597
El miércoles por la noche en el Getsemaní con los apóstoles.
El miércoles por la noche en el Getsemaní con los apóstoles.
-Os he dicho:
"Estad atentos, velad y orad para no ser sorprendidos bajo el peso del
sueño". Pero veo que vuestros ojos cansados desean cerrarse y vuestros cuerpos, incluso sin
intención, buscan posturas de descanso. ¡Tenéis razón, pobres amigos míos! Vuestro Maestro ha pretendido mucho de vosotros en
estos días, y estáis muy cansados. Pero dentro de pocas horas, ya pocas horas, os alegraréis de no haber perdido ni siquiera
un momento de estar a mi lado. Os alegraréis de no haber negado nada a vuestro Jesús. Por lo demás, es la última vez que os
hablo de estas cosas de lágrimas. Mañana os hablaré de amor y os haré un milagro que será todo amor. Preparaos con una gran
purificación a recibirlo. ¡Oh, cuánto más de acuerdo con mi Yo el hablaros de amor que el hablaros de castigo! ¡Qué dulce me
es decir: "Os amo. Venid. ¡Durante toda mi vida he soñado esta hora!" Pero también es amor hablar de muerte. Es amor
en cuanto que la muerte, por los que os aman, es la suprema prueba de amor. Es amor porque prevenir a los amigos queridos en orden
a la desventura significa afectuosa previsión que quiere verlos preparados, y no desconcertados, cuando llegue la hora. Es
amor porque confiar un secreto es prueba de la estima que se tiene puesta en aquellos a quienes se confía. Sé que habéis
asediado a Juan con interrogatorios, para saber qué le he dicho cuando hemos estado solos. Y no habéis creído que no hubiera habido
palabras. Y, sin embargo, así ha sido; me ha bastado tener al lado
una criatura...
-¿Por qué, entonces,
él, y no otro? - pregunta Judas Iscariote. Y lo pregunta con desdeñosa
altanería.
También Pedro, y con él
Tomás y Felipe, dicen:
-Sí. ¿Por qué a él y
no a los otros?
Jesús responde a
Judas:
-¿Hubieras querido
ser tú? ¿Puedes pretenderlo?
Era una fresca y
serena mañana de Adar... Yo era un desconocido viandante que iba por el camino
cercano al río...
Cansado, lleno de polvo del camino, palidecido por el ayuno,
desarreglada la barba, rotas las sandalias: parecía un mendigo por los caminos del mundo... Él me vio... y me reconoció como
Aquel sobre el que había descendido la Paloma de fuego eterno. En esa primera transfiguración mía, ciertamente debió revelarse
un átomo de mi divino esplendor. Los ojos abiertos por la Penitencia de Juan el Bautista y los que la Pureza había
conservado angélicos vieron lo que los otros no vieron.
Y los ojos puros
llevaron esa visión al tabernáculo del corazón; allí la guardaron como perla en
un arca... Cuando se alzaron, pasados casi dos meses, hacia el viandante de
rasgadas vestiduras, su alma me reconoció... Yo era su amor. Su primer y único amor. El primer y único amor no se olvida. El alma lo
siente venir, aunque se haya alejado, lo siente venir de distantes lejanías, y vibra de alegría y despierta a la mente y ésta a
la carne, para que todas participen en el banquete de la alegría de volver a encontrarse y a amarse. Y los labios temblorosos me
dijeron: "Te saludo, Cordero de Dios".
¡Oh, fe de los puros,
qué grande eres! ¡Cómo superas todos los obstáculos! No sabía mí Nombre. ¿Quién
era Yo? ¿De dónde venía? ¿Qué hacía? ¿Era rico? ¿Era pobre? ¿Era sabio?
¿Era ignorante? ¿Qué importa saber todo esto para la fe?
¿Aumenta o disminuye ella por saber? Él creía en todo lo que
el Precursor le había dicho. Como estrella que transmigra, por orden creador, de uno a otro cielo, se había separado de su
cielo, Juan el Bautista, de su constelación, y había venido a su nuevo cielo, el Cristo, a la constelación del Cordero. Y, aun no
siendo la estrella más grande, sí es la más hermosa y pura de la constelación de amor.
