"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




El Señor expuesto las 24  horas del día en vivo y en directo

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LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

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Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



HORA DE SAN JOSÉ
Para hacer los:
Domingos a la 21 horas
 Domingos 09:00 PM




Mensajes de Dios y la Virgen María (MDM)
http://kyrieokumbaya.blogspot.com.es/

Presentamos la Asociación por las Almas del Purgatorio. 
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014


jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo, La institución de la Eucaristía  

Mc. 14. 22-25 Lc. 22. 19-20 1 Cor. 11. 23-25
26 Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo». 27 Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, 28 porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. 29 Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
 

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Jueves Santo. Preparativos de la Cena pascual. La manifestación del Padre y el homenaje de los Gentiles.

del libro:Preparación a la Pasión de Jesús
(Palabras de Jesús a Mons. Ottavio Michelini: He dictado a María Valtorta, alma víctima, una obra maravillosa. Yo soy el autor de esta obra)

(...)Al ver a las ovejas, los apóstoles se acuerdan del rito, y preguntan a Jesús, ya casi en el Getsemaní: -¿A dónde iremos a celebrar la cena pascual? ¿Qué lugar eliges? Dilo, e iremos a prepararlo todo - dicen.
Y Judas de Keriot:
-Dame indicaciones e iré.
-Pedro, Juan, oídme.
Los dos, que estaban un poco adelantados, se acercan a Jesús, que los ha llamado.
-Precedednos y entrad en la ciudad por la Puerta del Estiércol. Al entrar, encontraréis a un hombre que vuelve de En Rogel con una tinaja de aquella agua buena. Seguidlo hasta que entre en una casa. Diréis al que está en ella: "El Maestro dice: “¿Dónde está la habitación donde pueda celebrar la cena pascual con mis discípulos?". Él os mostrará un cenáculo grande ya dispuesto. Preparadlo todo allí. Id ligeros y luego venid al Templo. Ya estaremos nosotros en él.
Los dos se marchan a toda prisa.
Jesús, sin embargo, camina lentamente. En realidad está todavía fresca la mañana, y por los caminos que introducen en la ciudad empiezan ahora a aparecer los primeros peregrinos. Cruzan el Cedrón por el puentecillo que hay antes del Getsemaní.
Entran en la ciudad. Las puertas, quizás por una contraorden de Pilatos, tranquilizado por la ausencia de disputas con centro en Jesús, no están ya vigiladas por los legionarios. Efectivamente, reina en todas partes la máxima calma(...)

sigue...                                                                
                                                                                   559

La llegada al Cenáculo y el adiós de Jesús a su Madre.

