¿Cuántas veces tenemos ganas de decir, de criticar, de
negar, de oponernos, de resistirnos, de imponer nuestro particular punto de
vista? Es como un fuego interior, irresistible, el que nos grita. ¡No puedes
dejar las cosas así! ¡Es que te están tomando de tonto! En muchas ocasiones,
estos impulsos están motivados por el amor propio, mejor dicho, el egoísmo que
nos invita a no quedar jamás sin poner la última palabra o dejar en claro que
no estamos de acuerdo.
Callar, eso si que es difícil. Callar cuando creemos
comprender lo que ocurre, más difícil todavía. ¿Y en que medida conocemos
realmente la motivación de aquellos a quienes queremos criticar, o aconsejar, o
corregir? ¿En qué medida podemos juzgar a los demás? Las más de las veces
tomamos posiciones que, con los años, juzgamos como equivocadas. ¡Que
equivocado estaba entonces!, solemos exclamar. ¡Si hubiera sido capaz de
guardar silencio!
Me refiero hoy a esa enorme llave del amor, que es el
silencio, la humildad de callar y privarnos de pasar a la primera fila, de
tomar el micrófono y decir todo lo que pensamos. El poder simplemente observar
a los demás, escucharlos, e intervenir sólo cuando tenemos algo positivo para
dar, seguros de no estar simplemente tratando de decir algo, de tener nuestro
“papel protagónico” bien cubierto.
Callar es sacrificio, es amor. No hacer, privarnos de
figurar, son gestos muy interiores, que sólo Dios ve y valora. ¿Quién más puede
ver lo que está pasando en nuestro interior, si a nadie lo contamos? Ese
silencio es una gigantesca muestra de fe, es entregar a Dios ese sacrificio,
sabiendo que El lo ve y lo valora. Dios toma esas muestras de amor y las pone
en su alhajero, a buen recaudo de los ojos de los hombres. ¿Que hombre, acaso,
es testigo de esos actos de heroísmo interior? Nadie, sólo Dios los ve.
A veces pensamos que nuestro servicio a Dios incluye lo que
los demás piensan de nosotros, el juicio que tienen de nuestros actos. No es
así. Dios ve nuestro corazón y busca aquello que es sincero, profundo y puro.
Si la gente, con juicios del todo humanos, ve en nosotros algo que no somos en
realidad, no debemos preocuparnos por la opinión de Dios. El ve las cosas como
realmente son, ya que las más de las veces es la hipocresía lo que impulsa los
actos de las personas. El Señor, el Justo de los Justos, puro Amor y
Misericordia, ve el mundo de modo muy distinto. El quiere que le demos
sacrificios interiores, que vayan purificando nuestra alma de las necesidades
de figuración y protagonismo, que llenan nuestro corazón de vanidad y egoísmo.
El verdadero heroísmo es el de aquellos que pueden callar,
esperar, y privarse de las necesidades propias, en beneficio de los demás. Es
una gran muestra de amor, que florece también en nuestra relación con quienes
nos rodean. ¿Acaso nosotros mismos no nos sentimos incómodos con aquellos que
opinan sobre todo, y nos critican, aconsejan, corrigen y enseñan sobre todo en
todo momento?
Sin embargo, no siempre nos irá bien practicando el silencio
y la humildad. Algunas veces podremos ser incomprendidos, o malentendidos. Pero
es Dios el que conoce la motivación que anida en nuestro corazón en esos
momentos. Y El se hará cargo de nuestras necesidades, como siempre, en el
instante oportuno.
Señor, hazme manso, prudente y humilde. Dame la fortaleza
para callar, esperar y confiar en Ti. Enséñame a hacer pequeños sacrificios
interiores que agraden a Tu Corazón Amante, necesitado de pequeños gestos que
te recuerden la humildad y el silencio de Tu Madre, en la pequeña casita de
Nazaret. Ella, la más perfecta Criatura surgida del Amor de Tu Padre, guardó
silencio desde el día en que el Ángel le anunció Tu venida, hasta aquella tarde
en que te vio morir en la Cruz. Tú también guardaste silencio ese día. Ahora,
Señor, enséñanos a callar, a esperar, a amar.
Tomado de: http://www.reinadelcielo.org/index.asp
Los escritos de nuestra sección Meditaciones son propios de
quienes hacemos Reina del Cielo, y pretenden constituír un medio de ayuda a quienes
buscan en el camino de la meditación de las cosas de Dios una fuente de acceso
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