Avivar la reacción
27/12/16
por César Uribarri
Bergoglio ha navegado
relativamente tranquilo estos años previos de su pontificado. Apenas ha
encontrado reacción eficaz, lo que unido a la dureza de su carácter, le ha
permitido avanzar inflexible en la demolición de la Fe. Las voces discrepantes
eran simples piedras en su caminar que, si bien le podían resultar ciertamente
molestas, no le impedían el avance. Sin embargo, la dubia planteada por los
cuatro cardenales ha cambiado el panorama por cuanto suponen una verdadera
reacción en la defensa de la Fe. Desde Roma llegan informaciones que hablan de
“nervios y rabia” en el entorno bergogliano. Se es consciente de que ahora algo
ha cambiado y radicalmente. El camino por que el que transitaba Bergoglio en su
programa ha encontrado un escollo inesperado. Y ese escollo, se mire como se
mire, plantea indirectamente una única cuestión: la herejía del Papa. Y de eso
se es consciente en Santa Marta.
El día de la elección de
Francisco algunos sospechamos que se avecinarían tormentas de un alcance mayor
al hasta entonces conocido. La prudencia nos hizo callar hasta que se pasó de
simples palabras de salón heretizantes por parte de Bergoglio, a escritos
oficiales del Papa (y por tanto magisterio ordinario) con un contenido
altamente preocupante por su giro antropocentrista en el que Dios, el Dios
católico, ya no tenía nada que decir. Pero denunciar la actuación del Papa
supuso evidenciar que el rodillo de Francisco no sólo alcanzaba Roma y
adláteres, sino que su larga mano alcanzaba la urbe pero también el orbe. En mi
personal caso, sólo por la primera denuncia me vi forzado a abandonar Religión
en Libertad, para posteriormente ser puesto de patitas en la calle cobardemente
por Infovaticana -y casi en paralelo, mientras desde Radio María España se me
invitaba a marcharme-.
No podía haber discrepancia ni
críticas contra Francisco ni contra su nuevo paradigma. Estaba antes el cobarde
silencio que la búsqueda de la verdad. Por eso resultó fácil el avance de esa
nueva Iglesia, porque junto con el esperado aplauso del anterior sector
progresista, el santo Padre y su revolución encontraron ecos favorables en el
silencio connivente de los “católicos” de siempre, por cuanto se negaban a
señalar y a dejar señalar el verdadero problema: Francisco.
Este silencio omisivo alcanzó
medios y movimientos eclesiales. Unos por miedo, otros por una falsa piedad
filial al Papa, otros por superficialidad. Pero el rodillo del silencio
mostraba su eficacia impidiendo toda denuncia al actuar de Francisco. Cuanto
ocurre con el portal Infocatólica me parece paradigmático. Y así mientras desde
dicho portal se impide toda crítica a Francisco, se vanaglorian de haber sido
cofirmantes de un insulso manifiesto en la defensa del matrimonio católico “de
siempre” que ni denuncia al artífice de su demolición ni permite acusarlo.
Resultado, Infocatólica (como modelo de esa “catolicidad” conservadora)
pretendiendo salvar la verdadera Fe, de hecho se convierte en facilitador de la
demolición de Bergoglio al silenciar su actuar e impedir las críticas. Pero no
es más que un ejemplo, desgraciadamente. Porque el silencio ha sido la tónica
global en el interior de la Iglesia.
Y todo ello, junto con el aplauso
de los medios, ha permitido a Francisco avanzar en su proyecto de demolición
sin oposición, o por lo menos, sin oposición eficaz.
Pero no está siendo gratuito.
¡Cuánta sensación de soledad ante la destrucción de la amada Iglesia ha
postrado en la amargura a miles de católicos abrumados! ¡Cuántos sacerdotes
doloridos y desanimados deseando huir ante el terrible rosto con el que
encuentran a su irreconocible Iglesia! Y sin poder encontrar ni el
consuelo del desahogo ante la incomprensión generalizada a su dolor. Quizá
portales como Adelante la Fe han ayudado a comprender que no se está solo, que
el dolor es generalizado, y que junto al dolor, la sensación de hartazgo se
eleva, como una ola que crece, en tantos fieles que ya no están dispuestos a
permitir la destrucción de la Iglesia sin hacer nada. Pero los artículos
críticos no eran suficientes mientras una mayoría de la Iglesia se empeña en
acompañar al Papa camino del precipicio.
No había reacción eficaz, no,
hasta que cuatro cardenales han planteado sus dubias al Papa. Unas dubias que
dan un paso de calidad y gravedad, por cuanto suponen el inicio de enfrentar
formalmente el mal principal: si el Papa incurre o no en herejía. Ya no hay
medias verdades. Es un órdago a la totalidad en el que se vislumbra que hemos
entrado en un momento crucial y dolorosamente necesario: el de la elección de
Cristo o el mundo; el de la elección del amor al escándalo de la Fe o el
aplauso del mundo; el de la fidelidad de la Iglesia a su Fundador o el
servilismo de la Iglesia a la mundo.
Burke ya ha avisado, después de
las Navidades se darán pasos exigiendo al Papa que aclare su posición. Y Brandmüller
ya ha declarado sin ambages lo que supone confirmar la validez del capítulo
octavo de la Amoris Laetitia según el sentir y el querer de Francisco: la
herejía.
Es el inicio de la batalla en la
defensa de la Fe. Los cuatro cardenales ya se han posicionado sin ambigüedad y
poco a poco se van sumando otros. Lo qué hará el Papa es de prever vistos los
antecedentes: intentará cortar cabezas. Pero dado su maquiavélica capacidad de
gestión sopesará pros y contras antes de moverse, por lo que lanzará a su
ejército kasperiano al frente de batalla procurando el desgaste mediático de
los cardenales de la dubia.
Desde Santa Marta se es
consciente de lo grave de la situación. Ya lo ha comentado el Papa a sus
cercanos: está en riesgo la división de la Iglesia y él puede pasar como el
Papa que la dividió.
Si, ciertamente un cisma es un
riesgo, pero mayor riesgo es la unidad hacia el precipicio.
Se puede decir que la batalla ha
comenzado. Y por si hay dudas, mi posición permanece firme junto a los cuatro
cardenales.
Sí, ocurra cuanto ocurra, suponga
lo que suponga, yo soy, a todos los efectos, un cardenal de la dubia. Es hora
de avivar la reacción.
Je suis Burke.
Je suis Caffarra
Je suis Brandmüller
Je suis Meisner
César Uribarri
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