7 febrero, 2014 | Fray Gerundio
¡¡Y dale con los cristianos tristes…!!
Hay una obsesión repetitiva en la predicación del Papa en
Santa Marta, con eso de los cristianos tristes. Ya tuve
que explicar en otra columna, que yo me siento aludido por estas
acusaciones, a pesar de que nunca hasta ahora me había considerado triste. Pero
así son las cosas.
Esta pasada semana, la referencia
a los cristianos tristes tiene otro signo distinto, aunque me temo que
tenga también la misma finalidad y el mismo trasfondo. Hablando de que la
característica de los cristianos es que son personas que exultan porque
conocen al Señor y llevan consigo al Señor, se aprovecha para una nueva
arremetida que aquí transcribo:
Aquellos cristianos que viven en un tiempo adagio-lamentoso, que viven siempre así, quejándose de todo, tristes, no le hacen ningún favor ni al Señor ni a la Iglesia… Ese no es el estilo del discípulo. San Agustín dice a los cristianos: ¡Anda, ve adelante y camina! Con alegría: y ese es el estilo del cristiano. Anunciar el Evangelio con alegría. Y el Señor lo hace todo. En cambio, la excesiva tristeza, también la amargura nos lleva a vivir un, por así decirlo, cristianismo sin Cristo: la Cruz vacía a los cristianos que están ante el sepulcro llorando, como la Magdalena, pero sin la alegría de haber encontrado al Resucitado.
Aparte de que el estilo oratorio no es precisamente el que tenía
Demóstenes, y por lo tanto la traducción no puede ser muy de Cicerón, y
aún en medio del confuso lío de palabras… como ya nos conocemos,
puedo intuir con mi adagio-lamentosa-mala-milk (que en ocasiones es bastante
alegre y divertida para mí), que aquí se mezcla todo al más puro estilo
modernista, con la finalidad de sacar una sola conclusión: dar a conocer a los
oyentes y lectores quiénes son los tales cristianos tristes, para que
inmediatamente -como si estuviéramos en la Alemania nazi-, se les coloque la
pañoleta en el brazo que nos identifique como amargados. Ni más ni menos.
Yo, por el sólo hecho de llevar mi hábito, ya tengo bastante identificación
entre mis hermanos. Soy amargado porque no llevo pantalones vaqueros
asquerosamente sucios y no hago celebraciones a las tantas de
la madrugada con jóvenes y jóvenas conscientemente cristianos, que
apoyan la homosexualidad y que rechazan las enseñanzas morales de la Iglesia.
Nuestro Señor, que era el Buen Pastor, ya nos alertaba de la
situación en que nos veríamos después de su muerte y de su desaparición de este
mundo. No creo que podamos acusar a Jesucristo de amargado, cuando contraponía
la alegría del mundo con nuestra necesaria tristeza:
Lloraréis y os lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará.Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría (Jn. 16, 20).En el mundo tendréis tristeza, pero confiad, Yo he vencido al mundo. (Jn. 20, 33)
Todo parece indicar por tanto, que el mismo Señor nos avisa
de la posibilidad de que los discípulos tengamos que cargar con una
tristeza, que estará justamente en proporción inversa a la alegría y el
jolgorio del mundo. Por lo visto el Señor estaba en ese momento en un estado adagio-lamentoso.
Claro que como Él no hablaba pensando en la prensa ni en la publicidad, se
limitaba sencillamente a aconsejarnos lo que más nos convenía. Menuda
diferencia.
Si nos atenemos a estas palabras transmitidas por el Evangelio
de San Juan -y claro está, esto solamente sirve para los que creemos en la
inspiración y en la historicidad de los Evangelios-, tenemos motivos para
estar tristes, porque hay que ver lo contento que está el mundo (yo diría el
mundillo), con las actuaciones y con los decires y haceres de nuestros líderes
religiosos. Ellos andan felices y contentos, triunfalistas, con plena confianza
en sí mismos y en sus programas de acción, con la presunción del éxito al
alcance de la mano. Y curiosamente, todos los medios que les encumbran,
encaraman y ensalzan.
Para ellos -yo los comprendo, pobrecillos-, no puede haber
lugar para la tristeza. Todos sabemos lo bien que va todo. Porque ahora se vive
el cristianismo mejor que nunca. La asistencia a los sacramentos está por las
nubes, la euforia colectiva está fuera de todo control, el sentido cristiano de
la moral está en proporciones elevadísimas, el matrimonio cristiano
–especialmente después de la catequesis de alta teología
sobre las suegras- está que se sale, la familia está de miedo y fenomenal,
a falta del golpe que se le va a dar este mismo año, la juventud vive enamorada
de su vocación cristiana, como se ha visto en la participación masiva de
jóvenes realmente comprometidos con su vida cristiana en Río de
Janeiro, los Obispos están encantados con la nueva situación de progreso
eclesial y de acercamiento al mundo… etc.
