Posturas frente al Santísimo Sacramento
Sobre las posturas Corporales
Cuando estamos ante el Señor, en Su Presencia, hemos de
arrodillarnos. Arrodillarse, por un lado, es un acto de humildad, es
reconocerse criatura ante el Creador, que ante Dios uno es tan pequeño.
Quedarnos parados ante Él, salvo que tenga un real impedimento para
arrodillarme, es ponerme ante Dios “de igual a igual”, es no querer
“humillarme”, es fruto o de una gran inconsciencia o de una gran soberbia.
Arrodillarse ante el Señor es además un acto de fe: si me arrodillo, es porque verdaderamente creo que Él está allí Presente. Los católicos, decía el Papa Benedicto XVI, «nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en Él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único (Ver Jn 3, 16).» (S.S. Benedicto XVI) Así, pues, nos ponemos de rodillas en la presencia de la Hostia consagrada, porque reconocemos que lo que aparece ante nuestros ojos como pan ha dejado de ser pan común luego de la consagración: desde ese momento es Cristo, en su Cuerpo y en su Sangre, ¡Dios-con-nosotros!
Arrodillarse ante el Señor es además un acto de fe: si me arrodillo, es porque verdaderamente creo que Él está allí Presente. Los católicos, decía el Papa Benedicto XVI, «nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en Él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único (Ver Jn 3, 16).» (S.S. Benedicto XVI) Así, pues, nos ponemos de rodillas en la presencia de la Hostia consagrada, porque reconocemos que lo que aparece ante nuestros ojos como pan ha dejado de ser pan común luego de la consagración: desde ese momento es Cristo, en su Cuerpo y en su Sangre, ¡Dios-con-nosotros!
Debemos cuidarnos de no andar mirando a los demás y juzgar o
condenar en nuestro corazón a quien no se arrodilla. No conocemos el motivo por
el que no se arrodilla. Si nos toca, eduquemos con paciencia, con
delicadeza. Pero sobre todo, cada cual debe mirarse a sí mismo y, si acaso
no suele arrodillarse en los momentos indicados, cuestionarse sobre sus
motivos: ¿Es por desconocimiento, porque nadie me enseñó? ¿Es porque me
incomoda o duelen las rodillas? ¿Es porque me ensucio? ¿Es porque “yo no me
arrodillo ante nadie”? ¿Es porque tengo un impedimento físico?
La única razón válida para no arrodillarse es por alguna
incapacidad física real. En esos casos, la Iglesia enseña que uno puede
permanecer de pie (o sentado, si no puede estar de pie) y, hacer una reverencia
o inclinación de cabeza. Pero quien no tenga ningún impedimento físico,
¡arrodíllese ante el Señor! ¡Que doblegue cualquier resquicio de soberbia!
¡Que manifieste su fe! Y ante el pasajero dolor o incomodidad que te pueda
producir de momento, recuerda que el Señor por ti se destrozó las rodillas
cuando camino al Calvario cayó varias veces con la Cruz a cuestas. ¿Que se hace
muy largo? ¡Recuerda que el Señor estuvo clavado tres horas en la Cruz,
sufriendo indeciblemente por ti! ¿Que te ensucias? ¡Recuerda que el Señor
mordió el polvo por ti!
La genuflexión
Al ingresar en una iglesia en la que desde lejos se ve el
Tabernáculo y la luz roja encendida, indicando que allí está realmente presente
el Señor, o al entrar en una capilla en la que se reserva el Santísimo, nuestro
saludo consiste en hacer una genuflexión mirando al Sagrario. Genuflexión
quiere decir “flexionar o doblar la rodilla”. En concreto, flexionamos las
rodillas hasta tocar el suelo con la rodilla derecha. Este saludo al Señor
debe ser bien hecho, es decir, no a medias ni a la rápida, sino hasta hincar
verdaderamente la rodilla en el suelo, saludando interiormente al Señor. Lo
mismo hacemos al despedirnos del Señor, antes de salir de su Presencia.
Es costumbre que no se debe perder el hacer la genuflexión
cada vez que uno pasa delante del Sagrario, por ejemplo, cuando en la Misa
alguien tiene que hacer una de las lecturas y en su camino tiene que pasar
delante del Tabernáculo. O cuando estamos visitando alguna iglesia y pasamos
delante del Sagrario o del Santísimo expuesto. Cuando el Santísimo se va a
exponer, el saludo se hace arrodillándonos completamente por un instante (con
las dos rodillas en el suelo, se entiende), e inclinando levemente la cabeza
cuando estamos arrodillados.