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LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

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Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



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Por RORATE CÆLI -23/11/2014


viernes, 14 de marzo de 2014

¿Hurto Piadoso? El ladrón que todos llevamos dentro

¿Hurto Piadoso? El ladrón que todos llevamos dentro
La desconcertante anécdota papal y su efecto moral
Puede parecer un tema menor, pero… robar es pecado.

Los pecados pueden ser graves o leves según la materia con la que se relacionen. Hay hurtos menores, hay robos agravados, hay latrocinios que claman al cielo. Todos son pecados.

En los manuales de moral –clásicamente- se establecen dos excepciones al mandamiento “no robar”, o sea, no apropiarse de lo ajeno, que es un pecado contra la justicia. Una de ellas, bien conocida, es el llamado “hurto famélico”. Por hambre, quien padece necesidad extrema, queda exento de culpa y pena si hurta –es decir, si se apodera sin violencia- de lo que necesita para aliviar esa situación. No debe haber violencia, y lo hurtado debe ser proporcional a la necesidad. Si debo alimentar a mis 6 hijos no puedo robar un millón. No todavía, aún no llegamos a esas cifras en la Argentina, aunque no falta mucho.

Otra excepción del mandamiento, en realidad, la distinción de un acto que parece un hurto, es la “oculta compensación”. Y consiste en restituirse por medios ocultos algo que es propio y ha sido arrebatado por otro. Digamos, mi vecino me robó una gallina, la ponedora, y yo no tengo otro medio de recuperarla que yendo a la noche a su gallinero y trayéndomela de vuelta. Porque mi vecino es puntero político y la policía no le hace nada, y además es grandote y si lo enfrento me rompe la cara. El robó, yo recupero lo mío, con apariencia de robo. Pero solo apariencia y porque no tengo otro recurso, salvo perder los dientes, y la gallina…

También existe un límite al derecho de propiedad. Esto se ha discutido en Panorama con bastante pasión. A veces la necesidad común permite a la autoridad pública expropiar un bien, pagando el precio justo al poseedor, aunque este no desee venderlo ni enajenarlo. Suele ser materia de abusos y latrocinios bajo capa de “justicia social”.

Robar es siempre malo

O sea, robar es pecado, con frecuencia grave, inclusive gravísimo. La Iglesia manda confesar la falta, restituir el biena la víctima o a sus legítimos herederos, y en caso de no haberlos, donarlo a obras de caridad.

Más claro, el ladrón nunca puede quedarse con el bien robado, bajo pena de que no remitir la culpa, aunque la confiese. Si la robó, mi amigo, devuélvala o se va al infierno. Clarito.

La misericordia misericordiante

Desde hace un año, parece, se ha descubierto la misericordia. Al menos, la misericordia sub specie “dejate misericordiar”. Un concepto nuevo según el cual uno puede cometer un pecado y Dios lo perdona sin lo que hasta el momento la doctrina católica –siguiendo la divina Revelación- ha establecido como condición sine qua NON es posible alcanzar el perdón. O sea, el arrepentimiento.

Hoy predomina la doctrina kasperiana (no la del fantasma Kasper, pero igualmente fantasmal) según la cual la misericordia de Dios es tan pero taaaaaan grande que violenta la justicia. No solo la humana, sino la divina. O sea, robo, Dios me perdona. Mato, Dios me perdona. Fornico, Dios me perdona. Soy neopelagiano… no perdón. Hay cosas que Dios no puede perdonar.

Y sin embargo Dios perdona todo -inclusive aquello que la propia sagrada escritura dice que no tiene perdón- cuando se cumple la condición que hace perdonable lo imperdonable: el arrepentimiento. Puede ser contrición, puede ser atrición. Porque me pesa haber ofendido a Dios, haber hecho injusticia al prójimo, o porque tengo miedo de condenarme (para lo cual necesito tener Fe). Dios perdona todo, si hay arrepentimiento.

Pero, peeero, los niños del catecismo, si alguno queda (algunos neopelagianos quedan) saben que no hay perdón si no se repara la falta cometida, restituyendo el bien, o de otro modo cuando el bien no puede ser restituido (si matamos a alguien… la cosa se pone difícil) reparando como se pueda el daño. Y haciendo penitencia para alcanzar esa remisión de pena que nos espera en el Purgatorio donde seremos almas benditas, pero sudaremos la gota gorda con la penitencia del fuego y la privación temporal de la visión de Dios.

Los niños del catecismo neopelagiano lo saben, y algunos cardenales lo ignoran, o prefieren hacerse los suecos. Y Francisco… argentino. Entonces, la “misericordia” del verbo “misericordiar” no tiene nada que ver con la misericordia del Evangelio. “Tu Fe te ha salvado… vete y no peques más”. No. Ahora es: tu dignidad humana te ha salvado, continúa pecando. Porque la dignidad de la persona humana sobrepuja cualquier pecado, y obnubila de tal modo la justicia de Dios, dicen Kasper et al, que Dios solo necesita que el pecador sea hombre y ya lo perdonó. Y siga Pancho por la vía...

Eso se nos viene, o amenaza venirse, en materia de moral sexual, lo que significa que se dirán vaguedadeskasperianas, y cada uno hará lo que mejor le cuadre, con la misericordiosa bendición de las altas esferas. ¿Quién soy yo para juzgar? se pregunta Dios, perplejo y desconcertado, mientras reparte perdones a trochemoche. Ahí está el quid de la doctrina vigente desde hace 365 días de un modo oficial; pare de buscar.

No dejéis nunca de robar

Pero el tema de este comentario es el robo. Un arrabal de la ética al que la misericordia misericordiante arriba con aire triunfal. Alguien dirá que no es tan grave como el fornicio, el adulterio o el homicidio. Pero sí, es más grave. Es cierto, un petit larceny como la cruz de un rosario, por devoción a la piadosa figura del muerto allí solo sin su alma, y apenas vigilado por cuatro viejas… y sin embargo hemos robado, ¡a un cadáver! ¡invocando la ayuda de Dios para cometer el  latrocinio!

 ¡Cosa de Mandinga!

¡No, basta! Es el ladrón que todos llevamos dentro.

Levante la mano el que nunca robó nada… Está bien, bájenla. Sí, hay gente que no tiene adentro un ladrón. La debilidad, la tentación puede ser, pero el ladrón… es mucho admitir, y dejar a los ladrones tan frescos. ¡Si hasta el papa roba, y lo dice!

Claro que es un robo piadoso. Como la mentira piadosa, algo… inadmisible, aunque ahora –como si no hubiera suficiente cantidad- los ladrones, piadosos o no, se sentirán justificados.

San Dimas, ¡ruega por nosotros!

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