(...)Veo el cenáculo donde ha de celebrarse la cena pascual. Lo veo con claridad. Podría enumerar todas las rugosidades de las paredes y las grietas del suelo. Es una habitación grande, no perfectamente cuadrada, pero también poco rectangular. Habrá, como mucho, una diferencia de un metro o poco más entre el lado más largo y el más corto. El techo es bajo; quizás da esta impresión también por sus amplias dimensiones no proporcionadas con la altura. Es un techo levemente combado; concretamente, los dos lados más cortos no terminan en ángulo recto con el techo, sino en un ángulo rebajado hecho así: En estos dos lados más cortos hay dos anchas ventanas, anchas y bajas, una enfrente de la otra. No veo a dónde dan; si a un patio o a la calle, porque ahora tienen las contraventanas cerradas. He dicho: contraventanas. No sé si será exacto el término.
Son hojas, de tablones, bien cerradas por una barra de hierro que las pasa de una a otra jamba.
El suelo está hecho de grandes losas de terracota, descoloridas por el paso del tiempo, cuadradas.
Del centro del techo cuelga una lámpara de aceite, de varias boquillas.
De las dos paredes más largas, una no tiene ninguna abertura, mientras que la otra tiene una puertecita en un ángulo; se tiene acceso a ésta por una escalerita sin barandilla y de seis peldaños, que terminan en una meseta de un metro cuadrado en la que hay, dentro de la pared, otro escalón, al filo del cual se abre la puerta. Las paredes están simplemente blanqueadas, sin listas o rayas. En el centro de la habitación, una mesa grande, rectangular, muy larga respecto a su anchura, colocada paralela a la pared más larga, de madera y sencillísima. Contra las paredes largas, lo que serán los asientos; contra las cortas, debajo de las ventanas, en una de ellas, una especie de arquibanco que tiene encima jofainas y ánforas; bajo la otra ventana, un aparador bajo y largo, sobre cuyo plano superior, por ahora, no hay nada.
Y ésta es la descripción de la habitación donde se celebrará la cena pascual. Todo el día de hoy llevo viéndola claramente; tanto que he podido contar los escalones y observar todos los detalles. Ahora, dado que anochece, mi Jesús me conduce al resto de la contemplación.
Veo que la habitación, por la escalera de los seis peldaños, lleva a un pasillo oscuro que, a la izquierda respecto a mí, se abre a la calle con una puerta ancha, baja y muy robusta, reforzada con bullones y barras de hierro. Frente a la puertecita que del cenáculo lleva al pasillo hay otra puerta, que lleva a otra habitación, menos grande. Yo diría que el cenáculo se ha hecho aprovechando un desnivel del suelo respecto al resto de la casa y de la calle; es como un semisótano, una bodega semienterrada, o limpiada o adaptada, pero, en todo caso, hundida al menos un metro en el suelo, quizás para hacerlo más alto y proporcionado a sus vastas dimensiones. En la habitación que ahora veo está María con otras mujeres. Reconozco a María Magdalena y a María madre de Santiago, Judas y Simón. Da la impresión de que acaban de llegar, acompañadas por Juan, porque se están quitando los mantos y los están dejando doblados en los taburetes que hay diseminados por la habitación, mientras se despiden del apóstol, que se marcha, y saludan a una mujer y a un hombre, que han venido, a su vez, a saludarlas, y que me parece que son los dueños de la casa, y también discípulos o simpatizantes del Nazareno, porque se manifiestan llenos de solicitud y respetuosa confidencia hacia María, la cual está vestida de color celeste oscuro, un azul de añil oscurísimo. Lleva en la cabeza un velo blanco (que aparece
cuando se quita el manto, que le cubría también la cabeza). Su cara se ve muy ajada. Parece envejecida María. Muy triste, a pesar de sonreír con dulzura. Muy pálida. También sus movimientos son cansinos y vacilantes, como los de una persona absorten un pensamiento suyo.
Por la puerta entreabierta veo que el dueño de la casa va y viene al pasillo y al cenáculo. Enciende éste completamente, prendiendo los restantes mecheros de la lámpara. Luego va a la otra puerta de la calle y la abre. Entra Jesús con los apóstoles.
Veo que anochece, porque las sombras de la noche descienden ya sobre la estrecha calle que pasa entre casas altas.
Viene con todos los apóstoles. Saluda al propietario con su habitual: «Paz a esta casa» y luego, mientras los apóstoles bajan al cenáculo, Él entra en la habitación donde está María. Las pías mujeres saludan con profundo respeto y se marchan, cerrando la puerta y dejando así libres a la Madre y al Hijo. Jesús abraza a su Madre y la besa en la frente. María besa primero la mano de su Hijo y luego lo besa en la mejilla derecha. Jesús invita a su Madre a que se siente -hay dos taburetes, cerca el uno del otro-, y Él se sienta al lado. La ha invitado a sentarse acompañándola de la mano a los taburetes, y sigue agarrándole la mano aun cuando Ella ya se ha sentado.
También Jesús está absorto, pensativo, triste, a pesar de que se esfuerce en sonreír. María estudia ansiosa la expresión de su Hijo. ¡Pobre Mamá, que por la gracia y por el amor comprende qué momento es éste! Contracciones de dolor recorren el rostro de María, sus ojos se dilatan por una interna visión de agudo dolor. Pero no crea un drama. Su porte es majestuoso, como el del Hijo(...)

sigue...

