Hijos Míos, Soy la Inmaculada Concepción, vuestra Madre y
vuestra Reina.
Todo aquel que Me honra o Me ama tiene segura la gloria celestial, porque Yo no dejaré que perezca ningún alma que en esta vida Me honró. Eso no quiere decir que si pecáis impunemente también os salvareis, quiere decir que si tratáis de vivir en los Mandamientos de Dios y además Me honráis, intercederé por vosotros para vuestra salvación. Porque hijos, en la salvación debéis colaborar constantemente y así Mis oraciones os suplirán en aquellas cosas que no alcanzáis, ni llegáis. Yo, María Inmaculada, os hablo.
Quiso Dios Altísimo Mi existencia no solo para ser Madre de
su divino Hijo, el Verbo de Dios, sino también para serlo de vosotros, almas
todas redimidas por la Preciosísima Sangre del Cordero de Dios: Mi Hijo Jesús. Pero
debéis esforzaros en ser cada día mejores, porque Satanás no descansa para
perderos eternamente, y quien Me honra él lo reprueba con mayor saña que
a cualquier otra persona, porque Yo nunca le pertenecí, ni siquiera
levemente, siempre hice en todo momento la voluntad de Dios, incluso en los más
insignificante. Yo, María Inmaculada, os hablo.
No Me cantéis himnos o Me recéis rosarios y luego guardéis
encono a algún familiar o algún compañero de trabajo. Tratad de honrarme más
con el ejemplo o imitación de Mis virtudes que con otras cosas, que si además
tengo cánticos y rezos vuestros, todo es aun mejor y Me agrada aun más.
Yo, María Inmaculada, os hablo.