Hijos Míos, Soy Jesús de Nazaret quien os habla, Vuestro
Redentor. Pronto viviréis los misterios de Mi Redención y os digo, ni todas la
mentes juntas de los cristianos, ni aun siquiera de la Humanidad entera, pueden
alcanzar a comprender el tesoro infinito que es para todos Mi Redención.
Y lo que más nos duele en el Cielo es que muchas almas se perderán y no
aprovecharan Mis sufrimientos. Yo, Jesús, os hablo.
Yo no os pido que entendáis más de lo que vuestra
inteligencia alcanza, os pido que creáis, porque en el Cielo los Ángeles y
bienaventurados se maravillan eternamente de hasta donde llegó Mi amor, y es
por mi amor y mi sacrificio perpetuo, que Mi Padre Celestial frena de males muy
grandes que vendrían a esta Humanidad pecadora, porque Él cuando contempla Mi
amor (hacia las almas), Se aplaca y todo lo soporta mirándome a Mí que Soy Su
Hijo predilecto. Yo, Jesús, os hablo.
Esto lo habéis oído muchos de vosotros desde pequeños y ya
no os hace ni efecto, porque las cosas os la explicaron mal o mediocremente,
por eso, aunque lo oís no os dice nada, y sin embargo, si un familiar o un
amigo hiciera cualquier cosa por vosotros como donaros sangre, o prestaros un
dinero, lo alabaríais el resto de vuestras vidas. Sí, hijos sí, así sois
vosotros, que alabáis a quienes os hacen un poco de bien, muchas veces por
compromiso o por interés, y a Mí ni Me consideráis, después de todo
lo que hice por vosotros para salvaros y abriros las puertas del Cielo. Yo,
Jesús, os hablo.
Por eso el dolor tan grande que es que las almas se pierdan
y se pierdan eternamente, porque hijos. ya no hay retorno del Infierno, el que
entra en el permanecerá allí eternamente, y parece que esto no os
importa. ¡Ay hijos! que dolor para mi Madre ver que Mis dolores a tantos no
aprovecharan, porque voluntariamente no desean nada Conmigo. Yo, Jesús, os
hablo.
Yo busco a la oveja perdida, aquellas almas que nunca Me
blasfemaron, ni Me rechazaron pero que viven en un estado de letargo espiritual
porque tampoco nadie las asesoró ni les habló de Mí. Yo las busco y nos la dejo
morir en desgracia eterna, así que hijos, tratad de darme a conocer como es
conveniente, poniendo todo el énfasis y el amor correspondiente a Mi Redención
santísima que tanto aplacó la ira de Mi Padre que aun hoy en el presente del
Cielo, la misma hace que El tenga misericordia de las almas y aplaque el rigor
de su justicia. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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