La Iglesia de Cristo tiene un gobierno vertical, es
decir, quien gobierna la Iglesia es Su Rey: Cristo Jesús. Él es la Corona de la
Iglesia, es el Rey de cada alma y es el que guía a toda la Iglesia, a Su Cuerpo
Místico, hacia la Plenitud de la Verdad.
Jesús murió por cada hombre. No murió por la humanidad, no
murió por un conjunto de hombres, ni por una comunidad, ni por un país, ni por
una familia.
La muerte de Jesús es por cada alma en particular, porque
así es su amor: amor por cada una de sus almas ya que han sido creadas por Él.
Jesús salva a cada alma, no salva ni a la sociedad, ni a los
países, ni a las familias, ni a las comunidades, ni a la humanidad.
La salvación se dirige a cada alma. Y, por tanto, el alma se
salva siguiendo a Jesús, el camino que Él ha puesto para conseguir esa
salvación.
La salvación Jesús la obra como Sacerdote Eterno y, por
tanto, nadie se puede salvar sin el Sacerdote, que es Cristo Jesús.
Nadie puede buscar la salvación en un hombre, en una idea
política, en una filosofía, en un grupo social, en una comunidad de base, etc.
La salvación el Sacerdote la obra: Jesús hizo la Obra de
Redención. Sin esa Obra, el hombre hubiera seguido igual, en su pecado y,
condenándose por su pecado.
Cada alma se salva porque tiene un sacerdote que obra la
misma Obra Redentora de Jesús. Si el sacerdote no obra esta Obra, condena al
alma, junto con él, al infierno.
La salvación no está en pertenecer a una comunidad, a una
estructura de la Iglesia, a un pueblo que cree, ni siquiera a una familia
cristiana.
La salvación se realiza formando las almas con el sacerdote,
que las salva, el Cuerpo Místico de Cristo.
Y ¿cómo se realiza ese Cuerpo Místico? En la obediencia a la
Verdad, que es Cristo Jesús. La Obediencia forma la Iglesia.
La Iglesia es Cristo Jesús. Y no es otra cosa sino sólo
Cristo.
Muchos se equivocan diciendo que Jesús ha dado al hombre la
capacidad de ser Dios (por el Bautismo) y, por tanto, la de actuar como si Dios
quisiese las obras de los hombres. Por el hecho de que Jesús lo ha regenerado
todo, también la humanidad ha sido regenerada totalmente. Y, por eso, éstos no
pueden comprender que la Iglesia sea sólo Cristo Jesús, ni tampoco que la
Verdad sea sólo Cristo Jesús. Hay otras verdades en el mundo, en los hombres,
porque Jesús lo ha hecho todo nuevo. Y, por eso, hay que abrirse a todos los
hombres porque en ellos también hay una verdad.
La Iglesia nació en la muerte de Cristo. Cuando el soldado
le abrió el costado, ahí tuvo origen la Iglesia. Por eso, la Virgen María
ofrece al mundo y al hombre la Iglesia, al tener entre sus brazos a Su Hijo
muerto. La Iglesia está en los brazos de María en la Cruz, al igual que Ella sostuvo
a Su Hijo en su nacimiento.
María fue Madre de Dios en Belén, y tuvo a Jesús vivo en sus
brazos; pero María fue Madre de la Iglesia en el Calvario, y tuvo a Jesús
muerto en sus brazos.
La Virgen María dio al mundo a Jesús y a su Obra, que es la
Iglesia. Lo ofreció a los hombres si quieren salvarse.
La Iglesia no pertenece a ningún hombre. Es de Dios y la
forma Dios. En la muerte de Cristo, nace la Iglesia. Nace en el dolor de una
Madre y en el sacrifico de Su Hijo. La Iglesia nace en el dolor, en la muerte,
cuando, entre los hombres sólo hay odio hacia Dios y hacia Su Hijo.
Y, en esa muerte de Jesús, se inicia la salvación del
hombre. Entre los brazos de la Madre está la salvación del hombre. Pero de cada
hombre, no de la humanidad, no de las familias de los hombres, no de los
países, no de ninguna cultura o raza de lo hombres.
