02/11/2013
La liturgia de hoy nos invita a reflexionar sobre las
postrimerías: muerte, juicio, infierno, purgatorio-cielo.
Al morir una persona, algunos dicen: "no hay que estar tristes porque ya
está en el Cielo"
Es una herejía, a no ser que la persona al morir:
- haya hecho un acto de contricción perfecto (con intención de confesión
sacramental) o
- un Sacerdote alguna vez le haya impuesto el escapulario y lo lleve con
devoción y sea haya muerto un sábado (promesa del privilegio sabatino: salir
del purgatorio el primer sábado desde la muerte) o
- haya besado un crucifijo con amor por arrepentimiento por
los pecados (indulgencia plenaria) o
- haya ganado una indulgencia plenaria ese mismo día o
- haya confesado y comulgado la Fiesta de la Divina
Misericordia o
- haya sido martirizado por Cristo (bautismo de sangre) o
- Dios haya priorizado a esa persona en adjudicarle alguna indulgencia plenaria
ofrecida ese día por las almas del purgatorio.
Esa última hipótesis es cuando menos cuestionable:
1. No tenemos certeza alguna de esto
2. Difícil que un Dios justo priorice a un alma recién fallecida por sobre
otras, como por ejemplo, antepasados de quien ofreció la indulgencia, que hace
cientos de años se queman en el purgatorio.
Como casi nadie se propone ganar una indulgencia plenaria por día y los médicos
se empecinan en quitar escapularios y medallitas, es raro que una persona vaya
directo al Cielo.
La gran mayoría de las personas o van al purgatorio o van al infierno.
Según los Santos que visitaron estos lugares o estados, como Santa Faustina o
los santos videntes de Fátima, en ambos las almas arden completamente, tanto
por fuera como por dentro.
¿Por qué sufren quienes ya saben que van a ir al Cielo?
Porque cuando pecamos contraemos una deuda con la Justicia.
Jesús ya pagó esa deuda con sus sufrimientos y méritos en vida, pero esas
gracias infinitas sólo se recogen y aplican según las formas que Él estableció
o delegó en el Papa.
Pagamos una parte al cumplir la penitencia de la confesión: es importante
pedírsela a los Sacerdotes que se olvidan o que ya no creen en la importancia
de la penitencia.
Otra parte de la deuda la pagamos con los sufrimientos que ofrecemos a Dios,
pacientemente sin quejarnos, sumándolos a la Cruz en cada ofertorio de la Misa,
junto con las oraciones, obras de misericordia y demás actos de caridad.
Lo que no se pagó en vida, se paga en el Purgatorio con un sufrimiento que
supera todo dolor en vida, a tal punto que conviene pedir a Dios que permita
las enfermedades más dolorosas con tal de pagar toda la deuda, aunque es
muchísimo menos doloroso ganar una indulgencia plenaria diaria y ofrecerla por
uno mismo, o si se va a ganar otra después, por algún alma del Purgatorio, que
luego rezará por nuestras intenciones, cara a Dios, permanentemente.
Otro tema importante vinculado al día de los fieles difuntos, según la Suma
Teológica de Santo Tomás, es que al fin de los tiempos (probablemente en algún
momento de este milenio), los ángeles recogerán cada partícula de nuestro
cuerpo a fin de reconstituirlo, o para el fuego del infierno o para la Gloria.
En éste último caso, será el mismísimo cuerpo, pero glorificado como los
cuerpos de Jesús y María. La Biblia explica que la
diferencia será tan grande como entre una semilla y una planta, pero es el
mismo ser material, sin perder la individualidad como persona física.
Recordemos el gran milagro de la Virgen del Pilar: una persona a la que se le había amputado y enterrado la pierna en un cementerio, la recuperó totalmente funcional, aunque con las mismas cicatrices.
Debemos facilitar el trabajo de los ángeles y no poner trabas evitables:
- La Iglesia siempre enseñó que enterrar a los muertos es una obra de
misericordia y se opuso a la cremación si con esto se mostraba un descreimiento
en la resurrección de los cuerpos. No parece prudente el uso de cinerarios
donde se mezclan todas las cenizas, o dejar al difunto en una urna en casa,
fácil de romperse o perderse cuando mueran los que conocen su contenido y menos
aún esparcir las cenizas.
- Tampoco parece prudente no enterrar los cuerpos y órganos utilizados en
investigación (morgue), o los fetos de abortos espontáneos o procurados o los
embriones congelados o descartados por tratamientos de fecundación artificial.
- Al donar órganos se debiera establecer la obligatoriedad
de enterrar al que los recibe.
- Se debieran extremar los cuidados de reliquias.
Cambiando de tema, Emmerick explica que los restos mortales de los Santos, santifican y los de los condenados, ejercen un influjo negativo o maldición. Por eso conviene enterrar a los muertos a una profundidad suficiente mientras las reliquias de se exhiben en lugares prominentes. Al respecto, incluso la materia de los vivos en Gracia, santifica y por eso quienes estén en ese estado ejercen un influjo positivo especial cuando otros usan los objetos que utilizan o reciben sangre, órganos, etc... y viceversa quienes están en poder del Demonio (pecado mortal) contagian su "oscuridad" a quienes no estén protegidos por la Gracia santificantes.
Si no enseñamos a rezar por los difuntos y no damos el ejemplo, ¿cómo pretenderemos que recen luego por nosotros?
Conclusión: a vivir en Gracia, rezar y ofrecer todo por las almas del
Purgatorio y ganar una indulgencia plenaria diaria (hay almas que los Santos
dicen que quedarán hasta el fin de los tiempos en el Purgatorio y eso significa
que no alcanzan las indulgencias ofrecidas).
Recibido por correo, por A.T.