La «desorientación diabólica» de Lucía Caram
07/02/17
1. Impugnadores de la virginidad perpetua de María Santísima
Todos los dones celestiales con que Dios colmó a la
Bienaventurada Virgen María tienen su razón máxima en la Divina Maternidad,
pero entre todos, éste de su perpetua virginidad. Hay como una
relación íntima, una ilación de necesidad, entre la virginidad de María y
su Maternidad Divina.
María, Virgen perpetua e incontaminada, antes, en y
después del parto,es proposición de fe.
La virginidad de Nuestra Señora ha sido muchas veces
combatida por los herejes. Los primeros en errar sobre la integérrima
virginidad de la Madre de Dios fueron los judíos de su tiempo que creyeron a
Cristo hijo del matrimonio entre José y María. De los judíos la calumnia pasó a
cuantos tenían afinidad ideológica o de sangre con ellos, así los ebionitas,
comunidad cristiana procedente de los hebreos, furiosos negadores de la
integridad de María.
Más tarde en Cerinto y Carpócrates enseñaron igual que los
anteriores. En el siglo IV negaron también la virginidad de María Santísima apolinaristas y arrianos, a
los que San Epifanio apodó anticordimarianistas, «los cuales, dice el
mencionado santo, llegaron hasta la temeridad de afirmar que después
del parto de Jesús, María tuvo relaciones matrimoniales con San José».
Pero fue Elvidio quién ganó la miserable palma de
ser el más audaz y ofuscado negador del privilegio de Santa María, contra el
que se levantó San Agustín y, sobre todo San Jerónimo, que
vigorosa y duramente rebatió sus errores.
Los anabaptistas profesaron el error de los
ebionitas (que Jesús nació del matrimonio entre María y José), y que después de
Jesús hubieron otros hijos, etc. Las aberraciones protestantes sobre este tema
llegaron al extremo que suponen estas líneas de Rade: «Para mí, esta doctrina
(que María conservó la virginidad) está en contradicción con otras enseñanzas
cristianas, por las que me siento grato a Dios, y sobre todo con el concepto
evangélico del matrimonio y de la vida conyugal».
Finalmente los racionalistas modernos pretenden que la
virginidad de María sea un mito.
A pesar de la claridad meridiana del texto de San Lucas
sobre la Encarnación (1, 26-38), y las enseñanzas de los Santos Padres y
Doctores de la Iglesia, como San Ignacio, Arístides, San Hipólito, Orígenes,
San Epifanio, San Ambrosio, San Atanasio, San Agustín, San Gaudencio de Brescia
y otros muchos, hubo necesidad de definir este dogma, y así se hizo en el
canon tercero del Concilio de Letrán, bajo Martín I y en otras ocasiones
indirectamente.
La impugnadora de la virginidad perpetua de la Madre de Dios
hoy es Lucía Caram, a quien cuesta llamarla “madre” o “sor”. Es una religiosas
argentina, que forma parte de las dominicas de vida contemplativa de
Manresa, Barcelona, España. Contemplativa, pero de una vida muy activa, ya que
desde el monasterio donde reside «promueve el diálogo interreligioso», escribe
libros, y acude a diversos programas televisivos, entre otros activismos en
nombre de la fe que ha venido ayudando a destruir desde hace mucho.
Recientemente acudió a uno de estos programas para hablar de
sexo con Risto Mejide entrevistador de lenguaje procaz, con el que hasta un
hombre se sentiría incómodo y de quien es asidua entrevistada, donde afirmó: «que
María estaba enamorada de José y que era una pareja normal, y lo normal es
tener sexo».
Hay que ver toda la entrevista, para darse cuenta, como me
lo hacía notar alguien, de la maldad que encierran no sólo las preguntas del
entrevistador, sino las respuestas de la entrevistada, es que «… hoy no es
menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos
declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el
seno y gremio mismo de la Iglesia».[1]
Yo tengo –decía Mons. Rudolph Graber- la no infundada
sospecha de que el resquebrajamiento de la obediencia hoy, así como
el criticismo inmisericorde, tienen uno de sus fundamentos en el apartamiento y
rechazo de la veneración a María. La revolución en el interior de la misma
Iglesia sólo puede ser atajada con el «sí» humilde y sencillo de la
Virgen sacratísima… Y la crisis de fe que hoy padecemos tiene su origen en gran
parte en el hecho de que nos hemos apartado de María, la Virgen fuerte en la
fe… Y una última cosa: vivimos en una época en la que la impudicia hace
gala de ostentación… A buen seguro habrá que ver en estas oleadas de lo sexual
el resultado del retroceso en la veneración mariana, porque la Inmaculada
es el más poderoso antídoto contra esta inmoralidad… Pues bien, en vez de
profesarse rendidamente a María, a la vista de estas tendencias destructoras
para la fe y la honestidad, lo que se hace es abandonar su nombre. Esto roza
con la traición a la Iglesia, al pueblo y al futuro. En verdad son éstas “ora
di tenebre et lampi” (horas de tinieblas y relámpagos).
2. Para la «descendencia de María» esa blasfemia es
abominable y nuestra obligación de hijos, es luchar por el honor de nuestra
Purísima Madre.
«Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable
enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su
digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y
los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios
ha suscitado como Satanás es María, su Santísima Madre. Ya desde el paraíso
terrenal aunque María sólo estaba entonces en la mente divina le inspiró tanto
odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir
la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y
aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos
los ángeles y hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios».[2]
Y sí, vivimos en carne propia la dramática realidad de la
lucha de los hombres sobre la tierra: «la descendencia de Belial» y «la
descendencia de María». Es la última lucha de María-Iglesia contra el «dragón
de las siete cabezas y diez cuernos» (Ap 12, 3). En la Escritura Sagrada, los
cuernos no se refieren a animales, sino a trompetas que amplifican la voz, como
cuernos de toro. En nuestros días, los diez cuernos se refieren a los medios de
comunicación: prensa, radio, televisión, internet. La mayoría de estos
instrumentos de comunicación están en manos de los enemigos de Dios y están siendo
empleados para conducir a la humanidad a transgredir el Decálogo.
Esta lucha acabará con la victoria de Cristo y María sobre
el «gran adversario» y con la instauración del reino del Padre.
3. La manifiesta herejía de Lucía Caram, es la patentización
de la profecía de Fátima. En 1925 Sor Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón,
vio a Nuestra Señora con el Corazón cercado de espinas que le dijo:
«Mira hija mía mi Corazón cercado de espinas que los hombres
ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes, tú al
menos procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses
seguidos en el primer sábado se confiesen y recibieren la sagrada comunión,
rezaren una parte del rosario y me hicieren compañía meditando en los 15
misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la
hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para su salvación».
Posteriormente en 1930, dijo Lucía que durante su hora
santa, se sintió de repente poseída más íntimamente por la Divina Presencia, y,
«si no me engaño, me reveló lo siguiente»:
«Hija Mía, el motivo es sencillo. Cinco son las clases de
ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María».
La primera ofensa contra el Corazón Inmaculado de María
es la negación de su Inmaculada Concepción.[3]
La segunda ofensa la constituyen las blasfemias contra
su Virginidad Perpetua, rechazada también por la mayoría de los protestantes.
La tercera es negar a la Santísima Virgen María como la
Madre de Dios, y como Madre espiritual de toda la humanidad.
La cuarta ofensa la constituyen las blasfemias de
aquellos que públicamente tratan de inculcar en los corazones de los
niños, la indiferencia y el desprecio y hasta el odio hacia nuestra Inmaculada
Madre. Siempre que le negamos a un niño su madre, causamos un detrimento
en el niño y horadamos el corazón de la madre.
La quinta ofensa contra el Corazón Inmaculado es
la profanación de sus estatuas y sagradas imágenes, que son una
manifestación de su presencia maternal.
Tres de las cinco ofensas versan sobre la negación de la
verdad doctrinal y dogmática sobre Ella. El negar los dogmas y doctrinas
marianas es la negación de su misma persona, de su mismo Corazón.[4]
El famoso experto de Fátima, el sacerdote claretiano, P.
Joaquín Alonso fallecido en 1981 escribió al respecto: cegados por un
ecumenismo engañador, hemos tenido la tendencia de olvidar que existe una
verdad evidente, recordada aquí por el Mensaje de Fátima: Aquellos que
obstinadamente y con pleno conocimiento abiertamente niegan las prerrogativas
de la Santísima Virgen María, cometen las blasfemias más odiosas en cuanto a
Ella.
4. «Desorientación diabólica»
Dice el Padre Nicholas Gruner que fue la Hna. Lucía quien
acuñó el término «desorientación diabólica»[5]. «Una y otra vez, ella había repetido esa
afirmación» especialmente entre 1969 y 1971, tiempo en el que habían ocurrido
tantos cambios en la Iglesia desde el Vaticano II, y había explicado que detrás
de tanta confusión y desorientación estaba el diablo, y, que el diablo había
engañado a mucha gente, sorprendentemente incluso obispos y cardenales; y
aunque ella no lo ha había dicho, tal vez incluso el mismo Papa.
En sus diversas cartas -citadas por el Hno. Miguel de la Santísima
Trinidad-, Sor Lucía hizo referencia a esa «desorientación diabólica», y habló
de ello también con el Padre Fuentes: «Padre el diablo está en vísperas de
emprender una batalla decisiva contra la Santísima Virgen. Y el diablo sabe qué
es lo que más ofende a Dios, y lo que ganará para él en el más corto plazo de
tiempo, el mayor número de almas. Así, el diablo hace todo lo posible para
vencer a las almas consagradas a Dios, porque sabe que, de esa manera, las
almas de los fieles, abandonados por sus guías, caerán aún más fácilmente en
sus manos. Lo que aflige al Inmaculado Corazón de María y al Corazón de Jesús,
es la caída de las almas de los religiosos y de los sacerdotes. El diablo sabe
que por cada religioso y sacerdote que apostata de su excelsa vocación, son
arrastradas numerosas almas al infierno».
Sor Lucía dijo: «Es una desorientación diabólica que invade
el mundo y las almas engañosas. Es necesario hacerle frente».
Lucía Caram es una exponente eximia de la «desorientación
diabólica» que aflora como esquizofrenia doctrinal, promovida por la satrapía
espiritual desde los más altos púlpitos, y a quienes la «descendencia de María»
no puede seguirles permitiendo mayores blasfemias.
Germán Mazuelo-Leytón
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios que sean descalificativos e irrespetuosos. Estos mensajes serán eliminados o sujetos a moderación.