La Iglesia nace cuando los Apóstoles no son de la Iglesia,
no pertenecen a la Iglesia, por haber negado a Cristo. Sólo dos almas
pertenecen a la Iglesia en ese momento: la Virgen, como Reina, y San Juan, como
el Apóstol del Amor. Los demás, vivían en sus pecados. Y es sólo la Virgen
María la que presenta, desde el Calvario, la Iglesia a toda la humanidad. La
presenta teniendo entre sus brazos a Su Hijo muerto, porque ese Hijo muerto es
la Iglesia.
La Iglesia no nace en Pentecostés. Ahí sólo se da a la
Iglesia Su Espíritu para que pueda obrar la Voluntad de Dios, porque sin
Espíritu no hay obras en la Iglesia, no se hace nada en la Iglesia.
La Iglesia no existe antes de la muerte de Cristo. Cristo,
que es la Iglesia, hasta que no muere, no puede iniciar la Iglesia. Cristo
prepara a los suyos para la Iglesia, pero no hace Iglesia, no forma ninguna
Iglesia, ninguna comunidad, porque, antes había que hacer la Obra de la
Redención, que era morir por todos los hombres en la Cruz. Sin esa Obra, sin
esa muerte, no se inicia la Iglesia.
Por eso, muchos se equivocan al poner la Iglesia en lo que
hacía Jesús con sus discípulos. No han entendido lo que es la Redención de los
hombres. Jesús es Rey de los hombres en la Cruz. Y lleva a todos sus discípulos
a la Cruz. Y allí inicia la Iglesia: en la muerte en Cruz. La Vida se da en la
muerte. Sin el sufrimiento no hay amor que salve al hombre. Sin penitencia no
hay Cielo para el hombre. Sin dolor no hay Gloria para el hombre.
Aquellos que no quieran la Cruz, el camino de la Cruz,
entonces forman su propia iglesia, sus propias comunidades, que no salvan.
Cristo murió, pero resucitó de entre los muertos. Y el
tiempo de Su Resurrección, antes de Su Ascensión, es para formar Su Iglesia.
Cristo inicia su Iglesia en la muerte de Cruz, pero no está formada. En la
Cruz, Él y Su Madre son la Iglesia. No hay nadie más. Ni siquiera San Juan era
Iglesia, a pesar de que no había pecado. San Juan todavía no puede obrar en la
Iglesia, no puede ser Iglesia, hasta que Jesús no la inicie en Pedro.
Porque se pertenece a la Iglesia en la Roca de la Iglesia.
No se pertenece a la Iglesia porque no se tenga pecado o porque se hace una
cosa buena entre los hombres.
Cristo es la Roca de la Iglesia. Por eso, Él es la Iglesia.
Y sólo Él. No hay ningún hombre más. Con Cristo, Su Madre, por Voluntad Divina,
está en esa Roca. Pero, los demás, no pertenecen a la Iglesia, aunque sean
discípulos, apóstoles, sacerdotes, Obispos. Se pertenece a la Iglesia porque se
obedece a la Roca, que es Cristo, a la Verdad, que es Cristo.
Y, como los hombres siempre necesitan de un hombre para
obedecer, por eso, Cristo puso a Pedro en esa Roca. Y sólo a Pedro. Pero lo
puso en el tiempo de Su Resurrección, no antes.
Y se pertenece a la Iglesia porque se obedece a Pedro.
Cristo Jesús, que es el Rey de la Iglesia, sólo guía a Su Iglesia a través de
Pedro. No la guía de otra manera. Por eso, el gobierno de la Iglesia es
vertical: Cristo Jesús y Pedro. Los demás, bajo Pedro, en obediencia a Pedro.
Se es Iglesia porque se obedece a Pedro. Se hace la Iglesia
porque se obedece a Pedro. El alma se salva en la Iglesia porque obedece a
Pedro.
La salvación no está en la comunidad, como hoy se predica.
Una comunidad que cree no se salva. Un pueblo de Dios que cree no se salva. El
alma se salva porque obedece a la Verdad, que es Jesús. Y Jesús ha puesto Su
Iglesia, que es la Obra de la Verdad. Quien obedece a la Iglesia entonces está
obedeciendo a Cristo. Quien no la obedece, no es de Cristo.
