06/06/2017 . by Como Vara de
Almendro
Written by Como Vara de
Almendro
Predicación del padre Raniero Cantalamesa, comentada por Don José Martí
En la vigilia de Pentecostés de este año, que ha tenido
lugar en Roma, en el Circo Máximo, se ha celebrado el jubileo de oro
del grupo carismático. A continuación se puede visualizar y escuchar lo que
dijo el padre Raniero
Cantalamesa, monje capuchino de 82 años, predicador de la Casa Pontificia
hasta ahora, desde que fue nombrado como tal por el papa Juan Pablo II en 1980,
hace 37 años.
Entre otras cosas dice: ¿Quién soy yo, católico, para
decir que los otros cristianos no pertenecen al Cuerpo de Cristo?
Se necesitaría de todo un tratado para contestar a muchas de
las expresiones que se oyen en esta predicación, bastante heterodoxa, aun
cuando pudiera parecer lo contrario (Ver, p.e. minutos del 7 al 11 o del 14 al
16, más o menos)
Hay que tener las ideas muy claras para no dejarse engañar,
puesto que este hombre (¡ése es su oficio!) posee un conocimiento muy grande de
las Sagradas Escrituras. El diablo también las conocía -y las usó- cuando tentó
a Jesús, pero no pudo con Él, porque la voluntad de Jesús era sólo hacer la
voluntad de su Padre y llevar a cabo su obra. Y eso es lo que tendríamos que
hacer también nosotros … pero nos falta fe. No conocemos bien nuestra Religión
y por eso somos fácil presa de cualquiera que se presente como portador de un
mensaje de salvación.
El problema de fondo es: ¿ese mensaje que usted me anuncia
es el Mensaje de Jesucristo o es una invención de usted?
El Espíritu de Jesucristo, al principio, se le comunicó sólo
a los apóstoles (acompañados de la Virgen María) quienes ya habían estado en
contacto con Jesús durante tres años. Estaban en condiciones de recibir ese
Espíritu el cual les llevaría a conocer todas las cosas … ¡Ese Espíritu de
Jesucristo, que es el Espíritu Santo, no se le da a cualquiera!
Las palabras de Jesús son Espíritu y Vida. Y Jesús quiso
enseñarnos su Mensaje a través de los Apóstoles y de sus sucesores. Tenemos una
Tradición, un Magisterio de casi dos mil años, que es el que interpreta
correctamente las palabras y el Espíritu de Jesús. Y si alguien dijera algo en
contra de este Evangelio … ¡sea anatema! … Así lo decía san Pablo.
De manera que las novedades, en sí, en lo que concierne a la
teología, no son ni buenas ni malas, en principio … Ahora bien: si esas
novedades nos apartan del auténtico Magisterio de la Iglesia, que conocemos por
la Tradición de la Iglesia y de todos los Papas anteriores al Concilio Vaticano
II, entonces tales novedades deben de ser desechadas, pues nos apartan,
en realidad, de Jesucristo … por más que quienes las profesen no dejen de
proferir el nombre de Jesús una y otra vez: ¡ése no es Jesús, el auténtico, el
Único! … es sólo una invención humana y falsa, que nos puede conducir a la
perdición.
Observamos con pena cómo el Magisterio actual
contradice en muchas cosas al anterior. En tanto en cuanto actúa así, no
debe de ser obedecido, porque Cristo no está dividido. Él es la Verdad y la
Vida. Y es en el seno de la Iglesia católica -y sólo en ella- donde podemos
encontrar esa Verdad y ese Espíritu, que luego tenemos la obligación de hacer
extensivo a todas las gentes, mediante la predicación íntegra del Evangelio
recibido, cuyo depósito es preciso conservar. Quien desprecia el depósito
recibido desprecia a Dios y considerándose a sí mismo lo más importante, se
está fabricando su propia condenación.
Insisto: no es el ecumenismo lo importante, tal y como se lo
entiende. Lo importante es llevar a la gente a Cristo, para que lo
conozcan y lo amen. Y esto es sólo posible en el seno de la Iglesia Católica.
Por desgracia, el Mensaje de Jesucristo ha sido manipulado,
cambiado y tergiversado, mediante un intento de acercarlo al mundo. No sólo no
ha habido tal acercamiento sino que la Iglesia católica ha ido perdiendo su
propia identidad y haciéndose, cada vez más, una con el mundo; y está siendo
fagocitada por él.
No es ésta la unidad que pedía Jesús cuando hablando con su
Padre, le decía:“Que todos sean uno como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí. Que
también ellos sean Uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has
enviado” (Jn 17, 21). Jesús no hablaba de la unidad o de la paz en el
mundo, y no le hablaba al Padre del mundo, sino de sus discípulos para quienes
pedía que fuesen uno en Él, como Él era uno con su Padre.
En cuanto a la paz a la que se refiere Jesús no es la paz
tal como la entiende el mundo (como simple ausencia de guerra) sino que cala
mucho más hondo y llega al corazón de las personas: “La paz os dejo, mi
paz os doy; no como el mundo la da os la doy Yo. No se turbe vuestro corazón ni
se acobarde” (Jn 14, 27)
Son muchos -y cada vez más- los católicos que no conocen su
fe, que no conocen a Jesús, al verdadero, al de siempre; no al Jesús que nos
quieren “vender” las corrientes modernistas introducidas en la Iglesia, un
“falso Jesús” pues el modernismo es, como sabemos, “la suma de todas
las herejías”, en palabras del papa San Pío X. Esto era así entonces. Y es así
ahora. No hay rigidez en hablar de esta manera, sino amor a la verdad.
