6 de junio de 1943
“Hoy quiero hablarte de la “gracia”.
Verás que tiene relación con los otros temas aunque a primera vista no te
parece. Estás un poco cansada, pobre María, pero escribe de todas formas. Estas
lecciones te servirán para los días de ayuno en los cuales Yo, tu Maestro, no
te hablaré.
¿Qué es la gracia? Lo has
estudiado y explicado muchas veces. Pero Yo te lo quiero explicar a mi modo en
su naturaleza y en sus efectos.
La gracia es poseer en vosotros
la luz, la fuerza, la sabiduría de Dios. Esto es poseer la semejanza
intelectual con Dios, el signo inconfundible de vuestra filiación con Dios.
Sin la gracia seríais simplemente
criaturas animales, llegadas a tal punto de evolución de estar provistas de
razón, con un alma, pero un alma a nivel de tierra, capaz de guiarse en las
contingencias de la vida terrena pero incapaz de elevarse a las regiones en las
que se vive la vida del espíritu; por ello poco más que las bestias que se
regulan solamente por el instinto y, en verdad, a menudo os superan con su modo
de comportarse.
La gracia es por lo tanto un don
sublime, el mayor don que Dios,mi Padre, os podía dar. Y os lo da
gratuitamente porque su amor de Padre, por vosotros, es infinito como infinito
es Él mismo. Querer decir todos los atributos de la gracia significaría
escribir una larga lista de adjetivos y sustantivos, y aún no explicaría
todavía perfectamente qué es este don.
Recuerda solamente esto: la
gracia es poseer al Padre, vivir en el Padre; la gracia es poseer al Hijo,
gozar de los méritos infinitos del Hijo; la gracia es poseer al Espíritu Santo,
disfrutar de sus siete dones. La gracia, en fin, es poseernos a Nosotros,
Dios Uno y Trino, y tener alrededor de vuestra persona mortal las legiones de
ángeles que nos adoran en vosotros.
Un alma que pierde la gracia lo
pierde todo. Inútilmente para ella el Padre la ha creado, inútilmente para ella
el Hijo la ha redimido, inútilmente para ella el Espíritu Santo le ha infundido
sus dones, inútilmente para ella están los Sacramentos. Está muerta. Rama
podrido que bajo la acción corrosiva del pecado se separa y cae del árbol vital
y termina de corromperse en el barro. Si un alma supiera conservarse como es
después del Bautismo y después de la Confirmación, esto es cuando ella está
embebida literalmente de la gracia, aquella alma sería poco inferior a Dios. Y
que esto te lo diga todo.
Cuando leéis los prodigios de mis
santos os sorprendéis. Pero, querida mía, no hay nada de asombroso. Mis
santos eran criaturas que poseían la gracia, eran dioses, por esto, porque
la gracia os deifica. ¿Acaso no lo he dicho Yo en mi Evangelio que los míos harán
los mismos prodigios que Yo hago? Pero para ser míos es necesario vivir de
mi Vida, esto es de la vida de la gracia.
Si quisierais, todos podríais ser
capaces de prodigios, esto es de santidad. Mejor dicho, Yo quisiera que lo
fuerais porque entonces querría decir que mi Sacrificio ha sido coronado por la
victoria y que realmente Yo os he arrancado del imperio del Maligno,
desterrándole a su Infierno, remachando su boca con una piedra inamovible y
poniendo sobre ella el trono de mi Madre, que fue la Única que tuvo su calcañal
sobre el dragón, impotente para dañarle.
No todas las almas en gracia
poseen la gracia en la misma medida. No porque nosotros se la infundamos en
medida distinta, sino porque de distinta manera la sabéis conservar en
vosotros. El pecado mortal destruye la gracia, el pecado venial la resquebraja,
las imperfecciones la debilitan. Hay almas, no del todo malas, que languidecen
en una tisis espiritual porque, con su inercia, que las empuja a cometer
continuas imperfecciones, enflaquecen cada vez más la gracia, haciéndola un
hilo debilísimo, una llamita languidecerte. Mientras debería ser un fuego, un
incendio vivo, bello, purificador. El mundo se derrumba porque se derrumba la
gracia en casi la totalidad de las almas y en las demás languidece.
La gracia da frutos distintos
según esté más o menos viva en vuestro corazón. Una tierra es más fértil cuanto
más rica es de elementos y beneficiada por el sol, por el agua, por las
corrientes aéreas. Hay tierras estériles, secas, que inútilmente vienen regadas
por el agua, calentadas por el sol, agitadas por los vientos. Lo mismo es en
las almas. Hay almas que con cada estudio se cargan de elementos vitales
y por ello logran disfrutar el cien por cien de los efectos de la gracia.
Los elementos vitales son: vivir
según mi Ley, castos, misericordiosos, humildes, amorosos de Dios y del
prójimo; es vivir de oración “viva”. Entonces la gracia crece, florece, echa
raíces profundas y se eleva en árbol de vida eterna. Entonces el Espíritu
Santo, como un sol, inunda con sus siete rayos, de sus siete dones; entonces
Yo, Hijo, os penetro con la lluvia divina de mi Sangre; entonces el Padre os
mira con complacencia viendo en vosotros su semejanza; entonces María os
acaricia estrechándoos contra su seno en el que me ha llevado a Mí como a sus
hijitos menores pero queridos, queridos por su Corazón; entonces los nueve
coros angélicos hacen corona a vuestra alma templo de Dios y cantan el “Gloria”
sublime; entonces vuestra muerte es Vida y vuestra Vida es bienaventuranza en
mi Reino”.
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