En la Iglesia están todas las verdades que el hombre tiene
que aceptar si quiere salvarse. Ese aceptar es obedecer a Cristo, como Rey de
la Iglesia. Y se aceptan esas verdades obedeciendo la cabeza de la Iglesia
entre los hombres, que es el Vicario de Cristo. Quien no obedece al Vicario de
Cristo no obedece a Cristo, y no es Iglesia, no forma la Iglesia y no se salva.
Aquel Obispo, aquel sacerdote que no obedezca al Vicario de
Cristo, no es Iglesia, no forma Iglesia y, por tanto, no se le puede obedecer, no
se le puede seguir, porque la Iglesia es Cristo, no el pensamiento de un
hombre, sus opiniones, etc.
Los fieles, en la Iglesia, tienen que obedecer a los
sacerdotes; éstos a los Obispos; éstos al Papa. Es una Jerarquía, no es una
igualdad. Es una verticalidad, no es una horizontalidad.
Aquel que quite el gobierno vertical en la Iglesia de Cristo
y ponga un gobierno horizontal, automáticamente sale de la Iglesia de
Cristo y comienza a formar su nueva iglesia. Porque la Iglesia es sólo Cristo.
Y Cristo ha puesto su gobierno vertical. Y nadie tiene derecho a quitar lo que
Cristo ha puesto en Su Iglesia, porque ese gobierno vertical es la Verdad en la
Iglesia. Quien quita una Verdad en la Iglesia, deja de pertenecer a Ella. No es
que se oponga a una Verdad, sino que la suprime. Eso hace que la persona
comience una nueva iglesia al quedar excomulgada en la Iglesia por su pecado.
Por eso, lo que ha hecho Francisco no tiene nombre: es su
pecado. Un pecado que lo ha llevado fuera de la Iglesia. Su mismo pecado,
porque ese pecado ha suprimido una verdad en la Iglesia. Y Francisco mantiene
ese pecado. Es su orgullo. Y lo justifica, lo ensalza, lo aplaude en medio de
la Iglesia. Su pecado es su nueva iglesia. Lo que él predica es su evangelio,
es su fe, es su doctrina en su nueva iglesia, pero no tiene nada que ver con la
Iglesia de Cristo, con el Evangelio de Jesús, con la doctrina de Cristo.
Jesús ha puesto la Verdad del gobierno vertical, que
consiste en esto: enseñar la Verdad, guiar con la Verdad y santificar en
la Verdad. Son los tres poderes que tiene la Jerarquía en la
Iglesia: gobernar, enseñar y santificar. Y estos tres poderes vienen de
Cristo, porque Cristo es Maestro, Rey y Sacerdote: «En efecto, ¿qué
pretendió, qué quiso Jesucristo al haber fundado o al ir a fundar la Iglesia?
Ciertamente esto: Transmitir para su continuación en la Iglesia la misma misión
y el mismo mandato, que El había recibido del Padre. Había decidido claramente
que se debía hacer esto, y esto hizo en realidad.»( LEON XIII (ASS 28,712)).
Y esto tres poderes nacen de una obediencia: «En efecto
Pedro, en virtud del Primado, no es sino el Vicario de Cristo, y por ello se da
solamente una sola Cabeza primordial de este Cuerpo, a saber Cristo: el cual no
dejando de gobernar por sí mismo de un modo ciertamente misterioso la Iglesia,
sin embargo gobierna esta misma Iglesia de un modo visible por medio del que
hace las veces en la tierra de su persona… constituyendo Jesucristo y su
Vicario solamente una sola Cabeza» (Encíclica «Mystici Corporis», de PIO
XII Le., 211; cf. D 468; cf. 1.c., 227-242).
Quien quite el gobierno vertical, quita la sola Cabeza de la
Iglesia, por la cual gobierna Cristo. Y inicia una nueva iglesia, sin Cristo.
Muchos no han caído en la cuenta del gobierno horizontal de
Francisco, lo que significa: es iniciar una nueva iglesia que no tiene nada que
ver con la Iglesia de Cristo. Por eso, Francisco hace su teatro en Roma, porque
tiene que hacerlo. Tiene que engañar a muchos para que se vayan a su nueva
iglesia.
