Hijos de Dios, la persona se compone de cuerpo y de alma y
vosotros solo cuidáis el cuerpo y bien que lo hacéis, pero tenéis muy
abandonada el alma, que si muchos de vosotros os la vieseis daríais un grito de
horror. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Si creéis que vuestros difuntos van a otra vida y le
ofrecéis por ello el funeral y algún otro rezo, ¿cómo pues no estáis preparados
para entrar en ella? Vivís animalizados, con toda clase de vicios y concesiones
que os hacéis, no sabéis lo que es el ayuno ni la penitencia, os quejáis de
cualquier contrariedad, vivís abotargados por el vicio y el placer, sumergidos
en el bienestar que cada vez lo deseáis mayor, y así, pasáis años, años y
años y no os preocupáis de entrar en vuestra vejez con el alma limpia de
carroña y de pecados de todas clase.
Pero Yo, el Espíritu de Dios, os digo que cada cual recogerá
lo que siembre porque siempre ha sido así, incluso en el plano natural, quien
siembra rosas no recoge cardos, por tanto hijos, si sembráis cardos cardos,
recogeréis y nada más.
Cierto que Dios es todo misericordia pero cuando una persona
no hace nada para superar sus fallos y dejar de pecar, cuando no practicáis ni
la oración ni la penitencia ni los sacramentos y vosotros mismos os
excluís de la filas del bien, ¿qué puede hacer Dios? ¿regalaros la salvación
eterna mientras que los que la obtienen lo hacen a base de sufrimientos, méritos
y obras buenas? No, hijos de Dios, no. No os engañéis, que esa es la
idea que os mete el demonio que Dios es Padre y que salvará a todos, incluso a
aquellos que ellos mismos se han excluido de las filas de la salvación. Yo,
Espíritu de Dios, os hablo y os advierto.