por: josephmaryam
Francisco ha abierto la boca en Amman para proferir
blasfemias contra Dios:
1. «Las diversas intervenciones del Espíritu Santo
forman parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor. La
misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía –Él mismo es armonía– y
obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. La
diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos,
porque la variedad es siempre una riqueza. Por tanto, hoy invocamos con corazón
ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad».
a. La Obra de la Redención es el proyecto del Padre
sobre la humanidad. Y esa obra se compone de Amor y de Justicia. Y, en la
Justicia, un camino de Misericordia para los que creen en Jesús y en Su
Iglesia. Esa Obra es la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo; es
decir, no es la del hombre. El hombre no sabe el camino para realizar las obras
divinas. Y, por tanto, el hombre no sabe discernir las intervenciones de Dios
en la vida de los hombres. Dios actúa en todos los hombres, pero no para todos
los hombres. Unos se salvan, otros se condenan. La unidad de la obra de Dios no
es la unidad de todo el género humano. Jesús viene a redimir al género humano,
pero no viene a salvar a todos los hombres. Cada hombre tiene que salvarse
dando su voluntad libre a Dios en Su Hijo Jesucristo.
b. La misión del Espíritu Santo es la de defender la
causa de Jesús. Y Jesús ha juzgado al mundo y lo ha desenmascarado de su
mentira y de su pecado. Por eso, el Paráclito es el que convence al mundo en lo
que se refiere al pecado, a la justicia y al juicio (cf. Jn 16, 5-15). En otras
palabras, el Paráclito saca todo a luz para que se comprenda la malicia del
mundo.
El Espíritu Santo no viene a poner paz entre los hombres,
sino espada, que es lo mismo que hizo Jesús: «No penséis que he venido a
poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada» (Mt 10, 34). Por
tanto, la afirmación de que el Espíritu Santo viene a «obrar la paz en
situaciones diversas y entre individuos diferentes», no sólo es una opinión de
un hereje, como Francisco, sino que va en contra de la Palabra de Dios, que muy
claro dice: «Porque he venido a separar al hombre de su padre, y la hija
de su madre, y a la nuera de su suegra, y los enemigos del hombre serán los de
su casa» (Mt 10, 35).
Aquí, Francisco habla el lenguaje que gusta a los hombres:
como somos personas con juicios diferentes, con vida distintas, con religiones
encontradas, vamos a buscar una solución a todo este problema, poniendo como
testigo la Palabra de Dios. Y, yo como un santo Obispo de Roma, digo que el
Espíritu Santo nos da a todos la paz, porque somos tan buenas personas, Dios
nos ama tanto, que nos da un camino para la unidad.
«Porque la variedad es siempre una riqueza»: el judío, el
israelita, el budista, el cristiano, el pagano, el homosexual, el ateo, el
terrorista, los mafiosos,…, son siempre una riqueza para la humanidad, son
siempre un bien para todas las culturas del hombre. Y sólo hay que ver el
camino para unir tanta riqueza.
Cada hombre, en su pensamiento, tiene una verdad que hay que
cultivar, que hay que proteger, a la cual hay que unirse.
En este párrafo de este hombre sin vida espiritual, sin
sentido común, sin dos dedos de frente, se resume toda su homilía. Lo demás que
ha dicho palabrería para entretener a la masa, que lo oye con la boca abierta,
sin saber discernir ningún espíritu en ese hombre.
Un hombre que no se enfrenta al pecado que hay en Jerusalén
no es un Papa, no habla como Papa, no es ni siquiera un Obispo. Un hombre que
habla para contentar a los hombres, para darles un consuelo en su vida humana,
es el Vicario del Anticristo.
2. «En segundo lugar, el Espíritu Santo unge. Ha ungido
interiormente a Jesús, y unge a los discípulos, para que tengan los mismos
sentimientos de Jesús y puedan así asumir en su vida las actitudes que
favorecen la paz y la comunión. Con la unción del Espíritu, la santidad de
Jesucristo se imprime en nuestra humanidad y nos hace capaces de amar a los
hermanos con el mismo amor con que Dios nos ama».
a. El Espíritu Santo no unge: es el aceite el que está
ungido o las manos del sacerdote que son ungidas, o se imponen las manos para
dar un carisma a una persona (profeta, etc.). El alma bautizada tiene la unción
del Santo; y así el que ha recibido el Orden, posee la unción del Espíritu (cf.