Francisco ha constituido su nueva iglesia en Roma, no fuera
de Roma. Dentro de la misma Iglesia. Esto es lo trágico. Ésta ha sido la jugada
del demonio. Por eso, a Francisco sólo se le puede llamar maldito. Es que no
tiene otro nombre. Sólo un maldito engaña así a toda la Iglesia. Y la sigue
engañando. Sigue predicando su doctrina de la fraternidad, que es lo que se da
en su nueva iglesia. Por eso, él prédica que nadie se salva sin comunidad, que
el Bautismo nos convierte en un solo Cuerpo de Cristo (cf. 15 de enero de
2014). Francisco pone la salvación en la comunidad, en la recepción de unos
sacramentos. Y dice esto sólo por su doctrina de la fraternidad: como somos
todos hermanos, entonces hay que dar testimonio de una amor que nos salva, de
la belleza de ese amor, aunque tengamos pecados. Francisco nunca predica del
sacrificio de Cristo y de las exigencias que el que ama a Cristo tiene en la
Iglesia. Nunca. Sólo pone su amor fraterno como único vehículo para salvarse.
El alma se salva por el sacerdote, por su Pastor, no por la
comunidad, no por la Iglesia. Si ese Pastor no obedece al Vicario de Cristo, el
alma se condena. Por eso, un fiel no puede dar la obediencia a un Pastor que no
obedezca al Vicario de Cristo, porque si no, ese Pastor, le lleva al infierno.
Un sacerdote no puede obedecer a un Obispo que no obedezca
al Vicario de Cristo, porque si no ese Obispo lleva al sacerdote al infierno.
Un Obispo no puede obedecer a un Vicario de Cristo que no
obedezca a Cristo, porque si no ese Vicario de Cristo lo lleva al infierno.
Jesús puso su Vicario en 2005, cuando murió Juan Pablo II:
el Papa Benedicto XVI. Y ese Vicario es hasta la muerte, hasta que muera
Benedicto XVI. Si renunció, si lo jubilaron, eso no importa para Cristo Jesús.
La Iglesia sólo tiene una Cabeza. Y sólo se puede seguir a esa Cabeza. Como el
Papa Benedicto XVI no quiere ser cabeza, entonces la Iglesia es sólo regida por
Cristo Jesús. Luego, no hay que obedecer a nadie en la Iglesia, porque no hay
Cabeza, no hay gobierno vertical. Hay una división en la Cabeza. Y esto es lo
más grave que podemos observar ahora.
Francisco, con su gobierno horizontal, ha establecido su
nueva iglesia, con su nueva doctrina, con su nuevo evangelio. Y, por eso, no
interesa lo que hace Francisco, ni lo que dice, porque no tiene el Espíritu de
Pedro. Y su pecado lo coloca fuera de la Iglesia de Cristo. Él mismo se ha ido
de la Iglesia de Cristo (...)
Leer todo en : http://josephmaryam.wordpress.com/
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Nota.- No me gusta insultar a nadie, aunque se lo merezca,
dicho esto, y dejando insultos aparte, considero este articulo muy bueno,
expone lo que debemos saber, sobre lo que nos espera en un futuro inmediato, la
destrucción del gobierno vertical en la Jerarquía de la Iglesia Católica, este
tema es muy grave, es gravísimo, el cual nos pondrá en poco tiempo en situación
de desamparo, o seguir a una falsa Iglesia, una disyuntiva
completamente nueva para nosotros, por eso debemos saber a que atenernos.
Mantengámonos completamente
pegados a los Corazones de Jesús y María, siguiendo a la verdadera Iglesia pase lo que pase, leamos el Evangelio y no dejemos de orar, a la Santísima Trinidad, Dios-Padre, Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo, a la Santísima Virgen María, y a los Arcángeles, Ángeles y Santos del Cielo, que no nos
abandonarán, aparte de buscar sacerdotes que estén en la linea de la verdadera
Iglesia, la Iglesia de Cristo.
También pido rezar por Francisco,
porque, mientras un alma no ha dejado este mundo es susceptible de cambiar y
salvarse. Dios, siempre acogerá nuestras oraciones y nuestra buena voluntad, si
no las puede aplicar a una alma, porque esta alma no responde a la gracia, las
oraciones no se pierden, Dios las aplica a otra alma en necesidad.
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