No hay rigidez en afirmar que 2 + 2 = 4, porque eso es,
sencillamente, verdad. Eso es cierto. Y es la verdad la que nos hace
libres, según Jesús (cfr Jn 8, 32).
Es la verdad la que nos permite acercarnos a los demás -y
ser recibidos por ellos-con una caridad auténtica que sólo desea su
verdadero bien, conforme al mandato de Jesucristo de predicar el Evangelio a
todas las gentes.
Quien guardare sus mandamientos se salvará (porque es la
manera que Él ha dispuesto para que le demostremos nuestro amor) y quien no los
guarde y persevere en el mal, a pesar de todas las llamadas a la conversión y
de todas las oportunidades que Dios le está ofreciendo continuamente, si muere
en ese estado de rechazo a Dios y, en concreto, de rechazo a Jesucristo, ese
tal se condenará.
No porque lo diga yo sino porque así está recogido en el
Evangelio y en toda la Tradición de la Iglesia, por voluntad explícita de Jesucristo,
fundador de la única Iglesia, que es la Iglesia católica.
No puede haber varias Iglesias. El espíritu ecuménico actual
está en contra del verdadero ecumenismo, el cual se identifica con esa
nota de catolicidad (universalidad) de la Iglesia. En realidad, a mi
entender, es una palabra innecesaria y que, como era de prever, ha dado lugar a
confusión. La palabra catolicidad expresa correctamente la idea de la
verdadera Iglesia; no así el ecumenismo.
Ésa es la razón por la que decimos en el Credo:
Creo en LA IGLESIA que ES UNA, SANTA, CATÓLICA y
APOSTÓLICA. Esto es un dogma de fe. Y la aceptación de los dogmas no es rigidez,
sino que es la condición fundamental para vivir el Evangelio conforme a la
voluntad de Dios.
El que va contra los dogmas va contra Dios, pues va contra
la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo. Y Cristo es Dios, verdadero
Dios, (además de ser verdadero hombre).
—–
El padre Raniero tuvo, además, otra intervención al final de
este acto, cuyo video adjunto:
En pocas palabras: Viene a decir que el mundo entero será
salvo, y para ello monta una especie de pantomima (no sé cómo llamarlo, pues
todos los que lo rodean no paran de reírse) de profesión de fe, en interacción
con el público. Sin ir muy lejos, siendo benévolo, considero esta intervención
infantil y ridícula. No sabe uno si reír o llorar.
Luego aparece cantando el canto que nació con la Iglesia
Pentecostal, en el que se invoca al Espíritu Santo. Y toda la gente, con el
Papa imponiéndoles las manos, está con los ojos cerrados y con las manos
alzadas hacia arriba.
Todo un espectáculo, una farsa en realidad. El Espíritu es libre y es siempre el Espíritu de Jesucristo. No vale decir que Jesucristo es el Señor. Y punto. Eso no es verdad, puesto que cada uno tiene una idea de Jesucristo muy diferente. [ Y Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Heb 13, 8)]. Jesucristo es una realidad en sí mismo y no sólo para mí. Y es a ese Jesucristo real a quien tenemos que conocer y amar (no al que nosotros nos inventemos).
En ese conjunto de personas que asistieron al Jubileo de Oro
de la RCC hay personas con religiones muy diferentes. Se dice que lo importante
es ser cristiano (luterano, anglicano, pentecostal, etc…en el fondo todo viene
a ser lo mismo).
¿Y ser católico? ¿Qué más da? No hay grandes diferencias con
el resto de religiones. Y así, de este modo, se diluye la Doctrina y se relaja
la moral, acabando todo en un batiburrillo de mucho cuidado.
Si algo parece que queda claro en esta “predicación” del
padre Cantalamesa es que lo mismo da una religión que otra. Nuestros actos,
mejores o peores, no importan. Dios es bueno y te vas a salvar. Esto me
recuerda mucho a Lutero, a quien por cierto cita, alabándolo: “Peca mucho; pero
cree más”. Dios es quien salva. Y nuestra naturaleza está pervertida. De modo
que no importa lo que hagamos. Él, debido a su Bondad, se encargará de
salvarnos, siempre que tengamos fe.
La justificación por la sola fe. He aquí la cuestión. De
modo muy sutil tenemos aquí una protestantización del catolicismo. Y una
dictadura del relativismo.
La intervención humana como respuesta amorosa y libre al don
de Dios brilla por su ausencia. Esto es un grave error, pues va en contra de la
Verdad. Y la caridad sin verdad no es nada. “La caridad se complace en la
verdad” (1 Cor 13, 6). [Al citar 1 Cor 13, que es un himno a la
caridad, el padre Raniero omite, “casualmente”, este aspecto, concerniente a la
verdad, que es fundamental para que haya una caridad auténtica, tal y como Dios
la ha pensado].
José Martí
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