Poncio Pilato aparece de nuevo en Venezuela
12 horas ago by Como Vara de
Almendro
Written by Como Vara de
Almendro
11 de mayo-Settimo Cielo- Por Sandro Magister
Los muertos son ya casi cuarenta, los heridos mil. Es el
precio de un mes de manifestaciones populares, también de solo mujeres vestidas
de blanco, contra la presidencia de Nicolás Maduro, en un Venezuela que está en
las últimas.
Un Venezuela en el que ha aparecido últimamente un factor
nuevo, a saber, la agresión creciente y sistemática contra hombres y edificios
de la Iglesia católica.
Las fuentes vaticanas, empezando por “L’Osservatore Romano”,
aunque informan detalladamente sobre el desarrollo de la crisis, son parcas en
lo que atañe a las agresiones a la Iglesia.
Ni siquiera el Papa Francisco las menciona en su carta del
5 de mayo a los obispos venezolanos, que ese mismo día publicaron una firme declaración contra
el anuncio hecho por Maduro de una “asamblea constituyente” para reformar el
estado a su antojo, es decir, tal como denuncian los obispos, para imponer “un
sistema totalitario, militar, policial, violento y opresor” peor, si cabe, que
el “socialismo del siglo XXI” instaurado por el predecesor de Maduro, Hugo
Chávez, líder que aún hoy sigue siendo ensalzado por muchas izquierdas
populistas latinoamericanas, y no solo.
Para el domingo 21 de mayo, los obispos han convocado una
“Jornada de oración por la paz en Venezuela”. Mientras tanto, he aquí una
primera reseña del aumento de las agresiones contra la Iglesia católica,
publicada por la periodista venezolana Marinellys Tremamunno en La Nuova
Bussola Quotidiana del 27 de abril:
Sucede de todo. Amenazas de muerte y blasfemias escritas en
las paredes de las iglesias. Misas interrumpidas por la irrupción de
“colectivos” chavistas. El cardenal de Caracas Jorge Urosa Savino acallado
durante la homilía y obligado a abandonar la iglesia. La venerada imagen del
Nazareno en la catedral de Valencia cubierta con excrementos humanos. Las
curias de las diócesis de Guarenas y Maracay saqueadas. Robo de hostias
consagradas en Maracaibo. La sede de la conferencia episcopal arrasada. Un
sacerdote asesinado en Guayana y otro secuestrado.
Pero no acaba aquí. El 4 de mayo dañaron las puertas de la
catedral de Caracas y cubrieron sus muros exteriores con textos ensalzando al
gobierno. El mismo día, una manifestación de estudiantes de la Universidad
Católica marchó hacia la sede arzobispal en signo de solidaridad.
Porque los obispos ya son un “enemigo”, por lo que son
atacados con violencia por la presidencia de Maduro, sobre todo después del
fracaso del intento de mediación entre el gobierno y la oposición impulsado el
año pasado por el Papa Jorge Mario Bergoglio mediante sus enviados:
>
Venezuela, una nación al borde del abismo (7.11.2017)
La línea adoptada por las autoridades vaticanas para
favorecer un acercamiento entre las partes era la expresada por el cardenal
Pietro Parolin, que había sido nuncio en Caracas antes de su nombramiento como
secretario de Estado, en lacarta que
envió a las partes a mediados de diciembre, “en nombre y por disposición del
Santo Padre”.
En ella indicaba cuatro condiciones para iniciar el diálogo:
– canales humanitarios para asegurar al pueblo alimentos y
medicinas;
– devolver al parlamento (en el que los partidos de la oposición son mayoría)
las prerrogativas previstas por la constitución;
– liberación de los prisioneros políticos;
– nuevas y libres elecciones.
Pero Maduro no ha querido satisfacer ninguna de estas
condiciones. Más bien al contrario, ha tomado ulteriores decisiones que han
agravado la represión.
El Papa Francisco ha sido puntualmente informado de todo
esto, también mediante coloquios directos con obispos venezolanos, entre los
cuales el presidente de la conferencia episcopal, el cardenal Baltazar Porras
Cardozo, arzobispo de Mérida, que se
reunió con el Papa en Roma el 27 de abril, vigilia de su viaje a
Egipto.
