Corazón y te lo traspasan y repites una vez más:

« ¡Hijo, cuánto has sufrido! ».

Desolada Madre mía, ¡cuánto te compadezco! Déjame secar tu rostro bañado de lágrimas y sangre; pero me siento retroceder al verlo amoratado, irreconocible y pálido de una palidez mortal. ¡Ah, comprendo! Son todos los malos tratos que Jesús ha sufrido y que tú has tomado sobre ti, los cuales te hacen sufrir tanto, que al mover tus labios para orar o para emitir suspiros de tu ardiente pecho, sientes tu aliento amarguísimo y tus labios consumidos por causa de la sed de Jesús.

¡Pobre de ti, oh Madre, cuánto te compadezco! Tus dolores crecen cada vez más, mientras parece que se dan la mano unos a otros. Y tomando tus manos entre las mías, veo que están traspasadas por los clavos. Es precisamente en ellas donde sientes el dolor de ver tantos homicidios, traiciones y sacrilegios y todas las malas obras, que hace que se repitan los golpes de martillo, agrandando tus llagas y haciéndolas cada vez más crueles.

¡Cuánto te compadezco! Tú eres la verdadera Madre crucificada, tanto que ni siquiera tus pies quedan sin clavos; más aún, no solamente sientes que te los clavan, sino como que te los arrancan por tantos pasos inicuos y por las almas que se van al infierno, tras las cuales tú corres para que no se precipiten en las llamas infernales.

Pero eso todavía no es todo, clavada Madre mía: todas tus penas, haciéndose una sola hacen eco en tu Corazón y te lo traspasan no con siete espadas, sino con miles y miles de espadas, y más todavía, porque teniendo el Corazón de Jesús en ti, el cual contiene todos los corazones y envuelve en su palpitar los latidos de cada uno de ellos, ese palpito divino conforme palpita va diciendo: « ¡Almas, Amor! ». Y tú, del pálpito « almas » sientes que fluyen en tu palpito todos los pecados sintiendo que te dan muerte; mientras que en el pálpito « amor », te sientes dar vida; de manera que te encuentras en acto continuo de morir y de vivir.

Crucificada Madre mía, mirándote, compadezco tus dolores, ¡son indescriptibles! Quisiera transformar todo mi ser en lengua, en voz, para compadecerte; pero ante tantos dolores, mis compasiones son nada; por eso, llamo a los ángeles, a la Sacrosanta Trinidad y les ruego que pongan a tu alrededor sus armonías, sus alegrías y sus bellezas, para endulzar y compadecer tus intensos dolores, para que te sostengan en sus brazos y te devuelvan todas tus penas convertidas en amor.


Y ahora, Desolada Madre, te doy gracias en nombre de todos por todo lo que has sufrido y te ruego que por esta amarga soledad que has sufrido, me vengas a asistir a la hora de mi muerte, cuando mi pobre alma se encuentre sola y abandonada por todos, en medio de mil ansias y temores; ven tú entonces a devolverme la compañía que tantas veces te he hecho en vida; ven a asistirme, ponte a mi lado y ahuyenta al enemigo; lava mi alma con tus lágrimas, cúbreme con la sangre de Jesús, revísteme con sus méritos, embelléceme con tus dolores y con todas las penas y las obras de Jesús, y en virtud de sus penas y de tus dolores, haz que desaparezcan de mí todos mis pecados, perdonándome totalmente. Y al expirar mi alma, recíbeme entre tus brazos y poniéndome bajo tu manto, ocúltame a la mirada del enemigo, llévame volando al cielo y ponme en los brazos de Jesús. Así que quedamos en este acuerdo, ¿no es así, Madre mía?

Y ahora te ruego que les hagas la compañía que yo te he hecho hoy a todos los moribundos presentes; sé Madre de todos; son los momentos extremos y les hacen falta grandes ayudas. Por eso, no le niegues a nadie tu oficio materno.

Por último, una palabra más mientras te dejo: te ruego que me encierres en el Corazón Sacratísimo de Jesús y tú, adolorida Madre mía, cuídame, para que Jesús no me tenga que expulsar de su Corazón y para que yo, ni siquiera queriéndolo, pueda jamás volver a salir de él. Te beso tu mano materna y tú dame tu bendición.
Nos cum prole pia, benedicat Virgo Maria.


De las 4 a las 5 de la tarde

           La Sepultura de Jesús y la Soledad de María Santísima


Reflexiones y prácticas.

Jesús es sepultado, una piedra cierra el sepulcro y le impide a su Madre Santísima volver a ver a su Hijo. Y nosotros, ¿tratamos de ocultarnos a los ojos de las criaturas? ¿Nos es indiferente que todos se olviden de nosotros? ¿En las cosas santas quedamos indiferentes con esa santa indiferencia que hace que no faltemos en nada? Cuando Jesús nos abandona, ¿vencemos en todo con esa santa indiferencia que nos lleva siempre a él? ¿Formamos con nuestra constancia una dulce cadena que lo atraiga siempre hacia nosotros? ¿Está nuestra mirada siempre sepultada en la de Jesús de manera que nada miremos sino sólo lo que él quiere? ¿Está nuestra voz sepultada en la voz de Jesús? ¿Están nuestros pasos sepultados de tal manera en los de Jesús, que cuando caminamos vamos dejando la huella de Jesús y no la nuestra? ¿Está nuestro corazón sepultado en el suyo para poder amar y desear como ama y desea su Corazón mismo?

« Madre mía, cuando Jesús se esconda, por mi bien, dame la gracia que tu obtuviste cuando te viste privada de él para que yo pueda darle toda la gloria que tú misma le diste cuando lo pusiste en el sepulcro. ¡Oh Jesús!, quiero rogarte con tu misma voz, y que así como tu voz penetraba hasta el cielo y repercutía en las voces de todos, que también la mía, en honor de la tuya, penetre hasta el cielo para darte la gloria y el amor de tu misma palabra. Jesús mío, mi corazón late, pero no estaré contento si no haces que sea tu latido el que viva en mi corazón, y así con los mismos latidos de tu Corazón, amaré como tú amas. Te amaré por todas las criaturas y será uno sólo nuestro grito: ¡Amor, amor! ».

« ¡Oh Jesús mío!, dale honra a tu nombre y haz que en todo lo que yo haga se encuentre la huella de tu misma potencia, de tu amor y de tu gloria ».

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