1 Jn 2, 20). Se unge con la Gracia de Dios. Se unge a una persona que está en
Gracia de Dios. Si se unge a una persona que no está en Gracia, esa persona no
recibe la unción del santo, porque pone un óbice, que es su pecado, y hasta que
no lo quite, no puede recibir esa unción.
b. El Espíritu Santo no ha ungido interiormente a
Jesús, sino que el Verbo, al encarnarse, ha hecho de esa humanidad el Templo de
la Santísima Trinidad. Jesús no es ungido como son las almas cuando se bautizan
o se casan o reciben cualquier sacramento. Jesús, por ser Dios, no necesita la
unción del Santo. Su misma alma, su misma carne, su misma humanidad es ungida
en la Encarnación. Las obras del Espíritu en la vida de Jesús no son unciones.
Jesús, al ser bautizado en el Jordán, no es ungido con el Bautismo de la
Penitencia de San Juan Bautista, porque no tiene necesidad de esa unción. Ese
Bautismo es para manifestar al Mesías prometido, es para abrir el camino de
salvación a los hombres; no es para el alma de Jesús, no es una obra para la
vida interior de Jesús. Francisco trata a Jesús como un hombre, pero no como
Dios. Equipara a Jesús con sus discípulos. Y, por eso, da oscuridad en su
enseñanza en la Iglesia.
c. Para tener los mismos sentimientos de Jesús no se
necesita la unción del Santo, sino la humildad, la disponibilidad, la
sencillez, la obediencia, del alma al Espíritu de Cristo. Un soberbio, que se
cree algo en la Iglesia, nunca da a Cristo ni en sus palabras ni en sus obras.
Imitar a Cristo es desprenderse de todo lo humano: sólo así los discípulos
tienen los mismos sentimientos de Cristo. Porque Jesús, en su vida humana, sólo
se dedicó a seguir la Voluntad de Dios, que le mandaba a la Cruz, obra que
aborrecía su humanidad. Ningún hombre quiere el dolor para su vida. Y menos la humanidad
de Cristo, que es Santa por su Concepción. Y, sin embargo, Jesús acepta el
dolor que le envía Su Padre, porque no sigue ningún pensamiento humano ni
ninguna meta humana en su vida humana. Francisco sigue hablando para contentar
a los hombres necios, como él, que no saben decir una verdad sobre Jesús.
d. «Con la unción del Espíritu, la santidad de
Jesucristo se imprime en nuestra humanidad»: mayor estupidez no se puede decir.
Un hombre necio y estúpido. Las dos cosas. Necio, porque no sabe
diferenciar la santidad de Jesús de la santidad de los demás. Jesús no es Santo
como los hombres son santos. Jesús es el Santo de los Santos, porque es Dios. Y
los hombres son santos porque participan de la gracia santificante. Quien no
vive en gracia, no es un santo sino un demonio. La Gracia es la que comunica la
santidad al hombre. Y la comunica infundiendo en su alma las virtudes. Y el
hombre, al sol de los dones del Espíritu, tiene que hacer méritos para alcanzar
la santidad que Dios le pide. Así que, el Espíritu Santo no imprime nada, ni
hace falta que imprima nada. ¡Qué necio es este hombre! ¿Pero no se dan cuenta
que así no habla un Papa? ¡Qué necios son los que lo siguen porque se sienta en
la Silla de Pedro! Y ya no tienen otra razón para excusar a ese hombre que
decir que se sienta en Silla para obedecerle. ¡Hay gente en la Iglesia con una
venda en los ojos incapaz de ver la estupidez de Francisco!
Si Dios imprime en nuestra humanidad la santidad de
Jesucristo, entonces todos somos santos, todos al cielo, no existe el pecado,
ni el mal en el mundo. Nuestro cuerpo es glorioso. Todo es un Paraíso: esta es
la estupidez de ese hombre. Ese hombre cae en esta estupidez por su
necedad: no distingue santidades, no discierne la verdad.