(...)Ahora quiero daros un alimento para el espíritu. No es un plato del rito antiguo; es del nuevo rito. Yo quise bautizarme antes de ser el "Maestro". Para esparcir la Palabra bastaba ese bautismo. Ahora será derramada la Sangre. Vosotros necesitáis otro lavacro, aunque os hayáis purificado (con Juan el Bautista en su momento y hoy también, en el Templo). No es suficiente. Venid para que os purifique. Suspended la comida. Hay algo más importante que la comida que se da al vientre para que se llene, aunque sea alimento santo, como este del rito pascual; y ello es un espíritu puro, en disposición de recibir el don del cielo que ya desciende para hacerse un trono en vosotros y daros la Vida. Dar la Vida a quienes están limpios.
Jesús se levanta -debe también alzarse Juan, para dejar a Jesús salir mejor de su sitio-, va a un arquibanco y se quita la túnica roja; la pone doblada encima del manto, ya doblado, se ciñe a la cintura una toalla grande, luego va a otra palangana, que todavía está vacía y limpia. Echa en ella agua, lleva la palangana al centro de la habitación, junto a la mesa, y la pone encima de un taburete. Los apóstoles lo miran estupefactos.
-¿No me preguntáis que qué hago?
-No lo sabemos. Te digo que ya estamos purificados - responde Pedro.
-Y Yo te repito que eso no importa. Mi purificación le sirve al que ya está purificado para estarlo más.
Se arrodilla. Desata las sandalias a Judas Iscariote y le lava los pies; uno primero, otro después. Es fácil hacerlo, porque los triclinios están hechos de tal manera que los pies quedan hacia la parte externa. Judas está estupefacto. No dice nada. Pero, cuando Jesús, antes de calzar el pie izquierdo y levantarse, pone el gesto de besarle el pie derecho ya calzado, Judas retrae bruscamente el pie y da un golpe con la suela en la boca divina. Lo hace sin querer. No es un golpe fuerte, pero a mí me causa mucho dolor. Jesús sonríe, y, al apóstol, que le dice: «¿Te he hecho daño? Ha sido sin querer... Perdona», le responde: -No, amigo. Lo has hecho sin malicia y no hace daño.
-Judas lo mira... Es una mirada inquieta, huidiza...Jesús pasa a Tomás, luego a Felipe... Rodea el lado estrecho de la mesa y va donde su primo Santiago. Lo lava, y lo besa en la frente al levantarse. Pasa a Andrés, que está rojo de vergüenza y hace esfuerzos por no llorar; lo lava, lo acaricia como a un niño. Luego está Santiago de Zebedeo, que no hace sino susurrar: « ¡Oh, Maestro! ¡Maestro! ¡Maestro! ¡Anonadado y sublime Maestro mío!». Juan se ha desatado ya las sandalias y, mientras Jesús está agachado secándole los pies, él se inclina y lo besa en el pelo. ¡Pero, a Pedro!... ¡No es fácil convencerlo para este rito! -¿Tú lavarme a mí los pies? ¡Ni por asomo! Mientras viva, no te lo permitiré. Yo soy un gusano, Tú eres Dios. Cada uno en su lugar.
-Lo que Yo hago tú no puedes comprenderlo por ahora. Más adelante lo comprenderás. Déjame.
-Todo lo que Tú quieras, Maestro. ¿Quieres cortarme el cuello? Hazlo. Pero no me lavarás los pies.
-¡Oh, mi Simón! ¿No sabes que si no te lavo no tendrás parte en mi Reino? ¡Simón, Simón! Necesitas esta agua para tu alma y para el mucho camino que debes recorrer. ¿No quieres venir conmigo? Si no te lavo, no vienes a mi Reino.
-¡Oh, Señor mío bendito! ¡Pues entonces lávame todo! ¡Los pies, las manos y la cabeza!
-El que, como vosotros, se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque ya está enteramente purificado. Los pies... El hombre con los pies camina sobre cosas sucias. Y ello sería poco, pues ya os dije que lo que ensucia no es lo que entra y sale con el alimento, ni contamina al hombre lo que se pega a los pies por el camino. No. Lo que le contamina es lo que incuba y madura en su corazón y de allí sale y contamina sus acciones y sus miembros. Y los pies del hombre de corazón no limpio se dirigen hacia la crápula, la lujuria, los tratos ilícitos, los delitos... Por tanto, son, de entre los miembros del cuerpo, los que tienen mucha parte que purificar... como también los ojos, y la boca... ¡Oh, hombre!, ¡hombre!, ¡perfecta criatura un día, el primero, y luego tan corrompido por el Seductor! ¡Y no había en ti malicia, oh hombre, ni pecado!... ¿Y ahora? ¡Eres todo malicia y pecado y no hay parte en ti que no peque! Jesús ha lavado los pies a Pedro. Los besa. Y Pedro llora y toma con sus gruesas manos las dos manos de Jesús, se las pasa por los ojos y las besa luego. También Simón se ha quitado las sandalias y, sin decir nada, se deja lavar. Pero luego, cuando Jesús está ya para pasar a Bartolomé, Simón se arrodilla, le besa los pies y dice: -¡Límpiame de la lepra del pecado como me limpiaste de la lepra del cuerpo, para no quedar confundido en la hora del juicio, Salvador mío!