Por lo visto, son muchas las razones que tienen para estar
contentos, mientras el cadáver se corrompe. Ya dijo el Señor que donde
esté al cadáver allí se congregarán los buitres. Veo muchos buitres cantando a
coro, mientras los adagio-lamentosos advertimos que esto no marcha. Pero no hay
que hacer caso: son los clásicos amargados que no hacen ningún favor al Señor
ni a la Iglesia.
Yo creo que la tristeza de María Magdalena al ver que el
sepulcro estaba vacío, era real. Y por eso -en sus lamentos-, intentaba
encontrarlo como fuera. Hasta que el Señor mismo se le hizo presente.
Ahora, la habrían calificado en Santa Marta de cristiana amargada y
tristona, si la hubieran entrevistado antes de encontrar a Jesús Resucitado.
Quejarse de que el Señor ha desaparecido y no se sabe dónde lo han puesto, no
está bien visto. La dictadura de los que tanto critican las dictaduras (menos
la cubana), la intolerancia de los que se les llena la boca de la palabra
tolerancia, la incomprensión de los que no hablan más que de comprensión, la
actuación justiciera y despótica de los que no hablan más que de misericordia,
es hoy día el carnet de autenticidad de un cristiano alegre.
Los pobrecillos que se atrevan a levantar la voz
tímidamente, o a comentar respetuosamente que esto no va bien, que se
preparen. Los ejércitos misericordiosos de los déspotas de turno, tan judaizantes
ellos, tan mahometanos ellos, tan vudús ellos, no lo permitirán. Que se lo
digan al pobre Roberto De Mattei, ya estigmatizado
y expulsado, probablemente por una llamadita telefónica desde las altas
esferas. Así actúan.
Ha dicho el Cardenal
Super-Madariaga que hay que criticar al Papa, pero con amor. Pues vaya
cosa. Seguramente él tenga el termómetro para decidir quién critica con amor y
quién critica por encima de los niveles permitidos. Cuando en realidad no se
trata de eso: se trata de ver con los ojos de la cara que se nos han llevado al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Mientras tanto, todo el mundo sonríe,
goza, se alegra, se regocija y se apunta a la jarana, el jolgorio y el alborozo.
Me vienen a la mente las palabras de aquel otro cristiano
amargado y lamentoso, amante del adagio que fue Santiago, el apóstol que nos
dejó escrito en su carta:
Estad sujetos a Dios. Resistid al Diablo, y él huirá de vosotros. Acercáos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, hombres vacilantes. Reconoced vuestra miseria, afligíos y llorad. Que vuestra risa se convierta en llanto, y vuestra alegría en tristeza.
Este Santiago, sin duda era peligroso. Seguro que le gustaba
la Misa Tridentina, ésa que es una
moda entre algunos jóvenes adagio-lamentosos de hoy. Yo creo que no
hubiera llegado a Cardenal en estos tiempos.
Voy a comprarme unos globos y ponerlos en mi celda, a ver si
así me alegro un poco la vida. Y voy a leer solamente la prensa
adepta-exultante-eufórica para que se me quite la amargura. No creo que pueda
ya soportar los pantalones vaqueros, por razón de la edad, pero quizá unas
sesiones de música focolar o kika me espabilen el espíritu. La verdad es que me
amarga la idea de no poder quitarme la amargura.
Venga alegria...
Pero..., esto es alegría del mundo, no la alegría evangélica, que pena da ver a la Jerarquía de la Iglesia con esta actitud, esta actitud que va en detrimento de su dignidad.
No es necesario hacer estas demostraciones exteriores, que nada tienen que ver con el gozo interior que experimenta el alma que está unida a Cristo.
Pero..., esto es alegría del mundo, no la alegría evangélica, que pena da ver a la Jerarquía de la Iglesia con esta actitud, esta actitud que va en detrimento de su dignidad.
No es necesario hacer estas demostraciones exteriores, que nada tienen que ver con el gozo interior que experimenta el alma que está unida a Cristo.
El que te tenga ojos...que vea, y si no ve, es que realmente no quiere ver.
Sí.., tenemos toda la alegría puesta en Cristo Nuestro Señor, pues...
Sí.., tenemos toda la alegría puesta en Cristo Nuestro Señor, pues...
Todo lo puedo con Cristo que me fortalece (Fil 4:13).
... Sirvan al Señor con alegría; vengan gozosos a su presencia (Sal 99:
y...
No será coronado vencedor sino el que jugare con todas las de la ley” (cfr. 1 Cor.9, 24; 2 Tim. 2, 5).Pero, al mismo tiempo, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, al comprobar que el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica, a la que amamos con todo el corazón, está profundamente herida.
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