20 DE FEBRERO DE 2014
Soy el Gran Olvidado, incluso dentro del clero. Nadie tiene
tiempo para acompañarme en la soledad del Sagrario y resarcirme de tanta
inmundicia. Venís a Mí cuando necesitáis que os ayude en algo, pero muy pocos
lo hacéis cuando Yo necesito que Me deis consuelo y compañía. Hijos,
todo lo que no Me deis en la Tierra, lo perdéis luego en el Cielo, porque Yo
pago con creces y abundantemente cualquier acto de amor que Me hagáis. Yo,
Jesús, os hablo.
Si amarais así a vuestros seres queridos, solo egoístamente,
u os amaran así ellos, os quejaríais y os frustraríais. Necesito almas que
ardan de amor por Mí y que Me lo demuestren, porque el amor hay que demostrarlo
y se tiene que traducir en obras. Yo, Jesús, os hablo.
Sé que estáis muy ocupados y que tenéis el tiempo muy
pillado en otros menesteres, pero 15 minutos, 20, cualquiera lo puede emplear
en Mí, porque para ver la televisión tenéis todo el tiempo necesario y ahí no
escatimáis. Yo, Jesús, os hablo.
Necesito almas de Sagrario, almas consoladoras, necesito
sacerdotes que Me pongan el primero en sus vidas, necesito obispos que sepan
decir basta a su trabajo ministerial y lo dejen para otro día y vengan a Mi
Sagrario a darme su tiempo, su confianza y su amor. ¡Ah hijos! Vosotros
mismos Me atáis las manos y Me impedís que Me derrame en gracias en vuestras
almas. ¡Tengo tanto que dar! y Me frenáis con vuestra mezquindad y tacañería en
darme amor. Yo, Jesús, os hablo.
Venid hijos de Mi divino Corazón a consolarme, a repararme
de la frialdad del mundo. Venid a darme amor y alabanza, que tenéis tiempo para
todo menos para Mí. Si, hijos, sí, no Me tengáis tan olvidado, tan alejado de
vuestros planes. Contad Conmigo para todo y poned en Mis manos vuestros
asuntos. Yo, Jesús, os hablo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree
y lo pone en práctica.
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