-No temas, Simón. Vendrás a la Ciudad celeste, blanco como nieve alpina. -¿Y yo, Señor? ¿A tu viejo Bartolmái qué le dices? Me viste a la sombra de la higuera y leíste mi corazón. ¿Ahora qué ves?, ¿dónde me ves? Tranquiliza a este pobre anciano que teme no tener ni fuerza ni tiempo para llegar a como quieres que seamos. Se le ve muy emocionado a Bartolomé. -Tampoco temas tú. En aquel momento dije: "He aquí a un verdadero israelita en quien no hay engaño". Ahora digo: "He aquí a un verdadero cristiano digno del Cristo". ¿Que dónde te veo? Sentado en un trono eterno, vestido de púrpura. Yo estaré siempre contigo. Le toca el turno a Judas Tadeo, el cual, cuando ve a sus pies a Jesús, no sabe contenerse y reclina la cabeza sobre el brazo que tiene apoyado en las mesa y llora. -No llores, dulce hermano. Te sientes como uno que debiera soportar que le arrancasen un nervio, y te parece que no puedes soportarlo. Pero será un dolor breve. Luego... ¡serás feliz, porque me quieres! Te llamas Judas. Y eres como nuestro gran Judas (1 Macabeos 3, 1-9): como un gigante. Eres el protector. Tus acciones son de león y cachorro de león rugientes. Desanidarás a los impíos, que ante ti retrocederán, y los inicuos sentirán terror. Yo sé las cosas. Sé fuerte. Una eterna unión estrechará y hará perfecto nuestro parentesco, en el Cielo - Lo besa también a él, en la frente, como a su otro primo. -Yo soy pecador, Maestro. A mí no... -Eras pecador, Mateo. Ahora eres el Apóstol. Eres una "voz" mía. Te bendigo. ¡Cuánto camino han recorrido estos pies para avanzar sin cesar, hacia Dios!... El alma los incitaba y ellos han abandonado todo camino que no fuera mi camino. Continúa. ¿Sabes dónde termina el sendero? En el seno del Padre mío y tuyo. Jesús ha terminado. Deja la toalla, se lava en agua limpia las manos, se pone de nuevo la túnica, vuelve a su sitio y, al sentarse, dice: -Ahora estáis limpios, aunque no todos. Sólo los que han tenido la voluntad de estarlo.
Mira fijamente a Judas de Keriot, que ha hecho como si no hubiera oído, ocupado en explicar a su compañero Mateo cómo su padre se decidió a mandarlo a Jerusalén: palabras inútiles que tienen para Judas -quien, a pesar de su audacia, debe sentirse incómodo- la única finalidad de guardar las apariencias.
Jesús vierte vino por tercera vez en el cáliz común. Bebe. Ofrece de beber. Luego canta, y los otros le siguen en coro: «Amo porque el Señor escucha la voz de mi oración, porque inclina su oído hacia mí. Le invocaré durante toda mi vida. Me rodeaban dolores de muerte» etc. (Según la numeración de la Neovulgata, se recitan por orden: Salmo 116 (que agrupa el 114 y el 115 de la Vulgata), Salmo 117, Salmo 118 (largo himno), Salmo 119 (el que no termina nunca)
Un momento de pausa. Luego sigue cantando: «Tuve fe y por eso hablé. Me había humillado profundamente y en medio de mi turbación decía: "Todo hombre es mentiroso"». Mira fijo a Judas.
La voz de mi Jesús, esta noche cansada, recobra fuerza cuando exclama: «Valiosa es ante los ojos de Dios la muerte de los santos» y «Has roto mis cadenas. Te ofreceré un holocausto de alabanza invocando el nombre del Señor» etc. etc. (Salmo 115).
Otra breve pausa en el canto, y luego continúa: «Alabad todas al Señor, naciones, todos los pueblos alabadlo. Porque se ha afianzado en nosotros su misericordia y la verdad del Señor permanece eterna».
Otra breve pausa y luego un largo himno: «Celebrad al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia...». Judas de Keriot canta tan desentonado, que Tomás dos veces lo conduce al tono con su potente voz de barítono y lo mira fijamente. También los otros lo miran, porque, por lo general está siempre bien entonado, y de su voz, como de todas las otras cosas -lo he podido comprender- se siente orgulloso. ¡Pero esta noche! Ciertas frases le turban, hasta el punto de que le salen gallos, y lo mismo ciertas miradas de Jesús que subrayan las frases. Una de estas frases es: «Es mejor confiar en el Señor que confiar en el hombre». Otra es: «Se me empujó y vacilaba, y estaba para caer. Pero el Señor me sujetó». Otra es: «No moriré, sino que viviré y referiré las obras del Señor». Y, en fin, estas dos que voy a decir, le estrangulan la voz al Traidor en la garganta: «La piedra desechada por las constructores ha venido a ser piedra angular» y « ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!».
Acabado el salmo, mientras Jesús corta y de nuevo pasa trozos de cordero, Mateo pregunta a Judas de Keriot: -¿Te encuentras mal? -No. Déjame tranquilo. No te preocupes de mí. -Mateo se encoge de hombros. Juan, que ha oído esto, dice: -Tampoco el Maestro está bien. ¿Qué te sucede, Jesús mío? Tienes la voz quebrada; como la de un enfermo o la de uno que haya llorado mucho - y lo abraza, estando con la cabeza apoyada en el pecho de Jesús(...)

