MAR 18
LA MUERTE DE SAN JOSÉ
Beata Ana Catalina Emmerick. - Capítulo XCVI, Libro II
Cuando Jesús se acercaba a los treinta años, José se iba
debilitando cada vez más, y vi a Jesús y a María muchas veces con él. María
sentábase a menudo en el suelo, delante de su lecho, o en una tarima redonda
baja, de tres pies, de la cual se servía en algunas ocasiones como de mesa. Los
vi comer pocas veces: cuando traían una refección a José a su lecho era ésta de
tres rebanadas blancas como de dos dedos de largo, cuadradas, puestas en un
plato o bien pequeñas frutas en una taza. Le daban de beber en una especie de
ánfora.
Cuando José murió, estaba María sentada a la cabecera de la
cama y le tenía en brazos, mientras Jesús estaba junto a su pecho. Vi el
aposento lleno de resplandor y de ángeles. José, cruzadas las manos en el
pecho, fue envuelto en lienzos blancos, colocado en un cajón estrecho y
depositado en la hermosa caverna sepulcral que un buen hombre le había
regalado. Fuera de Jesús y María, unas pocas personas acompañaron el ataúd, que
vi, en cambio, entre resplandores y ángeles.
Hubo José de morir antes que Jesús pues no hubiera podido
sufrir la crucifixión del Señor: era demasiado débil y amante. Padecimientos
grandes fueron ya para él las persecuciones que entre los veinte y treinta años
tuvo que soportar el Salvador, por toda suerte de maquinaciones de parte de los
judíos, los cuales no lo podían sufrir: decían que el hijo del carpintero
quería saberlo todo mejor y estaban llenos de envidia, porque impugnaba muchas
veces la doctrina de los fariseos y tenía siempre en torno de Sí a numerosos
jóvenes que le seguían.
María sufrió infinitamente con estas persecuciones.
A mí siempre me parecieron mayores estas penas que los
martirios efectivos. Indescriptible es el amor con que Jesús soportó en su
juventud las persecuciones y los ardides de los judíos. Como iba con sus
seguidores a la fiesta de Jerusalén, y solía pasear con ellos, los fariseos de
Nazaret lo llamaban vagabundo. Muchos de estos seguidores de Cristo no
perseveraban y le abandonaban.
Después de la muerte de José, se trasladaron Jesús y María a
un pueblito de pocas casas entre Cafarnaúm y Betsaida, donde un hombre de
nombre Leví, de Cafarnaúm, que amaba a la Sagrada Familia, le dio a Jesús una
casita para habitar, situada en lugar apartado y rodeada de un estanque de
agua. Vivían allí mismo algunos servidores de Leví para atender los quehaceres
domésticos; la comida la traían de la casa de Leví.
Había entonces en torno del lago de Cafarnaúm una comarca
muy fértil,
con hermosos valles, y he visto que recogían allí varias
cosechas al año: el aspecto era hermoso por el verdor, las flores y las frutas.
Fuente:
Dos Corazones
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admiten comentarios que sean descalificativos e irrespetuosos. Estos mensajes serán eliminados o sujetos a moderación.