3. «La paz no se puede comprar: es un don que hemos de
buscar con paciencia y construir “artesanalmente” mediante pequeños y grandes
gestos en nuestra vida cotidiana. El camino de la paz se consolida si
reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del género
humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre del cielo y que somos todos
sus hijos, hechos a su imagen y semejanza».
a. «La paz os dejo, Mi Paz os doy; no como la da el
mundo os la doy Yo» (Jn 14, 27): luego, no es un don que el hombre tenga
que buscar y construir artesanalmente. El Evangelio es tan claro para el alma
humilde que con sólo leer lo que dice este hombre se da cuenta de la gran
soberbia que anima el espíritu de Francisco.
La paz es el fruto de la gracia en el alma: El apóstol Pablo
enumera la múltiple fecundidad del Espíritu en la vida cristiana: «El
fruto del Espíritu Santo es caridad: alegría, paz, paciencia, bondad,
benignidad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí»(Gál 5,22-23). El Espíritu
obra en el corazón del alma humilde y da la paz al corazón que permanece en
gracia. El hombre sólo tiene que construir una vida en gracia: ser fiel a la
Gracia, permanecer en la gracia, perseverar en la gracia. Y, de esa manera, el
mundo va cambiando, porque la santidad del alma, que cree en la Palabra de Dios,
se irradia sin hacer ningún esfuerzo humano, sin las obras humanas. Es Dios
quien enseña a realizar las obras exteriores que Él quiere entre los hombres.
Y, por eso, la paz es la enseñanza del Espíritu al alma para que obre una
justicia, un orden, una rectitud, en la humanidad. La paz de Dios es poner una
justicia: primero en el interior del alma: la gracia; segundo, al exterior: dar
a cada uno lo que se merece. Y, sólo de esta manera, se consigue la paz ente
los hombres. Si no se predica que los hombres quiten su pecado para encontrar
la paz, entonces la predicación es sólo propaganda para el que predica: salir
en la foto como hombre de paz. Si la paz no se puede comprar, entonces no la
compres con tu artesanalidad. No quieras inventarte un mundo de pequeños y
grandes gestos para vender tus palabras de paz. Hablas de que no hay que
comprar y, sin embargo, te vendes al mejor postor para ganarte la amistad de
los hombres sin paz en sus corazones.
b. Entonces, decir que: «El camino de la paz se
consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del
género humano»: es su comunismo. Habla del bien común que los hombres tienen
que buscar para consolidar esa paz falsa. El amor de sangre, de carne y sangre,
es lo que hace hijos de Dios. Ya no es la fe en Jesucristo. Es porque nos
amamos tanto como hombres, nos besamos, nos abrazamos, nos cogemos la mano,
dormimos juntos, que sólo hay que mirar que tenemos un Padre, que ha engendrado
las carnes y las sangres. Tenemos un Padre carnal. Ya no es el Padre que da la
Gracia ni el Espíritu. Es un Padre que une a todos los hombres porque somos de
la misma sangre. Somos tan buenos hermanos unos con otros, que Dios da la paz
por eso.
Seguir a Francisco es, sencillamente, una estupidez. No hay
manera de comulgar con su pensamiento humano. Es que no se puede. Es que dice
vulgaridades, sin fundamento, sin una verdad, sin un fin. Habla por hablar,
para llenar cuartillas, para entretener a las masas, para no decir nada.
Habla para dividir a la Iglesia con su mentira, con su
engaño, con su necedad. Su primera homilía ya indica la intención con qué va a
Jerusalén: para iniciar el cisma en la Iglesia. Para poner a Jerusalén como el
centro de todas las religiones del mundo.
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Nota de TLHDC: al publicar articulos de otras webs, no quiere decir necesariamente que TLHDC, este de acuerdo al 100 %, en todo, tampoco se hace responsable de todo lo que estas web publiquen, si no, solamente del articulo aqui editado.
Los que tendrían que hablar miran para otro lado,
Como dijo San Pablo, examinadlo todo y quedaros con lo bueno.
Los que tendrían que hablar miran para otro lado,
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