sigue...

(...)Vierte de nuevo vino en el cáliz común y, antes de beber de él y de pasarlo para que beban, se levanta, y con Él se levantan todos, y canta otra vez uno de los salmos de antes: «Tuve fe y por eso hablé... » Y luego uno que no termina nunca. ¡Hermoso... pero eterno! Creo identificarlo, por el comienzo y lo largo que es, como el salmo 118. Lo cantan así: un trozo todos juntos; luego, por turnos, uno dice un dístico y los otros, juntos, un trozo; y así hasta el final. ¡Yo creo que al final tienen que sentir sed! Jesús se sienta. No se recuesta; se queda sentado, como nosotros. Y habla: -Ahora que el antiguo rito ha sido cumplido, voy a celebrar el nuevo. Os he prometido un milagro de amor. Es la hora de realizarlo. Por esto he deseado esta Pascua. De ahora en adelante, ésta será la hostia inmolada en perpetuo rito de amor. Os he amado durante toda la vida de la Tierra, amigos amados. Os he amado durante toda la eternidad, hijos míos. Y quiero amaros hasta el final. No hay cosa mayor que ésta. Recordadlo. Yo me marcho. Pero permaneceremos siempre unidos mediante el milagro que voy a cumplir ahora. Jesús toma un pan todavía entero. Lo pone encima del cáliz, que está completamente lleno. Bendice y ofrece ambos, luego parte el pan y toma de él trece trozos. Se los da, uno a uno, a los apóstoles, y dice: -Tomad y comed. Esto es mi Cuerpo. Haced esto en memoria mía, que me marcho. Pasa el cáliz y dice: -Tomad y bebed. Ésta es mi Sangre. Éste es el cáliz del nuevo pacto en la Sangre y por la Sangre mía, que será derramada por vosotros para el perdón de vuestros pecados y para daros la Vida. Haced esto en memoria mía. Jesús está tristísimo. Toda huella de sonrisa, de luz, de color, lo han abandonado. Su rostro es ya de agonía. Los apóstoles lo miran angustiados. Jesús se levanta y dice: -No os mováis. Vuelvo enseguida». Toma el trozo decimotercero de pan y el cáliz y sale del Cenáculo. -Va donde su Madre - susurra Juan. Y Judas Tadeo suspira: -¡Pobre mujer! Pedro pregunta en voz baja: -¿Crees que Ella sabe? -Sabe todo. Siempre lo ha sabido todo(...)

Del libro: Preparación a la Pasión de Jesús:
http://www.santisimavirgen.com.ar/obra_maria_valtorta.htm

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