Se puede comprender, por lo tanto, la decepción y la rabia
de muchos venezolanos, obispos incluidos, cuando dos días después, el 29 de
abril, en la habitual rueda
de prensa en el vuelto de vuelta de El Cairo a Roma, Francisco se
expresó literalmente así en relación a la crisis de Venezuela:
“Hubo una intervención de la Santa Sede, y la cosa no
resultó, porque las propuestas no eran aceptadas, o se diluían, o era un ‘sí,
sí’ pero ‘no, no’. Todos conocemos la difícil situación de Venezuela, que es un
País al que yo quiero mucho. Y sé que ahora están insistiendo – creo que de los
cuatro Presidentes [de Colombia, España, Panamá y Santo Domingo – ndr] – para
relanzar esta facilitación. Yo creo que tiene que ser con condiciones ya.
Condiciones muy claras. Parte de la oposición no quiere esto. Porque es
curioso, la misma oposición está dividida. Y, por otro lado, parece que los
conflictos se agudizan cada vez más. Pero hay algo de movimiento. Hay algo de
movimiento, estuve informado de eso, pero está muy en el aire todavía. Pero
todo lo que se pueda hacer por Venezuela hay que hacerlo. Con las garantías
necesarias. Si no, jugamos al ‘tintín pirulero’, y no va la cosa”.
Al día siguiente, domingo 30 de abril, hablando en el “Regina
Caeli“, Francesco equilibró un poco las palabras descalificadoras que había
dicho en el avión contra la oposición venezolana, a la que inculpaba,
prácticamente, del fracaso en el intento de entendimiento entre las partes.
Dirigió “un apremiante llamamiento al Gobierno y a todos los componentes de la
sociedad venezolana para que se evite cualquier ulterior forma de violencia,
sean respetados los derechos humanos y se busquen soluciones negociadas a la
grave crisis humanitaria, social, política y económica que está agotando a la
población”. Pero esta corrección no ha calmado en absoluto las aguas. De hecho,
doce horas después, la oposición escribió al Papa una carta en
la que “no dividida, sino unánimemente de acuerdo”, decía que compartía las
condiciones planteadas por el cardenal Parolin –lo contrario del gobierno, que
las ha rechazado siempre– e indicaba como unica vía de salida a la crisis la
convocación de elecciones libres.
Es un hecho que, en lo que respecta a la crisis que afecta
al país, hay un abismo entre el Papa Francisco y los obispos venezolanos, que
han formado un bloque con la población que protesta contra la dictadura y que
son apreciados y escuchados como guías autorizados. En cambio, a Bergoglio lo
consideran un Poncio Pilato, imperdonablemente complaciente con Maduro y el
chavismo e incomprensiblemente reticente en lo que atañe a las víctimas de la
represión y las agresiones contra la propia Iglesia.
Es una fractura similar a la que se ha producido en Bolivia,
donde el presidente Evo Morales tiene como mayores críticos al régimen a los
obispos y, en cambio, como defensor infatigable al Papa. O la que se vio
durante el viaje del Papa aCuba,
donde Francisco no escondió su simpatía por los hermanos Castro y, en cambio,
no dirigió una sola palabra o mirada a los disidentes.
En la raíz de este comportamiento del Papa muchos individúan
su persistente sentimiento populista, típicamente latinoamericano, puesto en
evidencia hace unos días por uno de los mayores estudiosos del fenómeno, el
profesor Loris Zanatta, de la universidad de Bolonia, en un largo ensayo
publicado en “Il Foglio” del 8 de mayo:
“La realidad, repite Bergoglio, es superior a las ideas. Y,
sin embargo, su silencio sobre el drama social de Venezuela, es decir, el país
que con Chávez se había erigido en modelo de anti-liberalismo invocando los
estereotipos amados por el Papa, hace pensar que también él, como muchos, prefiere
sus ideas a la realidad”.
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