Han pasado tres años
desde entonces. Estrellas grandes y pequeñas se han unido a mi constelación y
se han separado de ella. Algunas han caído y han muerto, otras, debido a
densos vapores, se han convertido en estrellas brumosas. Pero él ha permanecido fijo con pura luz junto a su Polar.
Dejadme mirar su luz.
Dos serán las luces en las tinieblas del Cristo: María y Juan. Pero tanto será
el dolor, que casi no podré verlas. Dejad que me imprima en mis pupilas estos
cuatro iris, trozos de cielo entre pestañas rubias, para llevar conmigo, a donde ninguno podrá venir, un recuerdo de pureza. ¡Todo el
pecado! ¡Todo sobre los hombros del Hombre! ¡Oh! ¡Oh! ¡Esta gotita de pureza!... ¡La Madre mía! ¡Juan! ¡Y Yo!... ¡Los
tres náufragos a flote en el naufragio de una humanidad en el mar del Pecado!
Será la hora en que
Yo, el retoño de la estirpe davídica, diga, gimiendo, el antiguo suspiro de
David. "Dios mío, vuelve tus ojos hacia mí. ¿Por qué me has abandonado? De ti me
alejan los gritos de los delitos que he cargado sobre mí por todos...
Soy un gusano, ya no un hombre, el oprobio de los hombres,
el desecho de la plebe". (Salmo 22, 2.7.13-19)
Y escuchad a Isaías:
"He abandonado mi cuerpo a los castigadores, mis mejillas a quienes me
arrancaban la barba; no he apartado la cara de quien me ultrajaba y me cubría de
esputos". (Isaías 50, 6; 53; 63, 3)
Oíd de nuevo a David:
"Estoy rodeado de muchos becerros, asaltado de muchos toros. Contra mí han
abierto sus fauces para despedazarme como leones que desmiembran y rugen. Me he
derramado como el agua".
E Isaías completa:
"Yo mismo he teñido mis vestiduras". ¡Oh, mis vestiduras! Yo mismo
las tiño, no con mi furor, sino con mi dolor y el amor mío por vosotros. Como las dos
piedras planas de la prensa, el dolor y el amor me estrujan y me exprimen la Sangre. No soy distinto del racimo prensado, que
entró hermoso en el trujal y después era papilla exprimida sin jugo ni hermosura.
Y mi corazón, hablo
con David, "se hace como de cera y se oprime dentro de mi pecho".
¡Oh, Corazón perfecto del Hijo del hombre!, ¿en qué te conviertes ahora? Semejante al que
una vida de crápula deshace y enerva. Todo mi vigor se seca. La lengua se me queda pegada a1 paladar por fiebre y agonía. Y
la muerte va avanzando con su ceniza asfixiante y cegadora.
¡Y todavía sin
piedad! "Una manada, una jauría de perros me asedia y me muerde. En las
heridas caen los mordiscos, en los mordiscos los palos. Ni un jirón de mi carne queda sin
dolor. Los huesos chirrían dislocados con el infame estiramiento. No sé dónde apoyar mi cuerpo. La terrible corona es círculo de
fuego que penetra en la cabeza. Estoy colgado de los pies y las manos traspasados. Elevado presento mi cuerpo al mundo y todos
pueden contar mis huesos"...
Capitulo 597, El miércoles por la noche en el Getsemaní con los apóstoles. del libro:
"Preparación para la Pasión" uno de los 11 Tomos de: "Los Evangelios como me fueron revelados", revelados por Jesús a María Valtorta.
Ver completo en :
"Preparación para la Pasión" uno de los 11 Tomos de: "Los Evangelios como me fueron revelados", revelados por Jesús a María Valtorta.
Ver completo en :
http://www.reinadelcielo.org/downloads/6preparacion.pdf
http://www.reinadelcielo.org/estructura.asp?intSec=2&intId=130
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También extractos de la Pasión, del libro: "La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo", según revelaciones a la Beata Ana Catalina Emmerick.
http://www.corazones.org/santos/ana_catalina_emmerick_libro1.htm
http://www.reinadelcielo.org/estructura.asp?intSec=2&intId=130
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También extractos de la Pasión, del libro: "La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo", según revelaciones a la Beata Ana Catalina Emmerick.
http://www.corazones.org/santos/ana_catalina_emmerick_libro1.htm
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