Fractura en la disciplina universal de la Iglesia
Con imperiosa preocupación: acusamos al Papa Francisco
The Remnant / Catholic Family News
9 de septiembre, 2016
Fiesta de san Jenaro en el mes de Nuestra Señora de los
Dolores
Su Santidad:
El siguiente relato, escrito desesperadamente como miembros
del laicado, es lo que llamamos una acusación de su pontificado, el cual ha
sido una calamidad para la Iglesia, en igual proporción que lo que ha
deslumbrado a los poderes de este mundo. El evento culminante que nos impulsó a
dar este paso fue la revelación de su carta “confidencial” a los obispos de
Buenos Aires autorizándolos, únicamente en base a sus propias ideas expresadas
en Amoris Laetitia, a admitir a ciertos adúlteros públicos en “segundas
nupcias” a los sacramentos de la confesión y la sagrada comunión sin un firme
propósito de enmendar sus vidas abandonando las relaciones sexuales adúlteras.
De esta manera usted ha desafiado las propias palabras de
Nuestro Señor quien condenó el divorcio seguido por nupcias posteriores como
adulterio per se sin excepción, la advertencia de san Pablo sobre el
castigo divino para quienes reciban indignamente el sagrado sacramento, la
enseñanza de sus dos predecesores inmediatos alineados con la doctrina moral y
disciplina eucarística de la Iglesia basadas en la revelación divina, el Código
de Derecho Canónico y toda la tradición.
Usted ya ha provocado una fractura en la disciplina
universal de la Iglesia, donde algunos obispos la mantienen a pesar de Amoris
Laetitia mientras que otros, incluyendo aquellos en Buenos Aires, están
anunciando un cambio basados únicamente en la autoridad de su escandalosa
“exhortación apostólica”. Jamás había sucedido algo así en la historia de la
Iglesia.
Y sin embargo, los miembros conservadores de la jerarquía
casi sin excepción, conservan un silencio político mientras que los liberales
exultan públicamente su triunfo gracias a usted. En la jerarquía, casi ninguno
se opone a su imprudente desprecio de la sana doctrina y su práctica, si bien
muchos murmuran en privado contra sus depredaciones. Por lo tanto, así como
ocurrió durante la crisis arriana, queda en manos de los laicos defender la fe
en medio de un abandono casi total del deber por parte de la jerarquía.
Si bien no somos nada en el gran esquema de las cosas, como
miembros bautizados del cuerpo místico poseemos el derecho otorgado por Dios,
con su consiguiente deber establecido en la ley de la Iglesia (cf. CIC can.
212), de comunicarnos con usted y nuestros hermanos católicos por la grave
crisis que su gobierno ha provocado en la Iglesia dentro del estado ya crónico
de crisis eclesiástica resultante del concilio Vaticano II.
Dado que las súplicas privadas han resultado totalmente
inútiles, tal como relatamos debajo, publicamos este documento para aliviar
nuestro cargo de conciencia frente al gran daño que usted ha causado, y amenaza
con causar, sobre las almas y el bien de la Iglesia, y para exhortar a nuestros
hermanos católicos a oponerse a su continuo abuso del oficio papal,
particularmente en cuanto a las enseñanzas infalibles de la Iglesia sobre el
adulterio y la profanación de la Sagrada Comunión.
Al decidir publicar este documento, nos guiamos por la
enseñanza del Doctor Angélico sobre un caso de justicia natural dentro de la
Iglesia:
«Hay que tener en cuenta, no obstante, que en el caso de que amenazare un peligro para la fe, los superiores deberían ser reprendidos incluso públicamente por sus súbditos. Por eso san Pablo, siendo súbdito de san Pedro, le reprendió en público a causa del peligro inminente de escándalo en la fe. Y como dice la Glosa de san Agustín: “Pedro mismo dio a los mayores ejemplo de que, en el caso de apartarse del camino recto, no desdeñen verse corregidos hasta por los inferiores”» [Summa Theologiae, II-II, Q. 33, Art 4].
También nos guiamos por la enseñanza de san Roberto
Belarmino, doctor de la Iglesia, respecto a la Resistencia lícita de un romano
pontífice descarriado:
«Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, es también lícito resistir al Papa, que ataca a las almas o que perturba el orden civil, y, a fortiori, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Yo digo que es lícito resistirle no haciendo lo que él ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad…» [De Controversiis sobre el Romano Pontífice, libro 2, Cap. 29].
Los católicos de todo el mundo, y no sólo los
“tradicionalistas”, están convencidos que la situación imaginada por Belarmino
es hoy una realidad. Esa convicción es el motivo de este documento.
Que Dios sea el juez de la rectitud de nuestras intenciones.
Christopher A. Ferrara
Columnista Jefe, The Remnant
Editor, The Remnant
John Vennari
Editor, Catholic Family News
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