El cardenal Sarah tiene de su parte al Papa. Pero se llama
Benedicto
Written by Como Vara de Almendro
19 mayo 2017, Settimo Cielo, di Sandro Magister
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En francés, el cardenal Robert Sarah ha publicado su último
best-seller sin el prólogo de Benedicto XVI, que tampoco estaba en la versión inglesa del
libro.
Pero hete aquí que sí está en la edición alemana, aparecida en las
librerías en estos días. Y pronto estará en la edición italiana, que Cantagalli
pondrá a la venta a finales de junio; mientras que las ediciones francesa e
inglesa la publicarán en las próximas ediciones.
“Con el cardenal Sarah, un maestro del silencio y de la
oración interior, la liturgia está en buenas manos”; con estas palabras
concluye Benedicto XVI su texto, redactado con su diminuta caligrafía en la
semana de Pascua.
El título original del libro es “La force du
silence” y el pasado mes de octubrewww.chiesa publicó
en cuatro idiomas algunos de sus pasajes más penetrantes.
Escribe ahora Benedicto XVI:
“Debemos agradecer al Papa Francisco haber nombrado a dicho
maestro espiritual como cabeza de la congregación que es responsable de
la celebración de la liturgia en la Iglesia”.
Sin embargo, no es un misterio que Jorge Mario Bergoglio ha
confinado al cardenal Sarah a dicho cargo para neutralizarlo; desde luego, no
para promoverlo. De hecho, lo ha privado de cualquier autoridad efectiva, lo ha
rodeado de hombres que se oponen a
él, e incluso ha dado marcha
atrás en público de sus intenciones de llevar a cabo la “reforma de la
reforma” en campo litúrgico.
Intenciones que, por su parte, Benedicto XVI apoya
plenamente cuando, en el prólogo, denuncia “los peligros que amenazan
continuamente la vida espiritual, incluso de sacerdotes y obispos, y también de
la propia Iglesia, en la que no es algo infrecuente que la Palabra sea
reemplazada por una verborrea que diluye la grandeza de la Palabra”.
He aquí, a continuación, el texto íntegro del prólogo del
“Papa emérito” al libro del cardenal Sarah.
*
PRÓLOGO
Desde que leí por primera vez las Cartas de San Ignacio de
Antioquia en los años 50, un pasaje de su Carta a los Efesios me conmovió
particularmente: “Más vale callar y ser [un cristiano] que hablar y no ser.
Está bien enseñar si aquel que habla hace. No hay, pues, más que un solo
maestro, aquél que ha hablado y todo ha sido hecho, y las cosas que ha hecho en
el silencio son dignas de su Padre. Aquél que posee en verdad la palabra de
Jesús puede entender también su silencio, a fin de ser perfecto, a fin de obrar
por su palabra y hacerse conocido por su silencio” (15, 1f). ¿Qué significa
esto de escuchar el silencio de Jesús y conocerle a través de su silencio?
Sabemos por los Evangelios que Jesús, a menudo, pasaba las noches solo “en la
montaña” orando, conversando con su Padre. Sabemos que su discurso, su palabra,
venía del silencio y sólo podía madurar en él. Por lo que es razonable pensar
que su palabra sólo puede ser correctamente comprendida si nosotros, también,
entramos en su silencio, si aprendemos a escucharla desde su silencio.
Ciertamente, para poder interpretar las palabras de Jesús se
necesita tener un conocimiento histórico que nos enseñe a comprender el tiempo
y el lenguaje de esa época. Pero esto, por sí solo, no es suficiente si
queremos comprender el mensaje del Señor en profundidad. Cualquiera que lea hoy
los comentarios a los Evangelios, cada vez más densos, al final se queda
decepcionado. Aprende muchas cosas que pueden ser útiles sobre esos días y
muchas hipótesis que, en última instancia, no contribuyen en nada a la comprensión
del texto. Al final uno siente que en ese exceso de palabras falta algo
esencial: entrar en el silencio de Jesús, del que nació su palabra. Si no
podemos entrar en este silencio, siempre escucharemos superficialmente la
palabra, sin comprenderla en su totalidad.
Mientras leía el nuevo libro del cardenal Robert Sarah,
todos estos pensamientos atravesaban de nuevo mi alma. Sarah nos enseña el
silencio, a ser silenciosos con Jesús, nos enseña la verdadera quietud interior
y, de esta forma, nos ayuda a captar la palabra del Señor de nuevo. Habla poco
sobre sí mismo, pero de vez en cuando podemos alcanzar a ver su vida interior.
Cuando responde a la pregunta de Nicolas Diat: “¿Alguna vez le han resultado
las palabras demasiado molestas, demasiado pesadas, demasiado ruidosas?”, dice:
“En mi oración y en mi vida interior siempre he sentido la necesidad de un
silencio más profundo y completo. (…) Los días de soledad, de silencio y de
ayuno absoluto han sido un gran apoyo. Una gracia increíble, una lenta purificación
y un encuentro personal con (…) Dios. (…) Los días de soledad, silencio y
ayuno, con el único alimento de la Palabra de Dios, permiten al hombre cimentar
su vida sobre lo esencial”. Estas líneas hacen visible el manantial del que
vive el cardenal, y que da a su palabra su profundidad interior. Desde esta
posición ventajosa él puede ver así los peligros que amenazan continuamente la
vida espiritual, incluso de sacerdotes y obispos, y también de la propia
Iglesia, en la que no es algo infrecuente que la Palabra sea reemplazada por
una verborrea que diluye la grandeza de la Palabra. Me gustaría citar sólo una
frase que puede convertirse en un examen de conciencia para cada obispo: “Puede
suceder que un sacerdote bueno y piadoso, cuando es elevado a la dignidad
episcopal, caiga rápidamente en la mediocridad y se preocupe de los éxitos
mundanos. Agobiado por la carga de los deberes que le corresponden, preocupado
por su poder, su autoridad y las necesidades materiales de su cargo, lentamente
pierde interés”.
El cardenal Sarah es un maestro espiritual, que habla desde
las profundidades del silencio con el Señor, desde su unión íntima con Él, por
lo que realmente tiene algo que decir para cada uno de nosotros.
Debemos agradecer al Papa Francisco haber nombrado a dicho
maestro espiritual como cabeza de la congregación que es responsable de
la celebración de la liturgia en la Iglesia. Es verdad que para la liturgia,
como para la interpretación de las Sagradas Escrituras, es necesario un
conocimiento especializado. Pero también es verdad que la especialización
puede, en última instancia, dejar de lado lo esencial en la liturgia, a no ser
que esté arraigada en una unión profunda e íntima con la Iglesia orante, que
continuamente aprende del Señor mismo qué es la adoración. Con el Cardenal
Sarah, maestro del silencio y de la oración íntima, la liturgia está en buenas
manos.
Benedicto XVI, Papa emérito
Ciudad del Vaticano, en la Semana de Pascua 2017
Visto en Settimo Cielo di Sandro Magister. Artículo
original:
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Visto en Como Vara de Almendro
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