Procuráis que vuestras computadoras no tengan virus,
procuráis que vuestras impresoras no les falte el tóner, procuráis que vuestras
agendas electrónicas tenga batería, todo lo cuidáis admirablemente y a Mí
Me gusta que así sea. Lo mismo vuestros hogares, que limpiáis los jardines de
malas hierbas, que limpiáis los cristales para que se pueda ver, que recogéis
la basura para llevarla a los contenedores para ella, en fin hijos, os esmeráis
por vivir en un ambiente sano y preparado para vuestras tareas.
¿Y por qué no hacéis lo mismo con vuestras almas y también
las limpiáis de pecados, que son virus terribles que os pueden llevar a una
muerte eterna? No hay mayor basura que el pecado, y sin embargo, permitís que
anide en vuestras almas. Quien tiene el alma sucia, no puede ver con claridad.
Si no la limpiáis como vuestros cristales, no tendréis luz apropiada y todo lo
veréis distorsionado. Yo, Jesús, os hablo.
¿Y no hay peor mala hierba que el pecado, las faltas, la
envidia la codicia, la pereza, ¡ay hijos! ¿por qué no limpiáis de esas malas
hierbas vuestras almas? Algunos preguntareis que como se hace, pues bien,
acudid a un confesor bueno, un sacerdote que sea bueno y cumplidor de su
ministerio, con un buen examen de conciencia hecho, es decir, repasando uno a
uno todos los pecados de los que adolecéis, y los exponéis en el confesionario
con propósito de enmienda, porque si confesáis los pecados sin proponeros
no volver a hacerlos, entonces esa confesión no tendrá efecto alguno. Yo,
Jesús, os hablo.
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