* Celebra con luteranos el V centenario de la herejía de
Martín Lutero, quien negó la Eucaristía y dividió a la Iglesia Católica
* El documento base para ese festejo, "Conmemoración
Conjunta": 1) se opone a la doctrina de la transustanciación fijada por el
Concilio de Trento, 2) describe la Eucaristía como memoria (anamnesis) y 3)
abandona la doctrina de que en cada Misa se revive y renueva el sacrificio de
Cristo de forma incruenta
La falta de fe y el desprecio de la Eucaristía por parte de
Bergoglio no solo se ha evidenciado en el hecho de que jamás se arrodilla
delante de la Eucaristía, o en que promueva que adúlteros vueltos a casar se
acerquen a comulgar, sino sobre todo en su afán de negar la doctrina católica
sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía y en promover la
intercomunión con los luteranos.
Lo primero fue la aparición, el 30 de octubre de 2015
–víspera del "Día de la Reforma"- de la "Declaración sobre el
Camino: Iglesia, Ministerio y Eucaristía", que, entre otras cosas, llama a
la "expansión de oportunidades para luteranos y católicos de recibir
juntos la sagrada comunión".
Al mes siguiente, el 15 de noviembre de 2015, Bergoglio
visitó la iglesia evangélica y luterana de Roma. En esa ocasión, una luterana
alemana le confió su malestar por no poder compartir la Eucaristía con su
marido, un católico italiano. Bergoglio, en vez de refrendar la doctrina
católica, le respondió que procediera según su conciencia, siendo la enésima
vez en que Bergoglio da la primacía a la ética casuística y a la conciencia
personal por encima del Evangelio, la Tradición y el Magisterio. "Vosotros
mismos hablad con el Señor e id adelante", le contestó.
El siguiente hecho sucedió el 15 de enero de 2016, cuando un
grupo de luteranos finlandeses fueron admitidos a la sagrada comunión por
sacerdotes en una Misa dentro de la Basílica de San Pedro, después de un
encuentro con el Papa Francisco. Esto viola totalmente lo establecido por la fe
católica, a saber, que sólo quienes creen en la presencia real de Cristo en la
Eucaristía y están bautizados pueden acceder a la comunión sacramental.
Bergoglio con su amiga obispa luterana Antje Jackelén
Otro hecho escandaloso y blasfemo ocurrió el 25 de marzo de
2016, Viernes Santo, en la Basílica de San Pedro. Durante la Celebración de la
Pasión del Señor, Bergoglio, con cardenales y obispos, y todo el pueblo fiel
oyeron predicar en la capital del catolicismo al mismísimo Martín Lutero.
¿Suena raro? No, la única diferencia es que Lutero vomitaba sus herejías y
ofensas por la boca del Predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero
Cantalamessa. Algunos fieles salieron ofendidos de la ceremonia diciendo
"¡esto es ya demasiado!".
Nunca, ni en sus delirios psicopáticos más febriles, Lutero
pudo haber imaginado que sus principales doctrinas, condenadas por Roma, serían
proclamadas un Viernes Santo, en la mismísima Basílica de San Pedro, por el
predicador oficial de la Casa Pontificia, delante de quiénes él llamó de
"escoria diabólica de Roma". Nunca podría haber soñado que toda su
"revolución eclesial" sería celebrada, cinco siglos después, por la
propia Iglesia que él denominó "institución diabólica" y "gran
prostituta de Babilonia".
Con el precedente de todos estos hechos, y en vista de que
Bergoglio se preparaba a viajar a Suecia para comenzar el año de festejos por
el V centenario de la herejía luterana, dos cardenales reprobaron públicamente
y con mucha valentía la gravedad y error de sus actos e intenciones.
El 29 de octubre de 2016, el cardenal Raymond Burke indicó:
«Nadie puede acercarse a recibir la sagrada Eucaristía si no cree que la hostia
que está recibiendo, a pesar de que tiene aspecto de pan, sabe a pan, y huele a
pan, es, en realidad, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Sólo la persona que crea
esto puede acercarse al santísimo Sacramento, puede acercarse a recibir la
sagrada Comunión».
A los pocos días, también el cardenal Robert Sarah, máximo
responsable de la liturgia en El Vaticano, afirmó que «no está permitida la
intercomunión entre católicos y no católicos», añadiendo que «hay que confesar
la fe católica: un no católico no puede comulgar. Eso está muy, muy claro. No
es una cuestión de seguir la propia conciencia».
Finalmente, Bergoglio se salió con la suya: el 13 de octubre
de 2016, en vez de celebrar los 99 años del milagro del sol que la Santísima
Virgen María operó en Fátima, entronizó a Lutero en El Vaticano, en una
ceremonia ante luteranos invitados al Aula Paulo VI, en la que sustituyó la
estola papal (que nunca usa) por la estola luterana. Y el 31 de octubre viajó a
Suecia para festejar con los luteranos el inicio del V centenario de las
herejías de Martín Lutero, "reforma" de la que según él, hemos de
estar agradecidos. Como preparativo a esa celebración, El Vaticano publicó el
gravísimo documento "Conmemoración Conjunta Luterano - Católico Romana de
la Reforma Luterana".
De ese documento, que ha de ser tomado como el oficial de
todo el proceso eclesial emprendido por Bergoglio, cabe resaltar los siguientes
números:
154- Se abandona el término católico
"transubstanciación" como explicativa del cambio sustancial que
sucede en la Eucaristía. En cambio, no se dice nada en contra de los términos
"impanación" o "consubstanciación" usada por los luteranos.
En éstos términos, Jesús se hace presente gracias a la fe de la asamblea (los
luteranos no tienen sacerdocio válido), y ese Jesús desaparece una vez que
concluye la celebración.
158- Se describe la Eucaristía como memoria (anamnesis), tal
y como siempre lo han entendido los luteranos.
159- Se abandona la doctrina de que en cada Misa se revive y
se renueva el sacrificio de Cristo de forma incruenta, como lo ha sostenido la
Iglesia Católica por más de dos mil años.
El documento, dice estar basado en la Declaración Conjunta
sobre la Justificación de 1999, un bodrio teológico que nada tiene que ver con
la Eucaristía, que no llega a nada doctrinalmente hablando, y que representa
una traición a la doctrina del Concilio de Trento y un mero compromiso para que
ni católicos y luteranos puedan revindicar argumentos doctrinales en contra de
la otra parte. Un fruto más de los "vientos del Concilio".
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